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Plaza del Campo (y II)

lunes, 06 de diciembre de 2021
Entrar en esta plaza me produce un cálido sentimiento de bienestar. Entre las plazas que conozco, sólo recuerdo otra, muy lejana, de planta triangular. Esta lo es y ya sería suficiente detalle de singularidad. Por otra parte, sólo llegando desde a Rúanova, desde lejos se adivina mientras nos vamos acercando a ella. El resto de accesos están diseñados de tal modo que ni siquiera se intuye hasta que nos encontramos en ella. Calles estrechas o anchas, terminan en un recodo tras el cual, estamos en la plaza. Es un trazado barroco de contrastes que vemos en muchas ciudades europeas, tampoco en todas, donde un estrecho vial conduce a un amplio espacio urbano sin avisar.

Por muchas cosas, me gusta la parte superior de esta plaza. Única en su aspecto, no recuerda a ninguna otra. Muy anterior a este espíritu de hoy que hace que todas las calles sean iguales en ciudades también iguales, la Plaza del Campo nos presenta una personalidad que impresiona al visitante, sí, pero también a nosotros mismos.
Plaza del Campo (y II)
Si tuviese que aplicarle una cualidad, a su conjunto urbano, diría de ella que es capaz de infundir serenidad a quien está en ella, que todo está inspirado para conferir un aire homogéneo que transmite tranquilidad. Aunque esté bulliciosa, en ella no caben prisas ni algaradas. Siempre recuerdo otros tiempos, ya lejanos, cuando en esta plaza radicaban comercios relacionados con la cultura, como una librería o una casa de discos, pero todo eso fue cediendo paso a lugares de hostelería, muchos y también singulares.

La plaza posee casas porticadas, casi todas ellas barrocas. Los arcos descansan sobre pilares de sección cuadrangular, robustos. Sobre ellos se abren arcos de medio punto o de ligero carpanel, alcanzando todos la misma altura. No obstante, decir que lucen fachadas barrocas no quiere inducir a imaginar una repetición monótona de diseños. En fachadas, cada casa es única aunque guardan una encomiable homogeneidad. Balcones y ventanas se abren en las fachadas y a la plaza con diversos diseños. Por eso encontramos allí desde el elegante, y genuino, barroco en placas a los sencillos vanos abiertos a haces exteriores con sus correspondientes viseras defensoras del agua que pueda escurrir por las fachadas. En algunas casas restauradas se retiraron estas viseras, aunque es posible detectar los roces que se hicieron para albergarlas.

Balcones con hermosas barandillas. Grandes, con barrotes de forja o con flejes curvados según la inspiración y el oficio del herrero. También encontramos en ellas flores doradas de hierro, todo muy armónico y tan sin llamar la atención, que aún hoy muchos no se han dado cuenta de ellas. A veces nos acostumbramos a lo hermoso y casi llegamos a ignorarlo. Si hablo de barandillas, no puedo dejar de mencionar los soportes que tienen algunas, que para no bombearse desarrollan varas verticales que, alcanzada una cierta altura, giran en ángulo recto para incrustarse en la pared. El barroco adorna esta recia estructura poniendo palomas como posadas sobre los ángulos que forman esos soportes al girar. En algunos balcones tienen las alas dispuestas a emprender el vuelo, mientras en otro las palomas presentan distintas fases de su vuelo y su reposo.

En la parte inferior de la plaza, tenemos una casa, conocida como “Casa das pombas” por tenerlas en la verja de su balcón. Es una bonita casa, más bien un palacio. Barroco en placas, tal vez los propietarios soñaron con poner escudo heráldico en lo alto de la fachada. Todo quedó en eso y las piedras destinadas al escudo permanecen esperando el cincel apropiado, que de momento no llega. Pero en su parte baja, en el vano derecho según miramos, encontramos el exponente de un oficio, la estructura medieval de una tienda. Un diseño que se hizo uniforme en múltiples ciudades europeas. Tiendas que crecieron junto a lugares de peregrinación o mercados, atendidas por judíos.

Me gusta la fuente y su armonía espacial con el conjunto. Un recuerdo más del Obispo Izquierdo con su afán por dotar a Lugo de estructuras necesarias. Un buen y acertado emblema ciudadano al que todos estamos ligados de algún modo, y siempre mostramos con orgullo conscientes de su singularidad.
Valadé del Río, Emilio
Valadé del Río, Emilio


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