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Libertad de expresión

miércoles, 24 de febrero de 2021
Los que hemos nacido en plena dictadura, y nos hemos dedicado a escribir sobre temas sociales, sabemos lo que significa libertad de expresión, porque durante mucho tiempo hemos sentido sobre nuestras cabezas la espada de Damocles de poder ser encausado alegando esta u otra ley.

Esa amenaza la hemos sentido, y la seguimos sintiendo, porque, si bien ahora estamos en democracia, la cosa no ha cambiado mucho, aunque le hayan dado una mano de barniz. Hay temas tan "sensibles", como el tratar de mejorar el servicio de las fuerzas de seguridad, denunciando ciertos comportamientos que, por permisivos, puedan resultar poco edificantes y
hasta escandalosos, y parecen ofender, más que ser tomados en cuenta para corregir errores.

Por ello, urge reformar la ley Mordaza y otras que supongan excesos de autoridad y, sobre todo, falta de autocrítica, labor en la que somos expertos por el mucho cuidado con el que hemos escrito nuestros mejores deseos de cambiar, para mejorar, la sociedad. Muchos somos los que no escribimos para insultar, ni tampoco molestar a nadie, sino para corregir actitudes que dejan mala imagen de aquellas instituciones que deben ser espejos de recto proceder.

Y este trabajo, de denunciar hechos para mejorar lo defectuoso de nuestro entorno, casi siempre es visto, ya como un ataque personal, ya como un reproche al afectado en cuestión. Sea individuo, sea institución. Y ni una cosa ni otra: es una denuncia de un acto corregible para que se puedan subsanarse los fallos. Veamos un sólo ejemplo: Denunciar que un empleado público se escapa de su oficina habitualmente, no es un ataque a la persona, sino tratar de corregir una actitud para que dicha institución sea más eficaz. La sociedad mejora, si cada uno de sus miembros somos capaces de realizar autocrítica y corregimos nuestros errores.

Viene esto a colación porque, eso que es preciso, es libertad de expresión también, pero no parecida a la que ahora mismo se reclama para el rapero encarcelado.

Hay mucha movida con él y, aunque en algunas afirmaciones pueda gozar de cierta comprensión, en otras me parece que son vomitivas y desprenden un odio que descalifican ante mis oídos, cualquier atisbo de arte. Mejor sobredosis de odio y afán de notoriedad. El exabrupto en vez de arte.

Eso me lleva a pensar en que los que creamos opinión con nuestros escritos, aunque tengamos escaso eco, deberíamos ser lo suficientemente sensatos para sopesar nuestras opiniones y, antes de hacerlas publicas, reflexionar – como diría mi viejo profesor: pensar dos veces lo que se va a decir-. Los exabruptos de todo tipo dedicados a cualquiera, incluso aunque sean deleznables sus conductas, no aportan nada positivo a la sociedad, y mucho menos a la poesía,y al arte en general, donde la sensibilidad y el buen gusto son parámetros a sopesar.

Y al hablar de sopesar, es necesario, sin menoscabo alguno de reivindicar lo preciso, un respeto, una educación y un modo de hacerlo que no entrañe enardecer a las masas sin responsabilidad ninguna y llevándola por derroteros que nada tienen que ver con la libertad de expresión. El saqueo de las tiendas es vandalismo puro y duro del que no se debiera responsabilizar al rapero, pero posiblemente consecuencia desafortunada de su postura extrema.

La sociedad hoy está viviendo tiempos convulsos y de consecuencias imprevisibles, por ello urgen los poetas y otras gentes valientes y sinceras que traten de mejorar la sociedad en que vivimos. Decir las cosas y exponerlas públicamente, entrañan ser conscientes de lo que conllevan las ideas, de las que sólo es responsable el que las dice, ni el medio ni su entorno; y el revanchismo que pueda sufrir, sólo es un reflejo de la miseria moral del aludido. Si uno es autocrítico, reconoce su fallo, se corrige y toma la crítica como lo que es: un intento de mejorar de la sociedad.

Y esto vale para todo hijo de vecino.

Ser crítico implica ser diferente del cómodo, del pasota, del resignado al abuso, del pelotillero en cuestión, del pusilánime, del servil, del mezquino... ser crítico implica ser mal visto, despreciado, despellejado, sufrir revanchas, calumnias... y, sobre todo, ser observado con lupa para que su enemigo pueda exagerar sus defectos.

La libertad, esa palabra que tanto nos gusta y tanto prostituyen algunos, es buena para todo. Para la expresión artística y para otros aspectos de la vida. Y la libertad no tiene peros.

En cuanto a lo que es arte, reconocerla no es tarea baladí. Por eso, entendiendo por ella el espacio de libertad para la comunicación estética, no reconozco, en lo que he leído de las manifestaciones del polémico Rapero, ningún valor estético merecedor de mi consideración y aplauso. Muy al contrario, el insulto, la incitación al odio, el macabro juego de defensa de terroristas y otras lindezas, quizás le sirvan al personaje en cuestión para adquirir notoriedad, pero todavía le faltan crear espacios de tolerancia, de serena reflexión, de creación estética... donde podamos confluir sentimientos. Y llamarle hoy a este individuo artista es para mí abusar de un espacio abierto donde caben muchas cosas, generalmente opuestas, a lo que él considera arte. Quizás panfleto o manual de la violencia sean más adecuados.

La libertad de expresión, si todavía estamos sometidos a leyes como la Mordaza, no existe como tal. Sólo se permite no molestar demasiado. Eso no implica, que usando mal la libertad propia, nos esté permitido fomentar el odio, hacer llamamientos a las armas, la marginación... y otras lindezas de determinados personas, que bajo el auto proclamado titulo de artistas, prostituyen los postulados que implican el arte como la tolerancia, la fraternidad, la no violencia, el respeto...

Y, para terminar, ante mi pregunta por la poesía social, me decía en una ocasión el poeta Ángel González, premio Principe de Asturias y Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, que la distancia entre ella y el panfleto político es mínima. Quizás, visto este nuevo "creador", no sea tan mínima.

En mi carro no cabe tanto odio porque no veo la belleza sino que siento nauseas.
Timiraos, Ricardo
Timiraos, Ricardo


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