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Del Franquismo a los trileros

lunes, 26 de abril de 2021
Los que hemos nacido en el Franquismo conocimos de primera mano la división clara que había entre los vencedores y perdedores de la Guerra Incivil y, aunque en nuestros estudios se rehuyera la reciente Historia ( 2ª República y Golpe militar del general Franco), supimos que vivíamos en un Régimen autoritario donde los vencedores acaparaban el bienestar y los vencidos soportaban los abusos.

Por entonces se suponía que el tiempo curaría heridas y serviría para corregir las arbitrarias e injustas situaciones y así lograríamos recuperar la democracia, que se nos había arrebatado con el Alzamiento. Eran los sueños, al menos de los vencidos, y la gran esperanza de una convivencia pacífica.

La muerte del Dictador pareció el golpe de inflexión para restablecer la convivencia y poco a poco se fueron autorizando los partidos políticos hasta alcanzar unos acuerdos que desembocaron en la Constitución de 1978. Se había recuperado la Monarquía para realizar una labor de representante institucional y el gobierno surgía de unas elecciones democráticas.

Aparentemente todo parecía caminar por los definitivos derroteros de reconciliación, sin embargo las fuerzas reaccionarias intentaron nuevos alzamientos hasta llegar al 23 -F ( Asalto del Congreso o Golpe de Tejero).

Durante cuarenta y tres años hasta la actualidad se han venido alternando diversos gobiernos( UCD, PSOE, PP, PSOE, PP, PSOE..) con apoyos puntuales de grupos minoritarios que han servido para configurar las mayorías parlamentarias.

Todo, aparentemente, parecía discurrir por derroteros aceptables marcándose prioridades según criterios ideológicos. Mientras los conservadores, muchos de ellos empresarios y capitalistas, son los dueños del pastel y defienden la iniciativa privada, los valores tradicionales y buscan los apoyos de las clases dirigentes e instituciones como la Iglesia, los progresistas, trabajadores liberales, intelectuales y básicamente el mundo obrero, son partidarios de potenciar la salud, la educación y los servicios sociales. Mientras los primeros propugnan la reducción de impuestos y la privatización de los servicios públicos, los progresistas saben que, si no se llenan las arcas públicas, es imposible una política de ayudas a los más desfavorecidos. Todo se ciñe a un concepto de filosofía personal en donde no faltan influencias religiosas, educativas, hábitos adquiridos, intereses empresariales y maniobras acosadoras de bancos, eléctricas y demás fauna económica. Es cuestión de prioridades.

En este campo es el que se va a dar lugar a la confrontación ideológica.
A mi entender, el mayor problema planteado, no es ya las antagónicas posiciones ideológicas, sino la catadura moral de los púgiles en cuestión.

Si uno se fija en los políticos que puede conocer, es posible que encuentre alguno honesto, que lucha por unos ideales con coherencia y ardor; ahora bien, cuando uno profundiza un poco en los personajes, se puede encontrar con la desagradable sorpresa que el político en cuestión es un pícaro más de la España del Buscón. La golfería no tiene ideología y se puede encontrar en todo tiempo y lugar.

Antes, no conocíamos a los políticos y no sabíamos sus andanzas a no ser que diéramos con algún libro costumbrista. Ahora, en cambio, de la mayoría podemos saber hasta como se llama su perro y leer su declaración de bienes que, en la mayoría de los casos, nos tiene alucinados. Casi todos son pobres. Y así te puedes encontrar un padre de familia, con cuatro hijos y separado, que no trabajó nunca y es diputado. En mi entorno nadie se lo puede permitir. Y por supuesto, sabe de reformas laborales, lo que cobran los menas y cosas así. O a una presidenta de una comunidad autónoma que, acabada la carrera, ante las dificultase de vivir de ella, se afilia al partido y lleva más de veinte años cobrando de los chiringuitos que se montan para los propios del partido. Y a mayores consigue un aval para papá de 400.000 euros. Dinero que me gustaría encontrar en las arcas públicas.

Y un tercero que no declara sus propiedades o comete irregularidades múltiples. O una altiva mujer, que construye lofts sin licencia y estafa a ciudadanos, y es capaz de salir en la tele dando clases de como arreglar la Comunidad con discursos de odio y prepotencia sin límites. ¿Cómo se puede tener tanto morro? ¿Y cómo puede ser tan ciega la ciudadanía que permita que lleguen estos personajes a los parlamentos? Sólo he mostrado unos botones, pero hay muchos más.

Ante este panorama es tal la degradación de la clase política que su credibilidad resulta muy escasa y, cuando parece que alguien trae agua fresca, resulta que acaba siendo un golfo más o un impostor.

¿Qué calaña de gente nos gobierna cuando un vicepresidente del gobierno acaba en la cárcel? ¿Quién es la mente maquiavélica que crea tantos casos de corrupción? ¿De qué credibilidad puede presumir un individuo que proclama la defensa de los desheredados y a las primera ocasión que se le plantea se compra un casoplón de lo más guay? ¿Dónde están ahora los grandes próceres que criticaban las puertas giratorias? ¿Qué fue de la chaqueta de pana? ¿Por qué algunos usan la muerte de su hermano asesinado para conseguir con escaño? Existen otros trabajos. ¿Cuántas chaquetas ideológicas puede usar una persona?

Señores, hay una cosa que se llama dignidad.

No hay como el tiempo para ver el trabajo, la coherencia y la sinceridad de las personas.

Resulta evidente que las posturas políticas, por ser antagónicas, generan discrepancias, pero cada persona, sin necesidad de inscribirnos en ningún partido, puede simpatizar con esta o aquella idea.

De siempre he creído y creo que la igualdad entre los ciudadanos es el mejor remedio para la justicia social y que la bolsa es el botín de depredadores y buitres que, bajo aspecto humano, saquean a sus hermanos del modo más cruel y muchas veces hasta revestidos con la cruz. Y en esa postura, ante la pandemia, priorizo la salud al negocio, la ayuda solidaria a la falsa caridad de los que niegan derechos a emigrantes, diferentes y demás marginados.

Una vez más, hemos visto que, mientras muchos priorizamos la salud por encima de la economía, otros, sin embargo, no tienen inconveniente en abrir espacios de contagio con la disculpa de la actividad económica. Cuando hablamos de cosas como comunismo o libertad y otras sandeces, convendría reflexionar y ver el trasfondo económico y la demagogia de la cerveza para no confundir churras con merinas. La libertad es lo que robaron algunas decisiones políticas en la pandemia cuando no permitieron llevar a los ancianos a los hospitales. ¿ Dónde está el derecho conculcado de los ancianos? ¿Algún día habrá juicio contra los responsables de tan inhumana decisión? ¿ Dónde está mi derecho a poder salir sin miedo, conculcado también, por haber usado medidas tan lasas y permitiendo que se repitieran ola tras ola? De libertad y solidaridad convendría reflexionar quien reclama la apertura de su negocio, cierre que nadie desea, pero también debiera velar por la salud de sus clientes .Y es que cuando priorizamos el dinero a otras cosas, sin darnos cuenta, quizás nos prostituyamos. La avaricia usa gafas muy gordas.

Ciertamente, la pandemia ha originado gravísimas pérdidas. Desde muchas muertes hasta ruinas económicas que nadie desea. Y todos debemos velar por la recuperación y la ayuda comprensible de los afectados, lo que no es óbice para recordar que los medios a percibir pertenecen a la ciudadanía y deben ser fiscalizados a fin de evitar otras picarescas.

¡Ah! y sigamos buscando con la luz de la verdad personas limpias, generosas, trasparentes y honestas para los partidos, porque lo que hay, salvando honrosas excepciones, deja mucho que desear.
Timiraos, Ricardo
Timiraos, Ricardo


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