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Gracias, negrito

jueves, 10 de junio de 2021
En los últimos tiempos uno se entera ¡de cada cosa!. Pero uno se va acostumbrando y las noticias insólitas se vuelven cotidianas. Cuando leí que a un jugador de fútbol uruguayo lo habían sancionado en Gran Bretaña con tres partidos y una multa de 100.000 libras esterlinas, pensé que había intentado violar a su entrenador o se había afanado el Big Ben. No, peor. Este delincuente con pantalones cortos cometió la barbaridad de agradecer un mensaje de un amigo escribiendo en Instagram nada menos que "Gracias, negrito". Una falta mayúscula, ortograficamente hablando por supuesto. Negrito, cuando es un apelativo tan común en el Río de la Plata, se escribe con mayúscula. Es un nombre, no "una persona que posee una cantidad de melanina en su epidermis superior a la que poseen los europeos y asiáticos, comunmente llamados de raza blanca o amarilla, y que provienen de poblaciones originarias africanas". Hasta hace poco, lo que llamábamos un... eso, que ahora es una palabra obscena. Vaya confusión la del deportista.

El juez Calatayud, si lo tuviera que juzgar, lo hubiera mandado una semana al Picadilly Circus con una pizarra, a que escribiera cien veces Negrito con mayúscula, y en los descansos impartiera un curso de mate (origen de la infusión, técnica del cebado, el arte de chupar por la bombilla sin dejar de hablar, y demás aspectos sumamente beneficiosos para la curiosa población londinense).

Mi esposa me hizo una sugerencia cuando le comenté la noticia, bueno, como hacen ellas, sugieren igual que un sargento en la mili. Que retirara de las librerías todos los ejemplares de mi novela Buscando a Elena, porque uno de sus personajes es el Negro Perales. "Yo no estoy dispuesta a llevarte los calzoncillos limpios a Alhaurín y esperar el bis a bis para acomodarte los cuatro pelos que te quedan, y decirte que tenés que lustrarte los zapatos". Las mujeres son así, muy dulces al principio pero con el tiempo se vuelven realistas.

Agobiado por lo que me podía pasar, puse un casete (perdón, soy contemporáneo a los pintores de Altamira, he tomado algunas clases con ellos) de Carlos Cano, y en la primera canción este criminal dice que "La Habana es Cádiz con más negritos". ¡Los jueces británicos lo van a suspender el campeonato entero!, y si no se presenta, el Alcalde de Cádiz será encanado como garante solidario por la ofensa cometida.

Como ya he expresado en artículos anteriores, los rioplatenses hacemos un uso privativo de las palabras. Generalmente las usamos para cosas distintas para las que se han inventado. Asumido que tendré que recurrir a la lavandería de la cárcel y llevarme un espejo, explicaré cómo usamos esa palabra, hoy sinónimo de racismo.

Una de las artistas más internacionales y queridas de Argentina, Mercedes Sosa, para nosotros era la Negra Sosa. Y así sus eufóricos admiradores la jaleaban en los conciertos. Posiblemente el cómico más famoso, Alberto Olmedo, también se lo llamaba Negro. El Negro Fontanarrosa era otro personaje muy respetado. El Negro Lavié, un cantor de tangos. Al presentador de los inicios de la televisión, Brizuela Méndez, Pinky lo llamaba Negro delante de las cámaras, y si bien no era descendiente de polacos o ucranianos, tampoco era una persona de raza africana. Morochito no más. Si hasta hubo un personaje de historieta que se llamaba el Negro Blanco.

Cómo será, que en cada familia, en cada clase, en cada oficina o equipo de fútbol, tiene que haber un Negro, o una Negra. Y si no hay ninguno de piel tintada, se lo busca. Yernos y nueras suelen ser incorporados con este sobrenombre al blasón familiar. Y si no, el menos rubio. Pero tanto nos ha gustado esta palabra, que en diminutivo reemplaza a cualquier nombre oficial, dándole al trato personal una calidez sublime. "¿Qué hacés Negrito?", "Negrita, ¿qué es de tu vida?", refleja una proximidad, confianza y cariño sincero.

¡Qué sabrán esos jueces guiris de palabras cariñosas! Si la única vez que se chamuyaron a alguien, fue a una columna cuando estaban mamados. Los que se horrorizan y condenan como racista por una simple palabra que desconocen, son descendientes de los que se enriquecieron con el tráfico de esclavos, y repartieron africanos por todo el mundo como hace hoy Amazon con los paquetes. Los llevaron hasta el Río de la Plata, donde, como desagravio, llamamos Negro a alguien que queremos. Y a los de piel muy oscura, jamás los denominamos hipócritamente "de color", porque lo que el castellano describe como negro, es precisamente la falta absoluta de color.

Para preservarle al sustantivo esa faceta íntima y afectiva, hemos reemplazado el adjetivo que otros suelen utilizar despectivamente. Lo que los españoles conocen como factura en negro, para nosotros se trata de una factura "trucha". Lo que el resto del mundo denomina dólar negro, nosotros dólar "blue" (somos delicados y finos al hablar). Lo que aquí se designa como dinero negro, en el Río de la Plata es "guita groncha".

Negra, además de una mujer querida, es también una muy deseada. Cuando éramos jóvenes, ansiosos y libidinosos, nuestra ilusión era levantarnos una negra. Aunque fuera albina.
Montesanto, Andrés
Montesanto, Andrés


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