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Nostalgia de belleza perdida

miércoles, 09 de junio de 2021
Para mi manera de entender, lo de San Marcos no es una plaza. Es un sitio. Considero que una plaza es un lugar de convivencia ancho, espacioso, en el que confluyen varias calles. Aquí ocurre que la calle de San Marcos se ensancha frente al Palacio para volverse a estrechar. Procedentes de ambos lados del mismo edificio, confluyen sendas vías de servicios y nada más. Los grandilocuentes hablan de la plaza como de las murallas, pero yo solo veo un sitio y una muralla maravillosa, pero una sola.

Del sitio, lo de San Marcos, ¿qué voy a decir? Recuerdos entrañables, solo recuerdos asociados a jardines, fuentes, bolas de granito, corte romántico y unos árboles, cedros, que crecieron sin medida y destrozaron el espacio y el volumen que configuraba el lugar. Porque cuando se plantan árboles conviene tener en cuenta el tamaño que tendrán cuando sean adultos o si, llegado el caso, se podrán podar sin causarles mayor daño. Todos lo vimos. No se hizo nada y los árboles ensombrecieron el Palacio, crearon un espacio inhóspito y fue preciso eliminarlos para generar otro tipo de urbanización.
Nostalgia de belleza perdida
Para mi, ese sitio es una fuente de profunda nostalgia por las muchas cosas que fue, por los muchos paisajes urbanos que definió antes de que ocurrieran las últimas modificaciones, pues contra toda norma que suelen acarrear los cambios, los últimos no fueron a mejor, sino que dejaron una desazón melancólica, añorando lo perdido y no sabiendo de qué modo enjuiciar lo nuevo para creer que todo ha sido para bien, para mejor.

Recuerdo verjas elegantes, que se fueron a rodear la actual sede de ASPNAIS; muretes de granito por donde, cuando niños, nos gustó encaramarnos llevados de la mano por nuestros padres; bolas de granito, que no sé a dónde han llegado en su rodar; recuerdo farolas grandes, elegantes, que tras pasar modificadas a colgar en la fachada del Palacio, se han ido tampoco se sabe a dónde. Recuerdo fuentes de diseño acertado y sonido entrañable que refrescaba los calores veraniegos. Por recordar, recuerdo muchas cosas de ese sitio, seguro que compartidas por otros lucenses, pues todos tenemos pedazos de nuestras vidas asociados a ese lugar.

Luego, no sé a quién se le ocurrió, llegó el último cambio. Tal vez se creyó necesario darle un toque de modernidad, no lo sé. Pero lo que se hizo nos dejó boquiabiertos.

Hay quien dice que aquello es una marea de hormigón. Pero en lo de San Marcos, la verdad, yo no veo ni un centímetro cúbico de hormigón. Veo materiales nobles como son mucho granito y algo de mármol. Granito, sí, el mismo material con que está construida nuestra Catedral, el edificio del Ayuntamiento, la iglesia románica de Meilán o la gótica de San pedro. Con ese granito está construido de manera mayoritaria lo de San Marcos. Hay también mármol blanco, el mismo de los ángeles del altar mayor de nuestra Catedral. ¿Acaso falló aquí el material empleado? De ninguna manera, pero el material de construcción siempre ha sido un medio eficaz para que un constructor avezado hiciese realidad su idea. Gracias a ellos, en todos los tiempos los pensamientos, los sueños del arquitecto se hicieron realidad para disfrute de aquellos a quienes iba dirigida la obra, nosotros.

¿Falló tal vez la idea constructora? No lo sé, pero algo tuvo que fallar, pues encuentro desastroso todo aquello. Los árboles dan lástima colocados al tresbolillo, pretendidamente protegidos por alcorques de lajas de pizarra. Cubos de granito de diversos tamaños con aristas biseladas, eso sí, para no provocar daños. Bancos con asientos y respaldos de madera carente de protección y a punto de iniciar su proceso de putrefacción. Farolas de formato incomprensible aunque con láminas que eviten la fuga de luz hacia el espacio y así no estorbar el vuelo de las aves nocturnas. Tal vez modernidad no bien asimilada y digerida.

Hay una cosa que agradezco a este sitio, pues en una ciudad tan dada a discrepancias en la que cada uno tiene su opinión, lo de San Marcos ha conseguido aglutinar el rechazo de la inmensa mayoría de lucenses, si no la unanimidad. Tiene su mérito.
Valadé del Río, Emilio
Valadé del Río, Emilio


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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