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Begonte: El Belén habla

miércoles, 05 de enero de 2022
A mi madre, luz de mi vida
Y su otra mitad, madrina

El inexorable paso del tiempo nunca resulta indiferente, incluso puede hacerse sentir como algo dulcemente melancólico, pero desde aquel mágico primer misterio, que parecía no tener vida, el Belén habla.

Cuenta su vida y de nuestras vidas.

El Belén habla de un sueño. De la ilusión de un artesano y su pueblo.
Sus figuras nos susurran el secreto que llevan en su interior. Ese secreto creado por unas manos callosas e incansables. Unas manos maestras, serenas y campesinas que magistralmente hicieron que se prendiese fuego en el hogar, que hubiese pesca, pan caliente y una fragua ardiendo de manera incesante.

Unas manos tan llenas de vida que hicieron caminar a los Magos, que el cielo se cubriese de estrellas y bajo su luz María arrullase a su hijo.

El Belén habla. De un trabajo incansable, más allá de la magia a la que nos transporta su espacio. El trabajo de los hombres y mujeres que llaman a las puertas, que acuden donde se pide la ayuda más terrenal, que durante el ciclo que completa los doce meses del año hasta que la primera luz de la Navidad asoma sus ojos, gestionan, resuelven, solucionan y abren camino a la ilusión de los millares que solo vemos esa pequeña Belén viva.

Todo un conjunto que de forma coral afinan sus voces en un único esfuerzo, nos regalan sus desvelos, nos otorgan las horas robadas a sus familias, a ellos mismos para ofrecernos, llegado el solsticio de invierno, ese don repleto de belleza.

El Belén es sabio. Habla, lee, escribe, pinta… dibuja.
Conoce de arte. Es cubista, abstracto y realista. Está hecho de barro, lienzos, papel y pintura. De poesía de versos infinitos y eternos, de textos brillantes con su historia y nuestra historia.

El Belén llora. Sabe de penas, de melancolía de echar a los suyos de menos, a aquellos que se han ausentado pero nunca ido, teniéndolos presentes cada día, y aunque huérfana de progenitores, lo velan sus hermanos, sus hijos. Miembros de una única familia nacida hace cinco décadas, su pena así dura un breve instante, el tiempo justo de una voz que se quiebra y una mirada cristalina que se empaña.

Los que ahora pasamos de puntillas ante él, igualmente desapareceremos, pero como la estela de un cometa incandescente, algo de nosotros perdurará resplandeciente suspendido en su mágica atmósfera, cual rayo de luz de un atardecer que nunca será crepúsculo.

Begonte nunca calla. Su Belén habla todo el año. Cincuenta años dan buena fe de ello.

Esos brotes de otro tiempo se fueron convirtiendo en las raíces de un árbol de vida, poderoso, que cada diciembre florece en su más absoluto esplendor.
Y hay quien pueda pensar que al cerrar sus puertas, allá hacia finales de enero, se hace caduco y pierde su follaje. ¡Nada más lejos de la realidad! Es entonces cuando todo comienza, la vida se renueva en un ciclo perpetuo que fue, es y será patrimonio, arte, cultura y herencia perenne. ¿Se puede acaso tener más vida?
Begontina
Begontina


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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