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Las consecuencias del odio

lunes, 15 de noviembre de 2021
Femando Onega es de mi generación. Compañero de bachillerato en Lugo. Histórico periodista y gallego sabio. Siempre leo sus artículos. Unas veces comparto y otras disiento. Pero como los grandes artistas plásticos, tiene un estilo y una voz, inconfundibles. Es un hombre moderado. Centrado en sus conocimientos y creencias ideológicas. Por todo ello, le respeto.

Su artículo "los tres enemigos de la democracia" contiene reflexión y avisos, con los que llevo muchos años comprometido. Lo mismo que hemos padecido una pandemia y sufrimos el comienzo de otra crisis energética, deberíamos preocuparnos y ocuparnos de algo que cíclicamente se repite: "la organización intelectual de los odios políticos". Con dos terribles derivadas sociales: la perversión de la democracia y la seducción del totalitarismo.

Empiezo por confesarme. Hice política en la medida que como buen romántico quería cambiar al mundo. Hasta puedo decir que sentí el cosquilleo de la ilusión, con aquellas asambleas de la Puerta del Sol, en Madrid. Llegué a emocionarme conectando mentalmente tales imágenes con las de aquel 2 de mayo frente a la francesada. Jóvenes y veteranos unidos haciendo diagnóstico y gritando "no nos representan y estamos indignados". Pero siempre hay truhanes, pícaros y oportunistas que hacen de la necesidad general, virtud particular. Y logran crear un espejismo del que son víctimas crónicas los más infelices, de corto recorrido socio cultural, o los típicos y abundantes resentidos acomplejados. En estos últimos enanos aflora el odio que tantas páginas negras escribió en la historia de España.

Fruto de esa subcultura del odio y el resentimiento han nacido PODEMOS y VOX. Pero mucho cuidado, no son flor de un día. Han venido para quedarse y poner ruedas al carro de la mugre. La que a modo de peste asolará nuestra convivencia. Y está condicionando tanto al gobierno de esta vieja nación, como estimulando conductas indecentes tanto a las derechas como a las izquierdas, en una regata para ser el primero ganado la bandera del populismo rupturistas y perverso para la democracia. Y es que algo coinciden la extrema derecha con la extrema izquierda. Terminar con el régimen de 1978, el que cerró aquella cruel historia de guerras Carlistas, Fascistas, Anarquistas, en las que había dos posturas. Jurar y ser del bando negro, o convertirse en objetivo a eliminar con paseos, fusilamientos en las tapias de los cementerios, o asaltando conventos, pero también construyendo al servicio del terror las checas del modelo estaliniano. ¿Queremos regresar a tal. Queremos la revancha de aquello?.

En definitiva. O paramos. O estaremos a punto de conseguir todos los riesgos del siglo XX para provocar otra catástrofe en el siglo XXI.
Mosquera Mata, Pablo A.
Mosquera Mata, Pablo A.


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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