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El Tango en París

jueves, 27 de mayo de 2021
Antes se decía que los argentinos eran unos italianos que hablaban español, se vestían en Londres, tocaban un acordeón alemán y soñaban con París. Quizás hoy habría que agregar que veranean en Punta del Este y guardan la guita en Miami. Es que somos universales. Y desde hace unos años nos hemos propuesto tener representantes hasta en los más remotos lugares del mundo.

Que parecemos (más bien somos) italianos, basta con intentar cruzar una calle de Buenos Aires para sentirse en el centro de Nápoles. Todavía no se ha inventado un semáforo rojo que sea capaz de detenernos, por más que los hagan cada vez más grandes. Como ellos, los italianos, somos anárquicos. No nos gusta la burocracia, las esperas, las vueltas. Si los tanos inventaron la "tangente", nosotros descubrimos la "coima". Ambas funcionan de maravillas, cuestan dinero pero ahorran mucho tiempo.

Todo el mundo sabe que hablamos español. Eso sí, una versión propia, el "rioplatense", y con el complemento del lunfardo.

Décadas atrás, en la época dorada de Argentina, unos enormes grandes almacenes se instalaron en Buenos Aires. Harrods o Gath y Chaves, donde se vestían los porteños de entonces, son unos ejemplos. La famosa farmacia La Franco-inglesa (después de la guerra de las Malvinas quedo solo La Franco) y una copia de Big Ben en una céntrica plaza dan testimonio de las buenas relaciones. No hay que olvidar que los británicos nos ayudaron a independizarnos de la Corona Española, tal vez para devolverle el favor que los Gálvez y otros peninsulares les brindaron a los norteamericanos, a fines del 1700, en la guerra contra las fuerzas de su Graciosa Majestad.

El instrumento musical que nos identifica, el bandoneón, fue inventado en alemania, y hoy es más nuestro que la escarapela.

¿Y París? ¿Qué tiene París? Está en el corazón de la mayoría de los argentinos. De los argentinos que saben dónde queda París. Fue el lugar elegido para su exilio por el General San Martín, y también vivieron ahí Julio Cortazar o Astor Piazzolla entre otros muchos célebres compatriotas. Pero fue el tango el que se ganó el corazón de los franchutes, disfrutando de actuaciones de los principales intérpretes de aquellos años, como Carlos Gardel. Y París atrajo como un imán a muchos románticos rioplatenses, y se convirtió en un sueño colectivo, como lo certifican las letras de unos preciosos tangos. He seleccionado algunas perlas.

Tirao por la vida de errante bohemio/ estoy, Buenos Aires, anclao en París;
curtido de males, bandeado de apremios,/ te evoco desde este lejano país.

Lejano Buenos Aires,¡qué lindo que has de estar!
Ya van para diez años que me viste zarpar.
Aquí, en este Montmartre, faubourg sentimental,
yo siento que el recuerdo me clava su puñal.

Mezcla rara de Museta y de Mimí/ con caricias de Rodolfo y Schaunard,
era la flor de París/ que un sueño de novela trajo al arrabal...
soñaba con Des Grieux,/ quería ser Manon.

Francesita,/ que trajiste, pizpireta,
sentimental y coqueta/ la poesía del quartier,
¿quién diría/ que tu poema de griseta/ solo una estrofa tendría:
la silenciosa agonía/ de Margarita Gauthier?

Yo sé que aún te acuerdas del barrio perdido,
de aquel Buenos Aires que nos vio partir,
que en tus labios fríos aún tiemblan los tangos
que en París cantabas antes de morir.

Siempre te están esperando/ allá en el barrio feliz,
pero siempre está nevando/ sobre tu sueño, en París.

Mademoiselle Ivonne era una pebeta
que en el barrio posta del viejo Montmartre
con su pinta brava de alegre griseta
animó las fiestas de Les Quatre Arts...
Era la papusa del Barrio Latino
que supo a los puntos del verso inspirar;
pero fue que un día llegó un argentino
y a la francesita la hizo suspirar...
Han pasao diez años que zarpó de Francia,
mademoiselle Ivonne hoy es solo madame,
la que al ver que todo quedó en la distancia,
con ojos muy tristes, bebe su champán.
Ya no es la papusa del Barrio Latino,
ya no es la mistonga florcita de lis...
ya nada le queda... ni aquel argentino
que entre tango y mate la alzó de París.

Como se ha comprobado, hace tiempo que los argentinos sabemos convencer con nuestro chamuyo irresistible. Por lo menos a algunas minas.

Letras de Blomberg, Cadícamo, Delfino, Gonzalez Castillo, Grandis, Laurenz, Maciel, Maffia y Pereira.

Andrés Montesanto, médico, escultor y escritor argentino residente en Málaga.
Montesanto, Andrés
Montesanto, Andrés


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