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Beatus ille, Horacio Martínez

lunes, 09 de noviembre de 2020
Escribía el poeta latino Horacio el "El Beatus Ille" sin saber que su homónino Horacio do Cabo, mi gran amigo recientemente fallecido, iba a adoptar como código de conducta vital aquella filosofía. Ni tampoco frai Luis de León con su” Oda a la vida retirada”. Y es que mi Horacio, conscientemente, optó por seguir "la escondida senda, por donde han ido los pocos sabios que en el mundo han sido".

Porque el humilde y sencillo Horacio, escondido entre la agricultura y su oficio de tintorero, guardaba en su fuero interno aquella vocación de fraile que no pudo ser, y su pasado de maestro, que no requería otra titulación que el respeto del saber, y que merecía a los ojos de sus vecinos de Valcarría y San Pedro de Viveiro.

Hombre prudente, sencillo, servicial, leal, sensible, sincero...Horacio hacía honor a aquello que dice "el estudio y la cultura pueden convertirte en intelectual, la humildad y la sencillez en sabio". Y con su prudencia, hacía del silencio la mejor lección.

Escribía Cervantes en el Quijote "Cuando entres en el corazón del amigo no importa el lugar que ocupes, lo importante es que no salgas de allï" y es que los amigos no necesitamos las palabras, ni disculpas, ni explicaciones, ni tampoco la complicidad, ni mucho menos las cosas mundanas. Los amigos nos comunicamos en la distancia y sin que nadie lo sepa; los amigos no tenemos defectos ni somos incomprendidos; los amigos aguantamos y nos aguantan; callamos y chillamos, si es preciso; nuestros besos y abrazos siempre fueron virtuales y, si acaso físicos, siempre sinceros y limpios. Los amigos dan la cara por tí, se alegran de tu bienestar, te recuerdan tus deberes, celebran tus éxitos con franqueza y, sin preguntarte el motivo de la caída, siempre te ayudan a levantarte. Los amigos, gracias, D. Emilio, siempre están ahí para lo que sea preciso.

La vida nos lleva, como los ríos de las coplas manriqueñas, al mar del Alén, y cada cual lleva su cosecha. Si caminamos ligeros de equipaje y la vida ha sido, como la de Horacio, un ejemplo de honestidad, rectitud, bonhomía y generosidad , lógico es concluir que le espera la eterna felicidad .

Ahora, por mi parte, darte las gracias, Horacio, por tantas cosas buenas que a mi familia y a mi mismo nos diste en muchos años de convivencia; gracias porque en mi ausencia ayudabas, como un hermano, en el cuidado de mis padres; gracias por tu fidelidad y confianza y el amor puesto en cada día y momento; gracias por estar siempre ahí; gracias por haber sido así y la vida tan ejemplar que me regalaste; gracias por la paz que transmitías; gracias por tus maravillosos sobrinos que ya forman parte de mi corazón; gracias por la fe y esperanza que transmitías...Gracias a las hermanitas de los desamparados por haberte cuidado con tanto amor y celo.

Estoy seguro que mi ADIOS es lo que mereces y que descanses, después de una vida adnegada, en la compañía de tus seres queridos.

Y si me vuelven a caer lágrimas, que sean por personas como tú, mi querido y fiel Horacio.
Timiraos, Ricardo
Timiraos, Ricardo


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