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Parlamento

miércoles, 04 de noviembre de 2020
La pandemia vírica que nos invade, además de sus devastadores efectos sociales, económicos y sanitarios, ha afectado seriamente al desarrollo de la normal actividad parlamentaria: escaños vacíos, parálisis legislativa… No obstante el Parlamento sigue funcionando con su futilidad habitual combinando aplausos e insultos, simulando un ring, en el que no hay debates, sino peleas, y "regueifas", en el que los adversarios discuten e intercambian vejaciones y descalificaciones, convirtiendo en enemigo al opositor y vulnerando los principios de responsabilidad y respeto que impone el Código de Conducta de las Cortes Generales, fomentando un ambiente de crispación que entorpece y denigra la actividad parlamentaria.

El Parlamento es el nucleo de la democracia.
Su nombre deriva de "parlar",
que significa hablar, dialogar, conversar,
no vociferar, aullar e insultar.
El Parlamento debe ser un foro
para el acuerdo y la discrepancia
no un frente para el agravio y la intolerancia.
En un Gobierno totalitario,
el Parlamento no es necesario.


En la situación pandémica actual se ha reducido notablemente el número de diputados asistentes a las sesiones, circunstancia que no afecta a la normal actividad parlamentaria, puesto que aplicando la estricta y habitual disciplina de voto sería suficiente un diputado por partido para aprobar o rechazar una proposición o proyecto de ley. En la situación actual, por culpa o gracias al Covid, sus señorías están en una situación de "Erte" encubierto, que pone de manifiesto que la reducción del número de diputados, además de reducir el sobrecoste de dicha Institución, facilitaría la eficiencia de la misma, en aplicación de la "ley de rendimientos decrecientes", que proclama que el exceso de personal influye negativamente en el rendimiento de una empresa.

Finalmente, transitando del pragmatismo a la utopía y la sátira, se me ocurre que a la vista del declive y la decadencia de la inteligencia natural se podrían derivar gran parte de las funciones parlamentarias a la inteligencia artificial (IA) a través de la robotización del Parlamento -la Unión Europea plantea la posibilidad de reconocer personalidad jurídica los robots- asignando uno o varios robots a cada partido con representación parlamentaria, que serían programados por los mismos para que interactúen entre sí y emitan votos e intervenciones diseñadas previamente por los propios partidos. La robotización que ha invadido el mundo de la ciencia, la empresa, la cultura y otras actividades humanas, por qué no puede hacer lo propio en la Política.

El robot es neutral, apartidista,
no tiene bajas laborales,
ni vacaciones estivales, no cobra salarios,
ni profiere insultos ni agravios
La robotización
puede ser una magnífica solución
para dotar al Parlamento
de mayor eficacia y moderación.
Vázquez Liñeiro, José Ramón
Vázquez Liñeiro, José Ramón


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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