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Nuestra salvación: la Fe

viernes, 15 de enero de 2021
A todos los seres humanos, imperfectos,humildes y valientes.

Los afortunados peregrinos que pueden realizar el viaje que lleva de Nazaret a Belén, entienden el por qué tan especial de este acontecimiento para el mundo cristiano.

Es harina de otro costal imaginar a José, el carpintero y su esposa María, albergando en su vientre al mesías prometido, a pie y a lomos de un burro respectivamente, solos ante un desierto, y los 115 km que separan ambas ciudades cubiertos de incertidumbre.

Nuestro Señor vino al mundo en este trocito de tierra venerado hoy en su templo por una estrella que representa tan magno acontecimiento y que miles de años después evoca en sus visitantes emociones que hacen que muchos de ellos se rinden ante él confirmando su fe.

Este viaje en tiempos de Jesús era tortuoso. Expuestos al frío por las noches y al incesante calor por el día, a ser sorprendidos por animales salvajes, sin luz, con temor a toparse con los poco hospitalarios beduinos.

Cuando somos capaces de realizar este trayecto a través de los ojos de José y de María, el corazón se encoge al comprender cuán grande fue la fe de ella al tiempo que su responsabilidad por cumplir la promesa de traer al mundo al salvador.

Durante tan tortuoso peregrinaje aconteció el tiempo del alumbramiento. María dio a luz su hijo, al que envolvió en pañales y junto a José y las bestias veló permanente sus sueños sin mas alojamiento que un pesebre y un lecho de paja.

Esa estrella representativa en la basílica de Belén que aparentemente está situada donde estuvo ese pesebre es hoy día nuestra guía.

Nuestra Navidad siglos después se ha celebrado con un arduo camino bajo nuestros pies que desde hace meses no cesa, expuestos a un peligro que no podemos ver y apenas enfrentar. Habiendo perdido en esta senda oscura amigos, familia, compañeros insustituibles y teniendo que renunciar a sentar en nuestros "pesebres" a aquellos a los que amamos. Soñando en la lejanía poder besarlos y abrazarlos.

Pero nuestra fe debe mantenernos en pie como lo hizo María cuando sintió el alivio en las palabras del ángel Gabriel diciéndole:

- No temas, porque has hallado gracia delante de Dios.

A lo que María desde su humilde grandeza respondió:

- He aquí la sierva del Señor, hágase conmigo conforme a tu palabra.

Esta es la herencia de nuestra fe: hagamos con nosotros mismos aquello que dijo la Anunciación. Seamos siervos de la precaución, de la austeridad, de la paciencia. Hagamos caso a aquellos que con su sabiduría, inteligencia e incansable trabajo velan por nuestra salud y salvaguardan nuestras frágiles vidas, amenazadas por un Herodes invisible, que como rey de Judea tampoco conocía de piedad ante hijos, hermanos o esposas.

Hagamos de nuestros hogares nuestro particular Egipto hasta que la esperada noticia del regreso a una tierra segura nos sea transmitida.

Seamos abnegados y valientes porque en ello reside nuestra fortaleza y en ella la manera de salvarnos.

Este que vivimos ahora no es nuestro destino, al igual que no fue el de la muerte de Jesús a manos de Herodes, y lo que hoy nos amenaza en un mañana venidero ya no lo hará más, porque en el valor está nuestra fuerza y en la fe nuestra salvación.
Begontina
Begontina


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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