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Jardines de la Praza Maior (I)

lunes, 13 de septiembre de 2021
Considero este jardín como dividido en dos partes, estando el templete de la música en el eje de dicha división. Miro como parte superior la que va desde esta línea hasta el edificio del Concello, mientras la parte inferior baja desde el templete a las escaleras "del fondo".

Cuando yo era niño, estos jardines me asombraban por su belleza, colorido y magnitud. Siempre he disfrutado con la elegancia de la fila de llorones que lo limitan. Me abrigaron los olmos, aquí se les llamó negrillos, que había en la parte del fondo y, en resumen, me gustaron las flores de temporada y los muchos rosales que adornaban el conjunto. Muchos de mis recuerdos de infancia lucense, todos ellos hermosos, tienen como escenario estos jardines. En ellos fui acumulando vivencias. Evoco, cómo no, nuestra banda municipal dirigida por el Maestro Méndez. En el templete del jardín tocaba dos veces por semana: las tardes de los jueves y los domingos al mediodía. Amenizaban "el paseo", una costumbre que sólo pervive en el recuerdo de algunos. Para mis ojos de niño inexperto, aquellos conciertos eran algo próximos a la maravilla. Con ellos fui conociendo la música en vivo.
Jardines de la Praza Maior (I)
Allí nacieron muchas amistades infantiles que se han prolongado hasta ahora. Los niños de entonces quedábamos en Loterías para jugar o cambiar cromos. Con el tiempo, Loterías se llamó Souto, pero los de mi edad le seguimos llamando como antes, hasta que cerró.

En otoño, los árboles amarilleaban y llegaba San Froilán, con su Tómbola de Caridad al fondo de la plaza. Mucho vendió aquella tómbola, entre la crítica, siempre atenuada, de los feriantes. La de Caridad tenía el mejor sitio, que no pagaba, además de muchos otros favores que recibía, por Caridad y postureo, una actitud ya afincada entonces, aunque aún careciese de nombre. Los conciertos verbeneros en la parte baja de la plaza, cobijados bajo los negrillos, pusieron su contrapunto a la tranquilidad nocturna del lugar en noches de San Froilán.

Es triste pensar que de muchas de aquellas actividades hoy no queda nada. Incluso el jardín también va a menos si sabemos mirarlos con ojos objetivos. De tanto esplendor que yo veía, hoy veo poco. Tanta belleza que me hizo gozar, hoy solo habita en el recuerdo y lo digo con una profunda tristeza, pues es un jardín al que le sigo teniendo un profundo cariño. Ya digo, son muchas las cosas de mi vida las que están vinculadas a este escenario urbano como para que me resulte indiferente su estado actual. Me gustaría verlo esplendoroso, disfrutar cuando lo recorro. Pero no es así.

Puesto que la parte de arriba está en ligera pendiente, los senderos se ven erosionados. Son muchos años de deterioro y tal vez convendría, es mi opinión, dotarlo de un suelo embaldosado, como otros que tenemos en Lugo, que resultan vistosos, limpios, antideslizantes y libres de erosiones.

En la parte de arriba del jardín tenemos árboles muy bien cortados, como los que rodean el templete de la música formando un semicírculo y cobijando bajo ellos una bonita serie de bancos. Son aligustres, que en verano se cubren de racimos de pequeñas flores amarillentas con agradable olor algo dulzón. También en la parte alta del jardín hay dos magnolios, grandes, bajo cuyas copas no crece césped. Los árboles tal vez están un poco desmadrados, pero la carencia de hierba bajo ellos sería conveniente arreglar con un mantenimiento adecuado.

Si hablo de los arriates con flores de temporada, diré que sólo hay uno que me gusta, el que corre paralelo al andén de los franciscanos. En los demás, las flores están mezcladas con hierbas que no deberían estar allí. En cuanto a los rosales que crecen en ellos, debo indicar que sólo están los que quedan, pues mirando con atención adivinamos que hay muchos lugares donde hubo rosales y hoy no los hay. Por eso hablo de los rosales que quedan. No es que sea muy caro reponerlos, si es que se quiere.

Hablo del jardín emblemático de Lugo. ¿Tan poco nos importa la mala imagen que podemos dar? Me gustaría mostrar unos jardines inolvidables, de esos capaces de asombrar a propios y extraños.
Valadé del Río, Emilio
Valadé del Río, Emilio


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