Pasar por esta rúa me lleva a reflexionar sobre muchas cosas, todas ellas relacionadas con mi ciudad. Nos adentramos en ella pasando por una puerta de la muralla cargada de historia y singular en su estilo. Es la única puerta de estilo renacentista, elegante, con el escudo ciudadano en su punto alto, indicando en qué lugar se entra. Se le llamó Puerta Toledana. Por ella entraron viajeros procedentes de diferentes orígenes. Visitantes, comerciantes y demás personas pasaron bajo este arco y se adentraron en nuestra ciudad trayéndonos influencias de todo tipo, comerciales y culturales. También por esta puerta, a principios del siglo noveno, entró en Lugo el rey Alfonso II camino de Compostela, originando un reguero de peregrinos que no cesa, como podemos comprobar en este mismo tiempo.
Calle de anchura variable y sinuosa, como me gustan las calles. Hoy es una vía de paso para muchos lucenses, y así desde siglos medievales, cuando fue trazada. Una calle importante en la ciudad medieval, que nos trae vestigios de la urbanización de entonces, de cuando no existían planes urbanísticos y las calles se ensanchaban o estrechaban según el gusto de los propietarios. O se rompía el alineamiento de fachadas, como podemos observar en ambos lados de esta vía. Peregrinos, comerciantes y lugareños hicieron de ella una arteria comercial, que aún hoy sabe conservar su pujanza. Los que tenemos cierta edad recordamos la gran tienda de regalos ubicada aquí, o la cuchillería, sin olvidar las librerías o las tiendas de coloniales. Incluso es fácil evocar la funeraria con el nombre de sus ilustres clientes en el escaparate, bajo una gran flor morada.
Hoy, la calle es una bonita sucesión de hermosas casas, no muy pretenciosas, pero con sus buenos aires señoriales. Muchos balcones con elegantes barandillas, casi todas ellas de fundición, y algunas panzudas. Forman una bonita colección para quien quiera pasear admirándolas. Si miramos las fachadas atentamente, comprobamos cómo el diseño es muy de aquí, con los dos primeros pisos con balcones y en el tercero, galería. Las fachadas, de granito mayormente, suelen tener algún tipo de dibujo esculpido entre los balcones o en los dinteles. Los balcones, elegantes y trabajados, presentan casi todos ellos pequeñas ménsulas que simulan sostener sus saledizos, aunque no presenten muchos vuelos.
En las fachadas, hay cantidad de vanos que cierran con postigos al ras de las superficies externas (haces exteriores, dicen los técnicos), lo que determina la necesidad de instalar viseras sobre ellos o algún otro artilugio que evite la entrada del agua de lluvia cuando resbala por las fachadas. Otros postigos están retranqueados.
Me gusta la calle. Como otras de entrada a la zona amurallada, nos muestra la atracción de esta zona sobre los habitantes de la periferia. Hay que ir al centro. Para lo que sea, hay que ir a Lugo, como se decía hasta hace poco en zonas suburbanas, pues para muchos, Lugo era el recinto amurallado. En otro tiempo diríamos que por esta vía viene mucha gente a Lugo.
El sentido de esta calle cambia al coincidir con la del Progreso. Modifica su pendiente, empieza bajar, aparecen edificios barrocos y hermosos, (El número 4, una joya en granito). La rúa llega al centro. No obstante, al cruzar la del Progreso, hemos podido observar algo interesante. Cuando llueve, el agua marcha hacia el río Rato si cae en el tramo anterior a esta rúa. A partir de ese encuentro, en iguales situaciones, el agua correrá hacia el Miño. Nuestra ciudad está sobre una cresta que separa las vertientes de ambos ríos. Esta calle discurre por las dos y en ese lugar cambia de una a otra.
