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Plaza de Ferrol

lunes, 31 de mayo de 2021
Me gusta mucho esta plaza. La encuentro llena de vida y de amplitud, mucha amplitud. La cruzo a diario, cuando me adentro en la zona amurallada, y siempre encuentro en ella detalles que me gustan. Puesto que ya hablé de sus jardines, hoy comentaré el entorno que veo en ella.

Los edificios, múltiples y variados, corresponden a diferentes épocas y por tanto, a estilos. No hay dos que concuerden entre sí, pero como todos ellos se levantaron con pretensiones de belleza y singularidad, el conjunto resulta hermoso y elegante.
Plaza de Ferrol
En la plaza coexisten de manera armónica la iglesia, con su fachada barroca que semeja un encaje de granito y un digno edificio oficial. Hay restos de un antiguo cuartel en expectativa de destino, vemos también un ejemplar racionalista felizmente en vías de restauración y, lógico, algún ejemplar de construcción moderna con aluminios simulando galerías. Ninguno desdice de los demás y como, además, hay suficiente amplitud, vemos los edificios con suficiente distancia, de modo que en ningún lugar de la plaza nos sentimos agobiados por ellos. Más bien todo dispuesto para generar un ambiente acogedor para cuantos pasan por allí o escogen la plaza como destino para descansar un rato. Si es así, la plaza tiene muchos bancos en los que tomar el sol o acogerse a una sombra reparadora.

En el entorno ciudadano, estamos en una plaza de reciente construcción. Fue entrada, más o menos, de la cañería que traía agua desde el Castiñeiriño. En este año (2021), se han puesto allí restos procedentes de una conducción realizada en tiempos del Obispo Izquierdo. Se trata de piezas de conducto y una arqueta. Me gustan allí, junto con la placa explicativa. Es bueno que se vayan sabiendo estas cosas por propios y extraños, aunque me gusta más que lo sepamos los propios, los de siempre, los que estamos llamados a defender y valorar lo nuestro.

También en esta plaza hubo un hospital, junto a la Puerta Falsa, y un cementerio. El hospital estaba dedicado a San Bartolomé, por eso aparece su imagen en la fachada de la iglesia. Adosado a la iglesia encontramos la sede de un colegio de monjas, colegio cargado de recuerdos, siempre entrañables, para muchos lucenses. Hoy, otros colegiales juegan en el jardín de la plaza generando una algarabía que contribuye al paisaje sonoro del lugar.

Me gusta la parte de jardín que hay junto al antiguo cuartel. Para mi entender es una zona cuidada, con setos y arbustos recortados con esmero. Tal vez esta poción ajardinada sea la que más rosales tiene en Lugo. Si nos fijamos con atención, vemos algunos naciendo de céspedes actuales, lo cual nos indica que antes hubo otros diseños de jardín y estos rosales son testigos de ellos. Tal vez, aprovechando los muchos existentes, ésta sería una bonita parcela para construir una rosaleda, no sé.

Tras la iglesia, hay una marquesina vieja que no sirve para nada, pero que nadie retira. Me duele un tejo recortado en forma de hermosa cúpula oriental, que está agredido por un viejo cartel metálico correspondiente a entidades ya inexistentes. Parece que no hay nadie capacitado para quitarlo.

Y está el cuartel. El lujo de un edifico del siglo XVIII con el que, de modo inexplicable, no se sabe qué hacer. Para mí es increíble disponer de un edificio así en un entorno cargado de historia y no tenerle definido un destino. Me gusta el edificio, proporcionado, armónico y, la verdad, tan respetado. Tal vez sean pocos los que se han dado cuenta de que a lo largo de los años, y van muchos, en los que este edificio lleva vacío, nunca apareció ni una pintada en sus paredes blancas. Sabemos respetar lo respetable.

Paseo por la plaza. Veo y evoco. Me gusta lo que veo, pero recuerdo confusamente el chalé de Cobreros y lo que hoy sería el palacete de Barras Eléctricas. Si sumo al Gran Teatro y al Central Cinema, tengo una lista, incompleta, de bienes patrimoniales que hemos perdido de modo irreversible. Yo temo por el futuro del antiguo cuartel. Sin destino, a veces me parece que su existencia molesta a quienes mandan. Y eso me hace temblar.
Valadé del Río, Emilio
Valadé del Río, Emilio


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