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De susceptibles e integristas

lunes, 20 de diciembre de 2021
Aún con el recuerdo de las carcajadas que me produjo el hecho de que un hostelero asturiano quisiera acallar los cantos de los gallos de su vecino, porque molestaban a sus clientes, me encuentro ahora que una política europea, cuyo nombre prefiero olvidar, pretende que, para no herir susceptibilidades, cambiemos la costumbre europea de desear feliz navidad por felices fiestas. A mi me parece que a algunas personas les pasa lo de la fruta, que los sacan de las cámaras antes de tiempo y se estropea el proceso de maduración. Quien esto firma no sabía que ahora el respeto consistía en renunciar a nuestro modo de ver la vida y nuestras tradicionales celebraciones para dar paso a las ajenas, muchas de ellas repletas de marginación e intransigencia. Creía que Europa era una cultura cristiana con siglos de arraigo, pero oyendo a algunos historiadores, por ejemplo de la Generalitá, puede ser que el Niño Jesús de nuestros tradicionales belenes ya no sea el hijo de Dios, sino un sobrino político de Puigdemont, que tenía relaciones con una "demócrata radical" de la la estirpe de Laura Borrás. Si todo es cuestión de investigar y leer lo que nos cuentan nuestras, antes marginadas, lumbreras. Y quizás los Reyes Magos hayan sido unos talibanes de la talla de Vidal Cuadras, Goytisolo o Mas- antecesores de los actuales- que iban de excursión, antes razias, y cazaban negros para hacerse ricos. Y Herodes quizás fuese un Villarejo de aquel entonces, que lo pone en el Talmud de Monserrat, pero en clave de espías.

A mi me parece que algunas gentes se pasan con muchas cosas. Decimos en Galicia, "O falar non ten cancelas". Y, añado, por la boca muere el pez. Porque susceptibles somos muchos, pero integristas demasiados. Y si bien todo el mundo tiene derecho a opinar, también tiene obligación de respetar las opiniones ajenas. Decía Voltaire "Detesto lo que escribes, pero daría mi vida para que puedas seguir escribiendo."

Muchos también somos muy susceptibles con el comportamiento de algunos hombres, que continuamente están agrediendo y matando a las mujeres. Y el hecho que ya ocurriera en nuestra lejana niñez, no justifica en absoluto el abuso. Hay que erradicar totalmente esa nefasta costumbre y tratar a las mujeres con el mismo respeto y consideración que a cualquier hombre. Ahora bien, querer solucionar el maltrato a la mujer con el "todes" y otras sandeces, no es un acto de reivindicación de los derechos de la mujer, sino desconocimiento del género epiceno de la Gramática. A la mujer se reivindica tratándola como una persona igual, absolutamente igual, al hombre. Sin bobadas. Eso no es óbice para no aplaudir la buena intención, pero ese respeto requiere cambios de proceder y mentales de muchos miembros de la sociedad, incluída la propia mujer, y sólo la profunda educación podrá lograrlo. La sumisión, la dependencia, el quedirán sólo es el camino de la esclavitud y el maltrato. La valentía, la lucha y romper los cinturones culturales e ideológicos es el camino para sentirse libres. Y ya puestos, se podría empezar por algo tan sencillo como hablarle a las mujeres con respeto y dulzura. Sin olvidar nunca su derecho a la libertad. Decía Lorca: "En la bandera de la libertad bordé el amor más grande de mi vida".

Volviendo a los susceptibles, decía en plena pandemia la Lista de Sotillo, que como otros muchos, ante su situación de periodista en paro, se afilió a un partido: "Hay que salir a la calle a tomar cañas, eso es la libertad". Y todos los hosteleros fueron a votarla. Los susceptibles como yo, que conocemos la libertad de otra manera, lo evitamos. Algunos se contagiaron por creer en la demagogia. ¿A dónde fueron con su libertad muchos muertos? La demagogia y la imbecilidad se dan la mano.

A mí me llama la atención también el hecho de que ahora vivamos permanentemente en el revisionismo histórico de lo que hizo Colón o Hernán Cortés. Otra cosa que es muy conveniente es restañar las heridas de la Guerra Incivil, porque contribuiría a erradicar el odio que todavía se mantiene. Pero tirar estatuas y otros símbolos es negar a la Historia parte de sus fuentes. Claro está que se cometieron tropelías y que se amasaron fortunas a base de masacrar indígenas y ahí están, por ejemplo, los esclavistas catalanes a los que arriba hacía referencia, y que aquella colonización tuvo más de cruel que de cristiana, a pesar de los buenos oficios de muchas personas de bien; pero revivirlo quinientos años después sólo sirve para generar crispación y desasosiego. Hoy Moctezuma es un personaje histórico maltratado, pero ya nada es reversible. La política, a veces, enarbola banderas como éstas para ocultar otros problemas como sus corrupciones.

A mí, que también soy muy susceptible, me llama mucho la atención la cantidad de integristas o radicales que hay instalados hoy en la sociedad, así como la cobardía de mucha gente que permite que proliferen las actitudes excluyentes y xenófobas de algunas personas. No conozco a nadie en posesión de la verdad ni a nadie lo suficientemente formado para dirigir a loa ciudadanos a una meta clara. Soy de los que creo que vivimos con una inteligencia limitada, con unos conocimientos limitadísimos, por más que la soberbia nos lleve a la vanagloria, dentro de una neblina imposible de evitar y que me recuerda los caminos recorridos para buscar la luz de muchos de nuestros poetas- léase Prados, Carlos Oroza o Pozo Garza- por nombrar a sólo a los de casa. Y sólo los poetas dejan esa luz por el camino. La luz de su esfuerzo y lucha, la sinceridad de sus palabras, la libertad de hablar de lo que se siente y la conciencia de la nebulosa en la que vive. Posturas radicales, apuestas por ideologías, juicios de valor, intransigencias de cualquier tipo... sólo reflejan el talante y la falta de argumentos de los dictadores. Vivimos en sociedades plurales, con mezclas culturales y religiosas que han dejado atrás los pensamientos y los métodos uniformes. Todo el mundo tiene cabida y merece nuestra consideración y con ella debemos actuar. Y en ese contexto, el respeto por nuestro modo de pensar y vivir también tiene cabida.

Los que vivimos sólos no necesitamos apoyarnos en el partido o la camarilla, ni estamos obligados a fidelidades ideológicas, ni escribirmos esto u o lo otro en función de que sea o no correcto. Decimos lo que pensamos libremente, sin ataduras siente bien o mal. Y si criticamos, no somos los culpables de ello, sino quien es objeto de la crítica.

Admiro a las personas sensatas, pausadas, reflexivas, sencillas y sinceras que oponen cordura a los desmanes de los iluminados. Es precioso soñar, que me lo digan a mí, pero vivimos en el suelo, y todavía no volamos con nuestras alas y, cuando seamos pájaros, volaremos por el aire sin dirección... porque somos libres y gozamos de libre albedrío. Bueno sería que lo comprendieran los diversos integristas.
Timiraos, Ricardo
Timiraos, Ricardo


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