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Somos los malos

lunes, 23 de noviembre de 2020
Siempre nos enseñaron que debemos preocuparnos por los demás y contribuir al bien común con nuestras actitudes. Y cada cual lo cumple o no según su conciencia y su manera de ser. Para muchos la bondad es no molestar a nadie, comprender, disculpar, no denunciar, callar, soportar, aguantar y llorar. Para otros, en cambio, es tratar de mejorar la sociedad y para ello molestan, se hartan de comprender, de disculpar, denuncian, siguen soportando, aguantan, lloran y todavía son atacados, insultados, calumniados, perseguidos, vendidos, traicionados y, por supuesto, tratados de malas personas.

Porque malo es, en estas circunstancias, quien denuncia los atropellos urbanísticos y la destrucción del patrimonio ya artístico, ya ambiental; quien exige poder circular con una silla de ruedas por la acera sin coches que la invadan o la utilicen para otros menesteres; el que se queja y exige la escasa labor de las fuerzas públicas, más atentas a otras actividades que a la labor encomendada; quien trata de cuidar los espacios urbanos respetándolos y se siente en la obligación de requerir de los demás su colaboración;quien protesta ante la desconsideración y falta de respeto de los demás, sea como funcionario público, o simplemente ciudadano; quien se enfrenta a cualquier actitud reprochable como la falta de mascarilla o el uso de guantes en el supermercado; quien reprende a quien utiliza las plazas de discapacitados sin estar autorizado para ello; quien critica abiertamente la actitud de las autoridades sanitarias por su falta de control en cocinas, tapas y servicios; quien se enfrenta a cualquier organismo, llámese Costas, por sus chanchullos, o a la propia Sanidad por la precariedad en el trato; quien denuncia la privatización de los servicios públicos para beneficio de empresas bien relacionadas con quien manda...En definitiva, quien exige lo que le ampara la ley.

La bondad se viste de hipocresía cuando se saluda al ladrón y se le ríen las trampas; la bondad comprende cuando se engaña en la declaración de la renta; la bondad tolera cuando el abusón es rico; la bondad no se queja de las anomalías ni atropellos; la bondad es generosa en la sonrisa con los poderosos; la bondad utiliza el evangelio, aquello de la primera piedra, para justificar cualquier cambalache del amigo; la bondad se usa entre los próximos y olvida a los ajenos; la bondad sirve de justificación de la inanición ante la injusticia; la bondad es buena, bonita y barata... lo malo, para mí, es que esa bondad me da asco.

Existe otra, altruista, generosa, distinta y distante de esa con la que vivimos, valiente, sincera, activa o practicante, callada, humilde, de fe y compromiso. Pero para llegar a ella necesitamos andar mucho camino.
Timiraos, Ricardo
Timiraos, Ricardo


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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