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Una cruda nevada, como la de Goya

martes, 19 de enero de 2021
Los paisajes blancos del invierno tienen una larga tradición en la pintura, gran parte de ellos con un vis lúdico: así los representaría Brueghel el Joven o los pintores flamencos del XVII y, más claramente los ingleses del XVIII, fans del patinaje y pioneros en representar escenas deportivas que comunican diversión y descanso: las imágenes del deporte y el juego en la naturaleza comunican visiones positivas de la vida, donde se reflejan las posibilidades de tregua ociosa en medio de la lucha diaria.

Más adelante aparecerían los paisajes nevados en las devotas postales de Navidad. La Una cruda nevada, como la de Goyaescena más clásica en las españolas ha sido la tierna visión del invierno conectada con la imagen de la Maternidad de la Virgen protectora: calor del Hijo en el más bello, apacible y crudo invierno de la noche del 24 de Diciembre: es la imagen de la esperanza en la Salvación, a pesar de las adversidades de la naturaleza natural- el gélido invierno- y de la crueldad humana.

Mientras tanto, en el mundo protestante fue surgiendo la reproducción de la nieve en las postales navideñas, asociada al árbol simbólico de las alturas, que se mantiene incólume con su hoja perenne en medio de las intemperancias del hielo, entre la nieve: la fe que nunca muere, que es imperecedera podría ser y es una de sus alegorías.

Al lado de esa transcendencia del árbol alto y espiritual de la montaña ha convivido una imagen del invierno asociado a los regalos y a los beneficios de los que creen en el Papá Noel o en los Reyes Magos, los que en su inocencia todavía esperan que los regalos pueden venir de el cielo: los niños.

Pero Goya, que casi siempre fue un heterodoxo, rompería entre 1876 y 77 con la iconografía de la nieve en su cuadro "La nevada", uno de los que componía el ciclo de las Cuatro Estaciones para el comedor del Palacio Real de El Pardo, representando el invierno. Eliminó toda referencia a los modelos del mundo clásico, casi siempre representado por un anciano calentándose a la lumbre del fuego, y también hizo desaparecer toda referencia cristiana, pintándolo desde una perspectina innovadora y pionera del realismo contemporáneo.

Integró como tema la crudeza del invierno y sus víctimas: las clases sociales desfavorecidas. En este cartón para el tapiz de la nevada aparecen los pobres desprotegidos de abrigo en medio de la intemperie desolada, que expresa con el áspero viento, el árbol despojado de hojas y casi vencido, el infinito desierto blanco de hielo tras los desarrapados, y el contraste de toda esta ausencia con la opulencia de la matanza, representada en la imagen por el cerdo que portan los criados del amo rico sobre una mula. El sentido poético del paisaje se comunica con el desnudo integral -níveo y grisáceo- de las dunas heladas, sin habitantes, sin caserío. Este paisaje del vacío anuncia la estética romántica de lo sublime, que reaparecería más expresivo y evidente en las pinturas del alemán Friedrich.

Este enfoque del invierno se adelantó al realismo y al romanticismo a la vez, consiguió una fusión premonitoria de la modernidad de los estilos nuevos del S.XIX. Y, sin embargo, se encuadra en su tiempo, pues representa el pensamiento social crítico de los ilustrados españoles -Jovellanos, Menéndez Valdés...-, a la vez que es una imagen intemporal de la impiedad de la naturaleza.

Por todo llo, cuando lo he vuelto a mirar este Goya, lo he asociado a la extemporánea nevada brutal sobre Madrid, al frío invierno de la inclemente pandemia.
Pena López, Carmen
Pena López, Carmen


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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