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El rédito de la mentira

miércoles, 03 de noviembre de 2021
Con la empresa de intangibles de su antecesor, el señor Mariano heredó el consejo de dirección, el de administración, los accionistas y la plantilla entre la que, por supuesto, hay que contar al contable, Luis, que por cierto no se distinguía por ser muy leal, dedicándose, ya con su antecesor, a aprovechar la infraestructura empresarial adquiriendo para sí un abundante patrimonio y desviando dinero negro a Suiza y Andorra, registrando todo hábilmente en una contabilidad B.

Llegado el día en que la junta general de accionistas votó a favor de una reforma en las oficinas principales, el señor Mariano encomendó al responsable de las cuentas, como no podía ser de otra manera, para que liquidara los importes debidos a la empresa de arquitectura de interiores. El contable se conchabó con esta última para facturar una parte con factura oficial y la otra en mano, de modo que entre ambos detractaron al erario público -y por lo tanto a toda la ciudadanía-, los tributos correspondientes a los abonos fraudulentos.

Como fuera que la Agencia Tributaria andaba mosca por la pasta, denunció al contable, al que, tras incautarle la fortuna que mantenía oculta en paraísos fiscales, acabó juzgado y sentenciado a una pena de cárcel, a pagar una cuantiosa sanción y, por supuesto, a ingresar en Hacienda lo defraudado más los oportunos intereses de mora.

Al señor Mariano le notificaron desde el juzgado que, de declararse el contable insolvente, obligarían a su empresa a pagar en calidad de responsable civil subsidiario. En el documento el juez le hacía partícipe de que no consideraba a la empresa culpable de nada -incluso a todas luces era una perjudicada más por los manejos del contable-, pero que como el contador había falsificado los libros y documentos desde su despacho en la empresa, la obligaban a abonar.

Para quien se haya tomado la molestia de leer la resolución de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional sobre la causa de la reforma de la sede central del PP en Madrid, apreciará una sentencia que destila demasiados paralelismos.

Pese a la insistencia por criminalizar a la formación política conservadora, el dictamen judicial establece a lo largo de sus 454 paginas, con claridad diáfana la absolución al Partido Popular tanto de las acusaciones de delito fiscal como de organización criminal o concertada para delinquir, rechazando la comisión de delito fiscal, y estableciendo que las donaciones recibidas por el PP fueron siempre legales, que el PP no es ninguna organización criminal; que tampoco se hallaron donaciones ilegales de empresas a cambio de contratos con la Administración Pública, que la formación política es ajena a cualquier falsedad contable, y que la existencia de una segunda contabilidad se debería en cualquier caso a la acción personal e interesada de Luis Bárcenas, único condenado por el delito de falsedad documental y evasión de impuestos.

Para quien tenga dudas le basta con leer la sentencia que deja al PP limpio, inmaculado e inocente. No es una cuestión de ser afecto a ningún partido, ni tampoco -aunque debiera serlo-, una cuestión de justicia y verdad. Se trata de que, para que haya democracia, es imprescindible la concurrencia de partidos políticos y pluralidad, ya que lo contrario es la base de un régimen autoritario. Este es el quid de la cuestión: mintiendo y enfangando al decir que han condenado al PP por corrupto y blanqueando como normal y justificado que una horda de brutos golpee a un representante electo de los ciudadanos por el simple hecho de no ser de su cuerda -obsérvese la similitud de la ultraizquierda con los nazis en sus agresiones a militantes de Vox-, gracias al vasallaje del PSOE, desde la extrema izquierda se allana el camino hacia un totalitarismo, sin importar el signo político de una dictadura. Porque con la permisividad ciudadana, mañana ahogarán a cualquier otra voz que cuestione al gobierno. Lo que está en juego es la libertad y las garantías constitucionales porque, como dijo Martin Luther King. lo preocupante no es la perversidad de los malvados sino la indiferencia de los buenos.
Mosquera Paans, Miguel
Mosquera Paans, Miguel


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