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De chulos y señoritos

lunes, 22 de marzo de 2021
Si uno es medianamente observador puede ver en cualquier lugar el comportamiento chulesco, abusivo y prepotente que habitualmente usan los "señoritos". Y uso el término "señorito" refiriéndome a aquellas personas que, ya por medios económicos, ya por influencias de todo tipo, ya porque se niegan a cumplir con las normas que rigen en la sociedad, actúan con menosprecio de las reglas de convivencia generando situaciones de falta de respeto del resto de los ciudadanos.

Lo curioso que estas personas acostumbran a hablar de que son educadas, de que poseen una carrera o, en su defecto, presumen de haber estudiado en colegios prestigiosos. Pero si usted se fija en su comportamiento, verá que el coche de alta gama que está escandalosamente mal aparcado, es de uno de estos personajillos, que se pasan la vida jugando al estúpido juego de la prepotencia y la presunción. No aparcan mal porque no encuentren sitio, aparcan mal porque así presumen ante los ojos de los que se escandalizan y de aquellos a los que en su fuero interno llaman plebe. Complejos de imbéciles o cretinos de los que estamos servidos. En sus elitistas estudios han recibido clases de educación y respeto, pero nunca hicieron las prácticas.

Ahora con la pandemia, uno trata de practicar aquel sabio principio de más vale prevenir y es por lo que apenas sale a la calle, pero las pocas veces que lo hace, constata que el desprecio de las mascarillas es el reflejo también de esa postura o bien la inconsciencia más absoluta de una parte escandalosamente grande de la ciudadanía.

Ser chulo, desconsiderado con las recomendaciones médicas y usar tópicos descalificantes de los científicos sólo demuestra la verdadera capacidad mental de estas gentes con argumentarios tan deficientes como su verdadera educación. Ellos huyen de ser personas comedidas y sensatas y necesitan cumplir con su ritual de exhibicionismo. Por ello abogan por la apertura de bares -no pueden vivir sin ellos- por relativizar cualquier advertencia, y se atreven a montar fiestas y botellones riéndose de las medidas cívicas ordenadas por las autoridades. En este apartado conviene incluir a miembros de la farándula, olvidados por el devenir de la vida, que tratan de revivir su pasado a base de ideas peregrinas, cuando no negacionistas. Los egos de los dioses a veces les juegan malas pasadas.

Y a rio revuelto, ganancia de insolidarios, más atentos a votos o beneficios que a la salud de los enfermos, más pendientes de sus subvención que a combatir realmente la pandemia, más propensos a descalificar a quien trabaja por arreglar la situación, que en reciclar su egoísmo.

Y es que la chulería, la prepotencia, esa altivez que proporciona la admiración de los serviles, la impúdica permisividad que dan las relaciones y, sobre todo, el manejo de dinero, abren la puerta del abuso a toda esa gentuza de la que resulta cómplice quien la asume y acepta.

Locos andan ya con la palabra libertad como bandera. Sí, sin lugar a dudas siempre abogamos por la libertad; pero no por la demagógica libertad de Isabel Díaz Ayuso, que convierte a Madrid en el nuevo Magaluf y pone en riesgo a miles de madrileños, sino que hablamos de la libertad que reclamaban los ancianos muertos en las residencias y no fueron derivados a los hospitales por instrucciones de su Comunidad. De ahí a los campos de concentración nazis poco trecho queda.

Sí, hablamos de chulos, señoritos y prepotentes. He aquí la versión femenina de este tipo de personal.
Timiraos, Ricardo
Timiraos, Ricardo


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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