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Tiempo de Esperanza: Feliz Navidad

viernes, 10 de diciembre de 2021
Acabé un artículo anterior, titulado DEMOMAFIA, con las siguientes palabras: "Siento tal hastío que no sigo con este artículo porque se agria el corazón y bien sé que mis amigos me lo perdonan, pero, francamente, esta sociedad no sé si merece tanto esfuerzo".

No lo publiqué porque, cuando elegí dedicarme a juntar letras, soñaba con ser una fuente de esperanza. Quería ser la semilla del que trata de mejorar la sociedad y se esfuerza cada día en ese camino. No, no trataba de ser una estrella, porque sé que la materia de que estoy hecho es sólo barro, ni tampoco aspiraba a ser un pensador de referencia porque sólo soy un pobre hombre en el otoño de su vida y mis sueños son sólo hojas que se caen perdidas entre la hojarasca. Soy un hombre en desguace, un árbol, como el viejo olmo machaiano, seco, podado, carcomido por los gusanos de mis fallos y defectos, de los que huyo, pero ellos se empeñan en acompañarme.Para identificarme bien, debería incluir en el curriculum la cantidad de imperfecciones que me persiguen, quizás así me bajaría de la atalaya de la que huyo, pero a la que a veces subo, y desde la que oteo una sociedad que me desasgrada. No, no quiero ser soberbio, pero tampoco mentiroso. Siempre admiré la sencillez, la humildad, la sinceridad, la verdad como referentes vitales y sería triste otear la vida escalando por la escalera de la soberbia, la displicencia, la hipocresía y la mentira. Siempre pido que me tiren del pie y digo que los aplausos son los padres de la vanidad. No me hacen falta en absoluto.

Pues bien, titulo el artículo de esta manera porque recuerdo un tiempo en el que la ingenuidad vivía conmigo y los villancicos y el espiritu navideño eran reales. Nadie conocí que superase en amor a aquel Niño del pesebre, y al que veo desgraciadamente abandonado con demasiada freecuencia. No, no hablo de la imagen de barro que muchos hipocritamente besan, y luego abandonan con su comportamiento, sino de aquel otro, del que vive en la chabola, en las pateras o en cualquier otro sitio. Jesús no nació para montar un belén, sino para ser el amigo que nos acompaña como guía a lo largo de nuestra vida. El resto de los llamados amigos son fugaces y, aunque algunos nos acompañan a la largo de la vida, son también como nosotros muñecos o títeres en este teatro de la vida. Son seres hermanos que, unas veces comparten sentimientos con nosotros, y otras nos defraudamos mutuamente. Cada cual sabe las causas del apego y desapego. Si, si también hay traiciones -es una manera de comprender a Cristo-, pero la vida está llena de pequeñas y grandes miserias de las que nadie escapamos.

Uno de los libros de referencia de mi vida es El Conde Lucanor por sus "exempla" y quizás no hay modo más claro de exponer el espiritu navideño que reflejar otro ejemplo:
"Corrían los años setenta del pasado siglo y en mi pueblo, Viveiro, un grupo de jóvenes pretendiamos celebrar la cabalgata de Reyes. Eran tiempos duros económicamente hablando y la cabalgata no dejaba de ser una manifestación superflua ene el sentir de la gente. Había otras prioridades mucho más acuciantes. Así que nuestro trabajo, pidiendo en comercios y calles, resultaba francamente duro. Pero cierto es que siempre hay personas generosas y que disfrutan con hacer felices a otros, en este caso a los niños. La cuestión es que ya habíamos recaudado una cantidad aceptable cuando un sacerdote, recientemente fallecido, D. Luis, nos dijo que en un barrio muy humilde acababa de nacer "el Niño Jesús". Nos preguntó si no sería mejor dar el dinero a aquella familia que celebrar la cabalgata. Nos impactó porque realmente ese es el auténtico espiritu de la navidad. Así que decidimos ir al barrio en cuestión. Nos recibieron con recelo, pero entramos en una antigua casa, ya sin tejado y sin parte de las paredes y vimos como un hombre alto asaba en un tres pies un trozo de tocino. Nos presentamos y le dijimos que íbamos de parte de D. Luis. Y nos mostró al niño: Sí, mirad, ahí tenéis al niño. Y a su madre. Efectivamente, en un camastro hecho con tablas viejas y un jergón, en medio de unas sábanas grises, se podía intuir la cabeza de una criatura. Le pedimos a la madre, superando nuestro recelo higiénico, si nos dejaba darle un beso, y ella asintió con una sonrisa. Yo, al menos, quedé petrificado como si realmente fuese el Niño Jesús de verdad. Después le dimos una cantidad aceptable para nuestras posibilidades y, si la cabalgata no lució demasiado, cumplió, y nosotros quedamos satisfechos de aquella acción. Tiempo andando, siempre evocaba aquella imagen cuando, llegada la navidad, trataba de dibujar el portal de Belén.

Pues bien, cuando el desánimo, el cansancio, la desesperanza, el desasosiego que produce la rutina vital de nuestro entorno, cuando las preocupaciones por el porvenir de los vecinos nos agobian... quizás todo eso nos aboque a ese estado del que más arriba hablaba, sin embargo, conviene recordar, aunque seamos incrédulos, que otros viven sonriendo, sintiéndose felices, compartiendo con los demás la alegría de vivir con ilusión y esa es la mejor aspiración que podemos encontrar cada día. Y quizás mi problema sea que sólo soy un envidioso de las sonrisas de los felices. Y la verdad, nadie sabe cuanto los envidio. Así que tengan ustedes felices fiestas y, por amor, gasten sonrisas que, aunque para mi resulten caras, resultan muy agradecidas y hasta es posible que con ellas les abrace el corazón. Al menos eso pretendo.
Timiraos, Ricardo
Timiraos, Ricardo


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