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Los políticos

jueves, 06 de mayo de 2021
Escribía en una ocasión que las personas, igual que las hojas de los árboles, tenemos anverso y reverso, y que lo que a unos nos parece un defecto, para otros es una virtud. Y, si hablamos de la clase política, ocurre que las virtudes y los defectos se acentúan porque le exigimos un comportamiento ejemplar, sin considerar que son mujeres u hombres igual que nosotros. Lo que los convierte en distintos es su perfil ideológico, lo que nos lleva generalmente, según coincidencia o no, a simpatizar o convertirlos en simples vecinos. Y siguen siendo las mismas personas. Las gafas ideológicas habitúan a nublar la razón, distorsionar la imagen o reparan en cualidades o fallos que no habíamos percibido.

Lo que parece cierto es el hecho diferencial de posicionarse de estos ciudadanos. Porque, el situarse en un lado u otro, manifiestan al mundo los ideales o intereses que los mueven. Además, eso conlleva defender posturas y compañías con las que, por lo general, se está de acuerdo. Los mayores problemas que creo se les pueden plantear son defender pensamientos que no comparten o soportar a compañeros difíciles de digerir. Estoy hablando de principios ideológicos que son el ADN de las siglas y compañeros que vienen en el "paquete" y con los cuales puede llegar a haber profundas diferencias. No todo el mundo milita en un partido por los más nobles ideales, sino que, desgraciadamente, la política también puede ser trampolín para metas tan miserables como el dinero. Y esas situaciones se repiten en todos los partidos por la disciplina y las directrices de los dirigentes. El libre albedrío y la compañía les viene impuesta y puede ser un obstáculo para la militancia de aquellos que no acatan instrucciones o compañías que no les gustan. Una cosa es la disciplina y otra muy distinta la conciencia. Se defiende con ardor aquello que se cree y no lo que nos hace dudar. Particularmente, pienso que es una asignatura pendiente en todas las organizaciones.

A la hora de votar cada cual piensa a su manera. Sin duda la formación política es muy escasa, no sólo en España, sino en otros muchos lugares. La fuerte presión social de partidos y medios afines habitúan a distorsionar la realidad de manera torticera, demagógica y falaz, y la manipulación y el uso de tecnología como las redes sociales están a la orden del día. Mentiras, infundios, noticias falsas, manipulaciones... esconden tras sí las maquiavélicas faltas de respeto a la ciudadanía. Pero también reflejan la catadura moral de los responsables.

Hay personas que a la hora de votar anteponen el bien común a sus intereses y eligen, según le dicta su conciencia, buscando lo mejor para el País, sin mirar las siglas ni los líderes; otros, en cambio, se aferran a su ideología y, aunque encuentren actuaciones reprobables, las justifican o les restan importancia,sin desmarcarse de sus postulados. La mayoría, desinformada, poco atenta al devenir y, por tanto irreflexiva y manipulable, es víctima inocente de los tramposos de toda la vida. Son el caladero de televisiones y periódicos, siempre al servicio-vía subvenciones- de los poderes económicos, quienes realmente colocan a los políticos en los parlamentos, cual marionetas de diverso rol y a su servicio.

Los gobiernos de cualquier signo son, desgraciadamente, esas marionetas de grandes lobits, grupos de presión, mercaderes de la Bolsa... y demás fauna depredadora. Aquí los políticos son sólo peones con precariedad laboral, interinos, siempre expuestos al capricho de los grandes capos. De la honradez a la inmoralidad no hay más que un mínimo salto o capricho del mandamás. Después están los dossieres, los espías, los chantajes y el desprestigio... o la subida a los altares.

Vivimos en un mundo de verdades y mentiras; de problemas reales y artificiosos decorados; de perfiles falsos y de bulos interesados; de hombres honestos y tahúres taumaturgos; de corrupción sin limites y de hombres pobres... Lo que importa es saber discernir con limpieza y veracidad. Conocí a algún político que murió con la misma dignidad que había vivido, ligero de equipaje y ejemplo para los demás. Desgraciadamente, una minoría muy selecta.

Ante este panorama, siendo cierto que la mayoría de los ciudadanos estamos preocupados por buscar el mejor gobierno para la ciudadanía, la realidad nos muestra una enorme desconfianza de la clase política. A algunos nos parece que, en medio de la excelencia que se supone,en ella no están los ciudadanos más fiables que podemos conocer, sino personas de diversas categorías sociales de las que no conocemos muy bien sus intenciones. Lo que está claro es que el partido busca a los mejores de los que se postulan y que su elección supone un estatus de consideración social y económico.

En un País en el que los mejores huyen de la responsabilidad por desconfianza, los mediocres buscan en la política un estatus que de otro modo no alcanzarían, y, por otra parte, la gran masa apenas se aproxima con cierto conocimiento al fenómeno social más importante para sus vidas, es fácil intuir que necesita cambios profundos. Si la taberna es nuestro foro político y la descalificación insultante el argumento, si la crispación se impone al diálogo, y la cerrazón ideológica al pensamiento libre, entonces diríamos antes: apaga y vámonos.

Pero el problema es que no podemos irnos, ni dar pasos atrás, como quieren algunos, para volver a la dictadura. No. Aquellos son tiempos felizmente desaparecidos para el bien de la sociedad por más que mentirosos, privilegiados nostálgicos e ignorantes los defiendan. Conviene pues reforzar o mejorar las instituciones, y para ello convendría ser capaces de encontrar un camino tendente al bien común. Decía a este respecto el otro día un afamado columnista y periodista gallego que, después de haber vivido en primera persona la transición política, el mayor fracaso que había encontrado a lo largo de su vida era la gran brecha económica entre la ciudadanía.

Pues bien, si sabemos que otro de nuestros vecinos, con el diferimos en el campo ideológico, padece los mismos problemas que nosotros, nos convendría saber que el verdadero enemigo común en realidad no es la ideología, sino esa fauna depredadora de los grandes truts económicos. Si, EL GRAN LADRÓN, esa amalgama de capos mafiosos que gobierna el mundo y son los que empobrecen cada día más a la clase trabajadora, los que planifican los cierres de las empresas, los que cambian a los gobiernos como cromos, los que dirigen a los políticos, los que adecuan la economía sus fantásticos dividendos. .. Porque es un viejo error seguir hablando de Comunismo y Capitalismo. China y Estados Unidos sólo creen en el dinero. Adam Smiht y Marx son filósofos superados. Aquí sólo hay una realidad: RIQUEZA Y POBREZA y es hora de que superemos las diferencias ideológicas y nos planteemos combatir al enemigo común.

La filosofía que atormentaba a nuestro periodista de la diferencias económicas tan brutales y el haber pasado toda una vida tratando de lograr un mayor equilibrio, denota la verdadera calidad humana del periodista en cuestión, por encima de truculentas divergencias de si es de derechas o de izquierdas. ¿ Qué más da? Lo importante es luchar por ese equilibrio que requiere una sociedad más justa. Ese llevará mi voto.

Si, son esos grandes y anónimos emporios económicos, defraudadores de todo tipo, entes sin alma capaces de quemar cosechas y matar millones de personas de hambre para mantener sus cuentas de resultados, son ellos los que realmente legislan, los que adecuan los sistemas a sus intereses, los que usan a los políticos, para legislar sirviendo sus intereses, como siervos medievales... y bueno sería que éstos tuvieran la humildad de reconocerlo y antepusieran cortar las alas a tanto golfo por encima de diferencias ideológicas.

No quisiera terminar este artículo sin dejar de reconocer el esfuerzo y los sacrificios que conlleva ser político. Muy al contrario, creo que hace falta ser de una pasta especial para soportar los improperios, descalificaciones y desconfianzas que generan. Ahora bien, si unos son honestos y no merecen otra cosa más que aplausos y reconocimientos; otros, en cambio, corruptos, enriquecidos a costa de ese trabajo,golfos, serviles y tramposos han de ser repudiados y enviados al ostracismo. Urgen cambios, savia nueva e ideas que antepongan el bien común a un mundo de privilegiados y una gran masa de pobres.
Timiraos, Ricardo
Timiraos, Ricardo


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