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La vida y la codicia

lunes, 15 de noviembre de 2021
A los trabajadores de ALCOA y VESTAS con mis mejores deseos.

Siempre hemos pensado que, si seguiamos un camino correcto en la vida, nos iría bien. Siempre hemos creido que el esfuerzo y la constancia eran unos valores que nos conducirían a alcanzar grandes metas. Siempre se nos ha dicho que ese trabajo debería servir para algo... Y parece que nos han engañado. Los valores de antaño de vivir con sinceridad, trabajando a tope con esfuerzo y con la satisfacción moral del deber cumplido, procurando nuestro bienestar y con él el ajeno, buscando la verdad, procurando el bien común, preocupándonos del prójimo en todas las facetas de la vida parece que se han esfumado.

Hoy las nuevas generaciones se han sumergido en las redes sociales y los chavales, que pretendiamos formar, pasan olimpicamente de nuestras batallitas. Nada que objetar, si el futuro fuese halagüeño y su escala de valores les sirviera para vivir con dignidad, pero algunos tememos que la deriva educativa y de valores sea perniciosa y les pase triste factura.

Y las culpas, que son diversas, son nuestras; de unos ciudadanos que hemos sobrevalorado el dinero y lo hemos convertido en la panacea de nuestras vidas. Ha medrado la codicia y con ella el egoismo y el desprecio racista hacia el pobre. Miren hasta donde hemos llegado que ahora la escala de valores usa el euro como medida. Hemos cambiado de tal modo que muy poquitos se esfuerzan por servir a la sociedad en tareas de un modo altruista y parece no concebirse el servicio gratuito para determiandas actividades.

Nos hemos encerrado en nosotros mismos con móviles, consolas, influentes, no "influencers", redes sociales... que, siendo inventos muy avanzados y cómodos para muchas cosas, son también herramientas que pueden resultar perniciosas y aditivas, igual que fue la droga en los años ochenta. Y esto que afirmo de la droga es una experiencia que desgraciadamente marcó a muchos padres y profesores. Hemos huido de la conversación, del interés por el prójimo, del placer de la lectura, de cualquier tipo de reflexión... y lo peor es que hemos fomentado en nuestros jóvenes la aversión a cualquier motivo enriquecedor que no esté en contacto con las redes sociales. Ni que decir tiene el desmesurado mimetismno cultural, fruto de la escasa preparación y el complejo de inferioridad de los papás, por la cultura anglosajona. La tontería es contagiosa.

Pero bueno, nos guste o no, la vida cambia y nada debiera asustarnos si fuese para bien, pero los tiempos no son propicios para la sonrisa. Los buitres carroñeros acechan nuestras vidas y sibilinamente destruyen puestos de trabajo; nos estrujan con sus bancos y sus tratos de favor, y que nunca entenderé se refloten con mis impuestos; nos ordeñan los ahorros de nuestos mayores con sus residencias con el beneplácito de las autoridades; nos mienten con sus políticos vividores y lacayos de grupos de presión... Pobre del que cae enfermo, porque tarde, mal y arrastro será atendido en la sanidad pública; pero descaradamente sangrante economicamente se venderá la atención en la privada. Atraco legal sin pudor alguno.

Mientras, en nuestro entorno, cobardía, indiferencia, pasotismo, apatía... y todo esto en la tierra del valiente Breogán, tan "valiente" como anfibio. Porque a los "belicosos" celtas, nos guste o no, fuimos expulsados al Finisterre y nuestro marisqueo es una consecuencia de ello... ¡Que si hombre, que si! que nuestro héroe era muy valiente... pero debió ser él sólo. Porque los demás callan, se disculpan, se esconden y te dicen: "Eche o que hai". ¡Joder! ¿Pues ya podía haber otra cosa! Que se llama acción, rebeldía, lucha, dignidad... y dejar de quejarnos y coger por los cuernos el destino de nuestra Tierra.

Toda la vida hemos estado aceptando los postulados del Capitalismo, que nos lo han defendido hasta efusivamente, pero en realidad resulta voraz e inhumano, como lo estamos viendo en ALCOA Y VESTAS; y certo es también que hemos visto como las revoluciones liberadoras contra los abusos (Cuba, Nicaragua, Bolivia, Venezuela...) perdieron el norte y desembocaron en dictaduras comunistas, tan utópicas como crueles y con resultados pésimos para los ciudadanos.

¿No hay nada intermedio? Toda la vida los filósofos, desde Sócrates a Amarthya Sen o el mismo premio Nóbel 2021, David Card, han trabajado en la línea de la preocupción por el bienestar social, y hasta el mismo Freud con su sicoánalisis, intentaron comprender las razones de nuestro comportamiento, pero temo que mientras el hombre sea tan miserable como su codicia, la desigualdad persistirá. "Fue la avaricia la que instauró la pobreza y al ambicionarlo todo todo lo perdió" (Séneca). Y resulta evidente que tanta avaricia de los capitalistas, y su deshumaninizada intervención en la política, requiere un contrapeso muy fuerte que equilibre y ponga freno a tanto abuso.

En la actualidad, y se me antoja como culpable la falaz globalización, estamos perdiendo los avances sociales en ese sentido, y el espiritu depredador del Capitalismo desequilibra la balanza con tanto peligro a su favor que requiere urgentes y eficaces medidas correctoras. Por su parte, las revoluciones militares de inspiración marxista nada han logrado cambiar que no fuese los protagonistas. Lo cierto es que, basicamente, han desembocado en dictaduras represivas que nada mejoran tampoco. La vieja Europa parecía ser el espejo equilibrador, al menos después de la II Guerra Mundial, pero se dejó comer la tostada por la propaganda amaericana y el pragmatismo del mal llamado Comunismo chino, que no es otra cosa que un Capitalismo disfrazado.

Mi visión de la realidad es que el esfuerzo debemos encaminarlo a la revolución mental. Es necesario, y también utópico, lo sé, lo asumo, y aún así lo digo: es preciso convencer a los avaros de que la felicidad no se encuentra en el dinero; que la generosidad y la solidaridad es un sentimiento que produce un bieneastar espiritual muy intenso; que no hay riqueza alguna que pueda satisfacernos cuando el espejo de la realidad muestra la hambruna; que ningunas gafas ni ninguna atalaya pueden ocultar la vida de las gentes. Que las torres de marfil no deben construirse con el sudor ajeno; que vivir, cada cual con sus sentimientos, es un acto que realizamos todos desde nuestro puesto de la vida; que el dinero puede permitirte placeres y oportunidades, pero todo es efímero y no garantiza la conciencia limpia; que no hay mayor riqueza que compartir y sentir la felicidad ajena; que vivir es caminar "ligero de equipaje" como enseñó Machado... Y después, haya eso que llaman esperanza, haya Dios con su cielo... lo importante es que el río de tu vida riegue la ribera y crezcan las flores. En realidad, nuestrea vida es un río manriqueño.
Timiraos, Ricardo
Timiraos, Ricardo


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