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Plaza del Campo Castillo

jueves, 03 de diciembre de 2020
Me gusta mucho esta plaza por su diversidad de ambientes. También me gusta, y mucho, porque es como el vestíbulo ciudadano para el viajero que llega en bus.

Vamos a pensar en todo cuanto encuentra ese supuesto viajero que llega a nuestra ciudad. Lo primero, tras dejar atrás unos jardines cuidados, una fuente del escultor Manuel Mallo y el homenaje a Pelúdez, es una hermosa vista de nuestro monumento emblemático y una magnífica puerta de acceso al recinto amurallado, abierta con diseño de Nemesio Cobreros con porte clásico, sereno y señorial. A la derecha de la puerta, un lienzo del Reducto Cristina, Plaza del Campo Castillorecuerdo de guerras civiles pasadas y a la izquierda, un atractivo tramo de la muralla. La ronda ajardinada y con bancos invita a soñar en todo cuanto se puede encontrar al cruzar la puerta. Todos deben pasar por ella si quieren adentrarse en la ciudad que, con esta vista inicial, se hace prometedora de múltiples maravillas.

El acceso a la plaza se realiza poco a poco, pues el pasaje bajo la puerta es algo largo y, según nos vamos adentrando, adivinamos diversos detalles capaces, por ellos mismos, de encandilar a quienes lleguen. Imagino un barroco urbano de contrastes que no nos permite ver la amplia plaza hasta que estamos inmersos en ella.

Nos encontramos con una hermosa plaza airosa, despejada, alegre. Es irregular en su trazado, amplia y con ambientes bien dispares. Tiene parte ajardinada, jardín infantil, terrazas con sombrillas, bares de tertulias y gente, mucha gente que viene y va de un sitio para otro. Este lugar es tanto de paso como de reunión, llena de vida. Vida sanamente provinciana, no lo discuto, pero vida traducida en actividad y entretenimiento. En ella nos encontramos con amigos, intercambiamos novedades, vivimos. Eso se nota y lo perciben quienes entran a la plaza para visitarnos. La ciudad bulle en esta plaza.

Llena también de recuerdos. Siempre me han gustado los restos arqueológicos dispersos en el césped de uno de los bordes ajardinados. Cosas frecuentes en nuestra ciudad: porción de una tubería, un escudo, una semiesfera, todo en granito y una bonita prueba de lo que, con ojos ávidos, es posible encontrar en nuestro paseo por Lugo. Pero como quien no quiere la cosa, representamos allí lo de siempre en Lugo: estructuras, servicios, adornos y familias. Pocos se detienen a contemplarlos, pero se ven, se intuye, no se olvidan.

Hay árboles que son plátanos de sombra en su mayoría. Bien dispuestos, al llegar el otoño se podan y mantienen unas copas muy controladas en cuanto a su tamaño, no generando problemas de volúmenes desmadrados, como ha ocurrido en otros lugares de la ciudad. Junto a la zona infantil, ya terminando el ajardinamiento, hay algunos magnolios de hoja caduca, que florecen a final del invierno y es cuando confieren al lugar cierto aire de alegría, pues son anunciadores de los mejores tiempos que están al llegar. Allí también, la estatua de D. Ánxel Fole, da testimonio a propios y extraños, de una vocación ciudadana muy vinculada a nuestra cultura.

En la parte inferior de la plaza, pues está en ligera pendiente, existe un parque infantil donde juegan los niños con el bullicio y algarabía propios de los pocos años. Antes, en este mismo lugar, hubo una pista de patinaje. Parece que el lugar está reservado a juegos infantiles en el imaginario ciudadano.

De las casas ya hablaré en otra ocasión, pues creo que en esta plaza están algunas de las más bonitas de la ciudad. Muchas de ellas de principios del siglo pasado, todas son diferentes en sus fachadas y me hacen pensar que, cuando se quieren hacer cosas bonitas, el conjunto suele resultar armónico sin necesidad de haber hecho planes previos. Las casas bellas definen un conjunto muy homogéneo sin ninguna que desentone. Ocurre en esta plaza.

Ya digo, gente que viene y va. Amigos que encontramos tomando algo. Camareros que cruzan la calle desde los bares atendiendo las terrazas. Al fondo, niños con su griterío. Hermoso decorado ciudadano para un convivir reposado. Todo esto mezclado y bien mezclado, nos ofrece una de las plazas más hermosas de nuestra ciudad.
Valadé del Río, Emilio
Valadé del Río, Emilio


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