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Enfundá la Mandolina

jueves, 11 de noviembre de 2021
Hay algunos hombres que llegan a cierta edad con un espíritu joven y envidiable. Me refiero al espíritu. "Yo me siento mejor que cuando tenía veinte años" dicen ufanándose y contando los largos que se hacen en la piscina. Y están convencidos. Tanto que cuando cruza por su campo visual una pebeta, buscan el mejor perfil, que es ponerse de frente para que no destaque esa amplia curva que llaman "de la felicidad", infando el pecho sujetándose el cinturón, forzando los abdominales hasta casi asfixiarse y echarse los cuatro pelos de la nuca que resisten heroicamente como numantinos, hacia adelante, simulando un jopito a lo James Bond. Y si la jovencita distraidamente lo mira porque le recuerda a un tío de Galicia, el sujeto en cuestión, veterano reciclado de chaval, entrecierra los ojos y cancheramente ensaya la mirada del agente 007.

Cuando la mina sigue su camino vicheando de reojo un atlético joven, de marcados músculos logrado en interminable sesiones de gimnasio, que camina a su lado con la vista fija en el móvil y hablando al viento como los locos, nuestro hombre de una edad que por supuesto no representa, como le aseguran la amigas de su mujer para que no se ponga pesado y deje de preguntar, se vuelve sonriente a sus compañeros del bar y, aflojándose el cinturón y liberando a la bartola para que vuelva a ocupar su sitio cotidiano, comenta, "Yo a esta si la agarro en una cama no saben lo que haría". En respetuoso silencio la camarera que oye al pasar, pensará "Roncar con la boca abierta, despatarrado, después de los tres gin tonics que alardeó bebiéndose".

Acabo de escuchar este tango que inmortalizara Carlos Gardel, "Enfundá la mandolina", que describe poéticamente este derrame testosterónico.

Sosegate que ya es tiempo de archivar las ilusiones,
dedicate a balconearla que pa' vos ya se acabó
y es muy triste eso de verte campaneando a la fulana
con la pinta de un mateo desalquilao y tristón.
No hay que hacerle, ya estás viejo, se acabaron los programas
y das risa con tus locos berretines de gavión.
Ni te miran las muchachas y si alguna te da labia
es pa' pedirte un consejo de baqueano en el amor.
Qué querés, Cipriano,
ya no das más jugo.
Tus cincuenta abriles
que encima llevás.
Junto con el pelo
que se piantó del mate
se te fue la pinta
que no vuelve más.
Dejá las pebetas
para los muchachos,
esos platos fuertes
no son para vos.
Piantá del sereno,
andate a la cama
que después, mañana viejo,
andás con la tos.
Enfundá la mandolina, ya no estás pa'serenatas,
te aconseja la chirusa que tenés en el bulín,
dibujándose en la boca la atrevida cruz pagana
con la punta perfumada de su lápiz de carmín...
Han bajado tus acciones en la rueda de grisetas
y al compás del almanaque se deshoja tu ilusión,
y ya todo te convidan pa'ganar cuartel de invierno
junto al fuego del recuerdo en la paz de algun rincón.

Letra de F. Pracánico y H. Zubiría Mansilla.
Montesanto, Andrés
Montesanto, Andrés


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