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El viejo y el joven

jueves, 02 de septiembre de 2021
Había quedado con un amigo en un chiringuito del paseo marítimo. Mientras lo esperaba, sentado en una mesa frente al mar, observé que en la mesa contigua estaban sentados un joven, no llegaba a los 20 años, bronceado, y enfrente una persona que ya había dejado atrás la última curva y enfilaba la recta final de la vida. El joven, callado, debía respetar mucho al viejo porque no vi ningún móvil sobre el mantel, cosa rara hoy en día.

En los momentos que los gritos infantiles y el ruido de las olas me permitían, pude oír parte de la conversación. Bueno, a ser sinceros, un monólogo, porque era el hombre de edad avanzada el que hablaba permanentemente, en forma vehemente y gesticulando con las manos, mientras el muchacho guardaba respetuoso silencio y daba muestras de prestar atención al discurso. Le miré el atuendo para descartar que se tratara de un Testigo de Jehová ante un posible adepto, y lo descarté. La persona madura ya pasadita, lucía unas sandalias que esperaban ansiosas la caricia de un cepillo, bermudas y un polito de esos que se consiguen en las rebajas de cualquier supermercado. Contrastaba con la impecable y cara indumentaria del joven. El señor de edad lucía con orgullo los pelos que le quedaban en ciertas partes, mientras su interlocutor estaba prolíjamente depilado.

Me concentré disimuladamente en el discurso y capté algunas frases.

- Yo soy el pasado, la historia, el camino recorrido. Yo soy lo que he descubierto, lo que he tocado, lo que he aprendido solo, guiándome por la intuición. Todo eso que hace la experiencia, el saber, que en lejanas culturas todavía se valora. Y que esta sociedad nos pretende arrojar a la papelera, y encima que nos callemos y no interrumpamos el discurso que anestesia al respetable y lo induce a obrar como marionetas. Tú eres el futuro, lo incierto, el camino ignorado del que ves solo el inicio. No has tenido que tomar decisiones nunca, te han protegido siempre en una cápsula, primero tus padres, luego la escuela y la sociedad. No has pasado ningún tipo de privaciones, nunca tuviste hambre, si sufriste algún temor te han llevado de inmediato al psicólogo. La sociedad siempre tiene respuestas para todo. Si eres flaco o gordo, al dietista, para estar sano, al gimnasio, hay que caminar no sé cuántos pasos, hay que consumir tantas calorías, el azúcar es un veneno, la cerveza es cancerígena, la cerveza mejora la circulación. Hay miles de expertos, youtubers, coachings que te dicen lo que es bueno, cómo vestir, cómo gestionar las emociones, cómo mear y sacudir en vertical o en horizontal. Ante cualquier duda siempre aparece un experto, que tendrás que pagar. Y por supuesto no te vas a plantear trabajar hasta que completes por lo menos dos o tres másteres.

El joven se esforzaba para aparentar concentración, aunque a veces se le escapaba un bostezo. Nunca había escuchado a un predicador.

- Tú comienzas a vivir tu vida. Tienes delante un folio en blanco, tu futuro, y un lápiz. Algunos pintores consagrados reconocen que cuando se enfrentan a la tela en blanco deben superar el pánico, hasta que pintan los primeros trazos. Es normal que te asuste. Empieza a bosquejar tu futuro, con líneas suaves, que irás borrando y redibujando a medida que pase el tiempo y ganes seguridad. No permitas nunca que te pongan delante una dibujo impreso para colorear, como a los niños de preescolar. La vida es mucho más rica de lo que te venden. Cambia las visitas a los centros comerciales por una excursión al campo, sube una montaña, respira el aire puro, el olor a tierra mojada y pino. Cuando llegues a la cumbre verás que fácil se ve el camino que tanto te costó subir. Eso es lo que vemos los viejos, pero los que suben no nos prestan atención. Se fían solo de Google.

El joven ni pestañaba, disimulaba el bostezo inoportuno y aparentaba atender en silencio. ¡Quién tuviera un interlocutor así!

El veterano XXXL se iba arriba. Vehemente, parecía un profesor jubilado dando la última clase de su carrera. Un candidato, con las encuestas en contra, dándolo todo en el último discurso de la campaña.

- En mis tiempos soñábamos ser libres, vivir una vida llena de emociones muy distinta a la de nuestros sufridos padres, que nunca tuvieron la oportunidad de elegir nada. Era más fácil, nos bastaba la decisión. Tú llevas al carcelero en el bolsillo. Te va a ser más difícil liberarte, pero tienes que intentarlo. Si me compro un reloj de 30 euros, y gano 10 la hora, tengo que dedicarle tres horas. Si tú te compras uno de 1000 euros, debes emplear 100 para pagarlo. Esas 97 horas, mientras tú trabajas para pagar el reloj, yo las empleo para vivir, para oler las flores y escuchar a los pájaros, para reírnos con tu abuela, para viajar. Tú tienes dos abuelos, yo no conocí ninguno. No tuve nadie que me hablara de la vida. Tú los tienes, pero sin darte cuenta recurres al guía espiritual que llevas encima, si tienes wifi.

Pertenecemos a dos mundos diferentes, yo no entiendo el tuyo, lleno de monedas virtuales, amigos virtuales, torrentes de "me gusta", citas virtuales, miles de fotos y videos que no has vuelto a ver. Tu vida está en el aparatito que llevas en el bolsillo, y que deberás renovar cada dos años para no perderte las nuevas aplicaciones. Tú tampoco puedes comprender el mío, guardado en mi cerebro, con pocas fotos pero cada cual tiene una historia inolvidable, la memoria de las pieles que he acariciado, el reflejo de mi rostro en tantos ojos en los que me he sumergido, los susurros junto a unos oídos atentos, palabras que me han dicho en voz baja y que no he podido olvidar nunca. Levanta los ojos de la pantalla y mira a tu alrededor, a las personas que conoces, a los que puedes conocer, mira las nubes en vez de la aplicación del tiempo.

-Abuelo -me pareció que el muchacho pudo despertarse a pesar del soporífero discurso- creo que tienes razón en algunas cosas. Me has dejado pensando. Lo del reloj es interesante.
Montesanto, Andrés
Montesanto, Andrés


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