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Notas Históricas de la Villa de Triacastela (I)

jueves, 03 de octubre de 2002
Notas Histricas de la Villa de Triacastela (I) La actual villa de Triacastela, tiene tras de sí una larga y dilatada historia, que todavía no fue suficientemente estudiada, la cual permanece inédita en buen numero de documentaciones, pergaminos, libros de registro y como casi siempre sucede, muchos, demasiados legajos perdidos, quemados o simplemente tirados por falta de espacio y en ciertas ocasiones por desidia de quienes los debían custodiar.

También la historia no contenida en pergaminos ni formando parte de un protocolo de cualquier escribano no se conserva demasiado ni medianamente bien en la villa de los tres castros o tres castillos, me refiero a los monumentos, pues a excepción de su templo parroquial, ahora remodelado y consolidado en buena medida, los demás edificios de interés histórico local unos se perdieron para siempre, caso del puente medieval arrasado por la incultura y la barbarie de quienes precisamente debieran velar por nuestro patrimonio, otros edificios muy alterados, ejemplo el antiguo hospital de peregrinos, que del mismo aporto algunos datos considerados a mí modo de entender que tienen interés para la historia del mismo.
El nombre de Triacastela suscitó y suscita más de un interrogante a los historiadores y parece que no es cosa reciente pues en la torre campanario de la iglesia parroquial a modo de blasón heráldico figuran tres castillos, es posible que se trate de tres castellas o torres de vigilancia ubicadas cada una en los cercanos castos, pero ello se queda en mera especulación pues hasta que sean excavados en las condiciones técnicas del momento poco o nada sabremos de la cultura castrexa o castrexa romanizada que con toda seguridad poblaron estas tierras, el toponimo más que señalar un núcleo de población concreto creo que se refiere a una amplia zona, la zona de los tres castos, ello parece que está bien claro en el documento del rey Ordoño I, del año 919, que al mencionar el monasterio de S.Pedro de Ermo, dice "in territorio Triacastelle". El gran benefactor de esta villa el rey Alfonso IX (1188-1230), que tanto interés había puesto en fundar aquí una gran ciudad, donde se dice que incluso paso algún tiempo; en varios privilegios es citada con el nombre de “Triacastelle” o “Triacastelle Nova”, otros documentos entre ellos la más antigua guía de peregrinos el “Códice Calixtino” figura “ Triacastellus” como final de la etapa que comenzaba en Villafranca, iniciándose precisamente aquí la penúltima de las trece en que según el referido monumento literario se repartía el camino desde los Pirineos hasta Santiago; Caumont en su itinerario de (1417) la nombra “Triquestele”; Arnold von Harff (1496) le da el nombre de “Tre Castelle”; Laffi (1673) le llama “Tre Castelli” y Manier (1726), “Tesliacastelli”, todos estas denominaciones son sobradamente conocidas a cualquier persona que se interesase algo por dicha villa y curiosamente nadie que yo sepa se preocupó de saber como la llamaban los escribanos que en ella vivieron y en ella ejercieron su oficio, del primero de esta villa que se conservan en el Archivo Histórico Provincial de Lugo documentación es Cristóbal da Rigueira, (1562-1620), seguido de Domingo Fernández (1573-1614), o el escribano del Concejo Triacastela y del Coto de Cedrón Pedro Fernández Sanjurjo (1622-1667), todos ellos y bastantes otros la denominan “Puebla de Triacastela” clara referencia a una carta puebla o diploma en que se contenía el repartimiento de tierras y derechos que se concedían a los nuevos pobladores; siendo a partir del siglo XVII cuando la nombran “Villa de Triacastela”, incluso una Real Carta expedida por mandato del rey Felipe IV, el dos de junio de 1630, con sentencia definitiva dada por la Real Chancillería de Valladolid sobre posesión de ciertos mayorazgos que por su posesión sostenían pleito el Alcalde Merino de Triacastela D.Francisco Bolaño y su hermano D.Pedro Bolaño (señor de Torés) contra los hijos de D.Juan Pimentel, referencia “en mi Reino de Galicia, al Concejo de la Puebla de Triacastela”, nada sabemos por el momento del contenido de la Carta Puebla, ni quien la otorgó, si Alfonso IX o cualquier otro monarca.

Numerosos reyes e importantes personajes que forjaron buena parte de la historia de España de alguna forma directa o indirecta guardaron relación con dicha villa. Fundador del Monasterio de San Pedro y San Pablo figura el Conde Gatón, a cuyo cenobio donó varias posesiones, entre ellas la villa de Ranimiro, actual Ramíl, que con el pasó del tiempo perteneció a la jurisdicción de Samos y en dicho pueblo tuvo el monasterio las tullas de cobranza de los forales de Cubilledo y Chancia entre otros. El rey Ordoño II acrecienta las posesiones del monasterio de San Pedro y San Pablo; en peregrinación a Santiago pasó por estas tierras, lo mismo hizo el mencionado Alfonso IX que tanto interés puso en repoblar esta zona. Doña Urraca y Diego Gelmírez estuvieron en Triacastela por la primavera de 1112, cuando la Reina se disponía a luchar contra Alfonso II el Batallador; los Reyes Católicos pasaron por aquí, a su regreso de Santiago, el 15 de septiembre de 1486, en el Cebreiro visitan los monjes contemplan el Santo Milagro, según recoge la tradición; el emperador Carlos I, cuando solo contaba veinte años, comió en Triacastela el 22 de marzo de 1520; Felipe II, cuando todavía era Príncipe de Asturias, cruzo estos parajes el 16 de mayo de 1554.
Igual que ocurría en otros lugares, Torrenovaes en Quiroga, Portomarín, aquí también se cobraba por hacer uso del Camino Real o de los Franceses, pues en 1431 el Alcalde de Lugo dirigió una circular a los portazgueros de Triacastela pidiendo que no cobrasen el portazgo a D. Pedro y Alfonso Botas, vecinos de Astorga.

La posesión del Arcedianato de Triacastela (Archidiaconatum de Triacastella) fue constante disputa entre los obispos de León y Lugo que duró cerca de cuatro siglos, e incluso en los primeros siglos de medioevo surgen las primeras disputas que tienen la no menos discutida división de Wamba de los Obispados, figurando una referencia en el “Liber Itacci” se le asignaban a la diócesis leonesa los siguientes territorios en Galicia: “...infra fines Galletiae Tria Castella Turtures, Dauncuas, Cancellata et Nauiam Era DCCX...” y la misma fuente recoge en otro párrafo “...Infra fines Egam. Galletie. Tria Castella Urtures. Dauncus. Cancellata et Nuiam...” todo ello a dado pie a que Ordoño II para agradecer a la diócesis de León con nuevos territorios en la diócesis lucense. Pues en un documento del año 916 le asigna a la diócesis de León las iglesias lucenses de Valcarce, Balbona, Tria Castella, Cervntes, Navia, Virico, Arbosola, Soarna, Travesos de Fraxino, Ibias Ambas, Ansegos y Neiro, todo lo cual se recoge y es confirmado en un privilegio de Fernando II el 15 de abril de 1164. Uno de los mayores investigadores del tema fue el sacerdote de O Cebreiro, Elías Valliña Sampedro, en su obra “El Camino de Santiago. Estudio Histórico-Juridico” cuestiona si Ordoño II concedió estos territorios a la iglesia de León definitivamente o de una forma temporal, si bien no se tienen referencias exactas de cuando los obispos de Lugo comenzaron a reclamar dichas iglesias, sabemos que el 27 de noviembre de 1095 el Papa Urbano II, expide un rescripto, a petición del Obispo de Lugo, don Amor, para que los entonces obispos de Mondoñedo, León y Oviedo devuelvan al de Lugo y a su diócesis todos los territorios que tenían agregados desde la fecha en que Braga y Ourense estaban unidos a Lugo, según parece dicha orden se quedó en papel mojado y de nuevo otro papa, en este caso Pascual II a petición del obispo lucense vuelve a insistir en dicha devolución, quedándose nuevamente todo ello como había estado y es más el obispo de León D.Diego el 6 de julio de 1120 de modo solemne dona a la iglesia de santa María de León del monasterio de Cisterna y del Arcedianato de Triacastela y de otras posesiones. En 1123 el Papa Calixto II confirma al obispo de Lugo D.Pedro las iglesias de los antiguos límites de su obispado, lo mismo hace en el concilio de Carrión el cardenal Hauverto, quien ordena que sea devuelto a la iglesia de Lugo los territorios de que estaba desposeída; por documento del 30 de octubre de 1131 el Papa Inocencio II, viene a ordenar lo mismo; al concilio de Valladolid asistió el Cardenal Jacinto, en calidad de Legado del Papa, en los primeros días del mes de febrero de 1155 y aprovechando la ocasión algunos días después en Palencia el obispo de Lugo D.Juan presentó contra el obispo de León una aireada queja por la posesión injusta de las iglesias de Triacastela, Navia, Valcarce y otras. En este conflicto tienen que mediar los Papas Adriano IV y Alejandro III, pues en aquella ocasión quien reclamaba dichas iglesias eran los obispos de León, lo que indica que habían sido devueltas a la sede lucense, uno de cuyos documento menciona “Infra fines Galleciae Archidiaconatum qui continet Tria Castella, Turres, Dancus, Cancellata, Valcarce, Navia”, que eran los templos de Triacastela, Torés, Doncos, Cancelada, Valcarce y Navia; de nuevo continua la reclamación por parte de la sede legionense, ello se hace por documento del 16 de junio de 1183, donde alegaba dicho obispo que había poseído en paz el Arcedianato de Triacastela, por muchos años, hasta que el obispo de Lugo y sus canónigos habían invadido injustamente dicho territorio, S.S.Lucio III, ordenó por sentencia reintregar a la diócesis de León dichas iglesias y sus posesiones; pero al acceder a la silla Apostólica el Papa Urbano III (1185-1187), de nuevo se plantea el problema y la consiguiente reclamación continuando el tema en 1197 el Legado Pontificio, Cardenal Gregorio de Sant-Angelo, da comisión a los abades de Meira y Castro de Rey y al Chantre para que conozcan la causa y una vez citadas la partes al lugar y día señalado concurren el obispo de Lugo Rdo. Rodrigo II acompañado de varios canónigos y por parte de la sede leonesa el Arcediano de la mismas D.Isidoro, una vez escuchadas ambas partes y a posteriori se dictó de nuevo sentencia, adjudicando el Arcedianato de Triacastela, así como los cien sueldos de oro a la curia lucense, de nuevo el problema en manos de la Sta.Sede, cuando Inocencio III (1198-1216) acede al papado, uno de los temas que está pendiente es precisamente la solución del expediente de la controversia del Arcedianato de Triacastela, ordena que dichas posesiones sean reintegradas al obispo de León y entretanto esto sucede se apodera de sus iglesias y sus posesiones el abad de San Bano, aunque parece que fue por muy poco tiempo, ni tampoco se conocen las causas legales que a ello lo movieron. Desde 1198 por un espacio de tiempo no muy grande sobre unos cincuenta años, el obispo de León poseyó pacíficamente la iglesia de Triacastela no así otras de la misma jurisdicción eclesiástica, pues el Papa Gregorio IX (1227-1241), presionado por el obispo de Lugo, se ve obligado a reabrir el caso en 1230, formándose el correspondiente tribunal y haber más de un juicio al respeto y una larga dilatación sobre el proceso, llegando a manos del Papa Inocencio IV (1243-1254), no sabiéndose ciertamente cual fue la sentencia definitiva, pero desde estos años y por largo tiempo figuró como dignidad en la iglesia de Lugo y León el Arcediano de Triacastela, título en la iglesia de Lugo era el que generalmente, hacía las visitas pastorales en delegación del obispo, en esta zona de Triacastela. En 1284 y 1285 parece que se pone punto final a tan largo problema, pues el 19 de septiembre de 1285 ya figura el Arcediano de Triacastela, D.Martín Yáñez, haciendo el nombramiento de cura de una parroquia de su jurisdicción, no obstante como reminiscencia de tan lejana contienda León conservó para si las iglesias de Doncos, Ouson y Ruitelán, posesión que cesó a principios del siglo XIX.

Triacastela fue desde el medioevo concejo así figura en numerosos documentos y ello se deduce de una carta del año 1248 que el rey Fernando III manda a los concejos de Galicia solicitando recursos económicos para emprender la conquista de Sevilla, cuyo pergamino comienza “ Fernandus Dei Gratia Rex Castello. Teleti. Legione. Galicie. Cordube. Murcia. Johenis. A todos los concejos de Galizia. De Santiago, de Ourense. De Tuy. De Lugo. De Mindonedo. De Ribadeu. De Cruña. De Ferrol. De Villalba del Rey. De Betances. De Tria-Castelle. De Monfor. De Castro Vide...”. y lo mismo que ocurría en todos los cencejos el día uno de enero de cada año al contrarío de lo que sucede ahora no era día festivo si no día de trabajo que utilizaba para nombrar Alcalde Ordinario y otros cargos, ello figura en las actas de los escribanos adjuntos al Concejo de Triacastela, como lo recoge la del día 1º de enero de 1639, que comienza “Elección de la vara de alcalde del Concejo de Triacastela del año de mil seiscientos treinta y nueve años. Alcalde del Concejo Pedro de Samos.
“En la villa de Triacastela a primer dia de mes de henero de milly seiscientos y treinta y nueve años su merced el Capitan Gaspar de Quiroga, Alcalde Ordinario en la dicha villa puebla por su Exmo. el Sr.Conde de Lemos y porante de mi escrivano dijo que por dichos vecinos de la villa y Concejo de Triacastela teniendo uso y costumbre de nombar todos los días de año nuevo de cada un año alcalde de Concejo desta villa puebla que vaya para aquel año como entregar las llaves de los presos abidos se aga pago en presencia de su merced se aga pagar los pedidos, tallas y martinegas devidos a su señoria y en su nombre a su mayordomo y tenga la carcel presioneros a su quenta (su cargo) de los presos que le son entregados y antentos su merced para como para asitir al dicho efecto y para valer sus derechos en dicha villa y concejo en la puebla a son de la campana teñida llamados y colocados enfrente según uso y costumbre se pusieron a lo frente del alcalde del concejo” .
En 1660, correspondió dicho cargo a Domingo Raposo, cuya acta comienza: “En la Villa de Triacastela a primero día del mes de enero de 1662 delante de mi Pedro López de Parga, Alcalde Ordinario en esta dicha Villa y Puebla y de mis vecinos y demás vasallos que están juntos, llamados al son de campana teñida en su Concejo según tienen por uso y costumbre de se juntar todos y nombrar alcalde de Concejo”.
En 1666, recayó el cargo en Pedro Darmada, siendo convocados los vecinos de Vilavella, Toldaos, Cancelo, y otros pueblos de la jurisdicción de Triacastela, siendo Teniente Alcalde Juan de Samos.
Los hidalgos de Triacastela, sienten vinculación con la corona y así lo hacen constar por documento otorgado ante escribano el 14 de mayo de 1663, “Sepan cuantos esta carta de poder y procuración vieren como nos Pedro López da Ribeira y Quiroga, Pedro de Suazo, Gaspar de Quiroga, Sebastián Díaz, Pedro García, Pedro Sauzo, Bartolomé Sauzo, Diego López Reimóndez, Bartolomé Fernández, Pedro López Reimóndez, Antonio Gómez, Tomé Pombo, todos vecinos de la Villa Puebla de Triacastela, hidalgos notorios que somos, descendientes de tales por lo que nos toca y en nombre de los demás hidalgos del dicho partido por lo que nos obligamos en forma, obligamos nuestras personas vienes, muebles y raíces habidos y por haber (...) por esta presente carta entregamos todo nuestro poder cumplido los unos a los otros y todos juntos poder comparecer ante el Rey Nuestro Señor, a los señores de su Real Gobierno, y delante de su Excia. el Sr.Gobernador de la capital de este Reino, presentar cualesquiera memorial y de licencias de cómo somos hijosdalgo nobles descendientes de tales, estando dispuestos a servirle con nuestras armas”.
Cuando en 1762 se realiza el Padrón de Celle-Hita, para que estuviesen prevenidos con caballos y armas los que los tuviesen y los que no de la mejor forma posible, fueron empadronados como nobles los siguientes vecinos, Esteban de Arrojo, José Díaz, Felipe Valcarce, Pedro de Suazo, Pedro Valcarce, Pedro Díaz, Domingo Valcarce, Diego Gómez, todos ellos vecinos de Sta. Eulalia de Guilfrey; Lucas de Ulloa, vecino de Vilavella; Juan Osorio, José Quiroga y Manuel de Armesto, vecinos de San Cristóbal de Cancelo; José Valcarce, vecino de Sta. Eulalia; Julián Quiroga, Pedro Pardo y José Francisco Pombo, vecinos de la villa de Triacastela.
Con anterioridad a la actual división administrativa la jurisdicción de Triacastela comprendía las feligresías de Alfoz, de señorío secular, cuya justicia ordinaria nombraba el Conde de Lemos; Balsa, de señorío eclesiástico y señorío secular, cuya justicia ordinaria nombraba el Cabildo de Lugo y el Conde de Lemos; Cancelo, de señorío secular, nombraba la justicia ordinaria el Conde de Lemos; Gulfrey, de señorío secular, (esta parroquia actualmente pertenece a Becerreá) en 1785 nombraba justicia ordinaria Dª María Higinia Ribadeneira, y Dª Joaquina de Oca, el Conde de Lemos.
Monte, señorío secular, la justicia ordinaria era nombrada por el Conde de Lemos; Poyo de Padornelo, señorío secular (suprimida parroquia de Sta. María de Poyo, actual san Juan de Padornelo, perteneciente a Pedrafita do Cebreiro), justicia ordinaria nombrada por el Conde de Lemos; Toldados, señorío secular, justicia ordinaria nombrada por Conde de Maceda y el Conde de Lemos; Triacastela y Vilavella, señorío secular, justicia ordinaria por el Conde de Lemos.
La invasión Napoleónica hizo enormes estragos por la zona, principalmente los pueblos de Doncos, Barralla, Chandevilar, Torés (16), y como no podía ser menos también Triacastela, a juzgar por lo recogido en la obra “Tradiciones y Personajes de Galicia. Guerrilleros Gallegos”, los gabachos incendiaron esta villa y el lugar de Fonteneira, los escribanos de la zona no hacen mención de los daños, citan que estuvieron los pueblos ocupados por los enemigos de España y los curas recogen en sus libros de fábrica los daños causados, el de Triacastela señala el robo de varias alhajas del templo parroquial y ordena comprar un cáliz por 960 reales, un relicario de plata por 130, dorar el viril costó 80 reales, y comprar un porta alhajas que costó 20 reales.
De enorme importancia fue y sigue siendo este Camino de Peregrinos o llamado de los Franceses, también gran importancia como vía de comunicación entre el reino de Galicia y Castilla León, son frecuentes las referencias al mismo contenidas en los protocolos de escribanos de Triacastela, Samos, Cebreiro o Courel; de estas algunas muy curiosas, otras de mayor importancia, es el caso del acta realizada el 13 septiembre de 1812, por el escribano José Francisco Pombo, la misma trata de las muchas cargas que tenían que soportar los vecinos de Meizarán, Folgueiras, Rodis, Estacas, As Cruces (Nogales), A Lence y Pando (Nogales), O Teixo, quienes manifiestan que como contribuyentes al Cuartel de Ejercito, situado en Fonfría
(Pedrafita do Cebreiro) y dada la cantidad de carros que suben y bajan de Castilla cargados de enfermos, soldados heridos y enfermos de la guerra contra los franceses; no era posible poder acomodar tanto tránsito por dicho camino, pidiendo al Capitán General de Galicia Francisco Castaños, que se repartiese el paso de las tropas, por este camino y por la carretera nueva de Castilla por Nogales, dado que el hospital habilitado en Triacastela estaba saturado y en el monasterio de Samos se habían instalado más quinientas camas, que dicho acuartelamiento de Fonfría también estaba saturado y que se cargase más en el de Doncos que había sido trasladado a Nogales. Dicha protesta estaba en buena medida fundada en las cargas que tenían que soportar los vecinos inmediatos al camino, pues eran obligados a prestar servicios con los carros y las yuntas de ganado, además de aportar alimentos a la tropa y paja, yerba y cebada para las caballerías.
En 1825, los procuradores síndicos de san Pedro de Láncara, Vilaestaba de Herdeiros y Coto de Cendrón otorgaron poder a favor de D.Ventura Bolaño, con la finalidad de presentar queja formal ante el Capitán General del Reino de Galicia, por el constante abuso que se veían sometidos los pueblos inmediatos al Camino Real de Galicia a Castilla por Nogales y por esta ruta del Cebrero, indicando que el pasó de las tropas “siempre había seguido como en la actualidad aún siguen las fuerzas y todo servicio militar por la carretera antigua llamada comúnmente del Cebrero y con la misma antigüedad existen los puntos y cuarteles desde Lugo a Carrecedo y sus confinantes de Gallegos, desde este jira hasta el de Fonfría del Camino y sus agregados de la propia carretera desde cuyo transito desembocan en la vereda Real del Valcarce y Ruitelán siguiendo a Villafranca del Vierzo y Castilla la Vieja y Nueva, por los mismos puntos guardaban y guardan desde esta a la ciudad de Lugo, Coruña y otras presentes de este Reino de Galicia, sin que dichos cuarteles pidiesen auxilio para el transporte militar a las jurisdicciones y pueblos adscritos a los nuevos cuarteles que se establecieron de poco tiempo a esta parte en la vereda nueva que se abrió desde Villafranca a Lugo por los Nogales y Ferreiros de Neira”, dicha protesta se basaba en que el ejercito solicitaba de estos vecinos aledaños a ambas vías unos cincuenta carros con sus parejas de toros para el transporte militar y además apremiaban demasiado en solicitar avituallamiento tanto para la tropa y yerba, cebada y centeno para las caballerías, debemos recordar que el transporte de las unidades militares correspondía en buena medida a las jurisdicciones por donde pasaba dicha fuerza, además los mandos militares viajaban con su familia, esposa e hijos y ello se constata en los libros de bautismos de Fonfría, donde hay registrado más de un nacimiento en este sentido.
López Pombo, Luis
López Pombo, Luis


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