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Canteros de lujo y alegres

viernes, 23 de octubre de 2020
Me gusta la iglesia de las Madres Agustinas. Antes de ellas, estuvieron en ese convento los padres dominicos, de ahí el nombre de la Plaza y, también, la presencia de algunos santos de esta orden en los retablos de la iglesia. Pero no voy a hablar de los retablos, en los que conviven belleza, pobreza y pátina del tiempo.

El edificio, como obra arquitectónica, me parece grandioso. Aunque hoy es el resultado de algunos amaños que fue preciso hacer para adecuarlo a los tiempos, que siempre hubo que adecuar.

Desde el fondo de la plaza, podemos ver un entrante en el tejado, que corresponde a lo que fue su fachada. En tiempos de los dominicos se entraba por la puerta principal situada allí. Luego, con la llegada de las monjas de clausura, se adecuó la iglesia a la nueva situación. En la parte correspondiente a la puerta principal se situó lo necesario para el oratorio y coro de las monjas y se habilitó una puerta lateral como acceso de fieles. Por ella entramos hoy y ante ella hay una especie de porche con fachada barroca, bonito y elegante, protegido por verja que proyecta en el suelo hermosas sombras. Porche de tres, dos con zócalo y el central es el de acceso, con una puerta tan robusta y grande, que en el suelo hay guías empotradas para que rueden sus hojas metálicas. Unas guías que por inesperadas, producen agradable sorpresa.

Canteros de lujo y alegresFrente a la puerta de acceso al porche está la del templo. Arquivoltas, capiteles con adornos vegetales y tímpano sin labrar, todo muy sobrio. Puesto que la parte que debería iluminar esta nave, la fachada principal, está cegada, la entrada al templo resulta muy obscura, inquietante. Pero este efecto se ve pronto compensado por el derroche de luz que llega desde el altar mayor. Ventanales y limpios colores blancos en las paredes, confieren al conjunto una hermosa luminosidad, tanta, que parece que estemos en “otro mundo”, aunque estemos en la Plaza de Santo Domingo. El templo se ha beneficiado hace poco de una restauración basada en ajustar lienzos y blanquear paredes y se nota su efecto.

Fui un verano, en plena labor de restauración y pintura, y como despistado me fui metiendo por donde pude. Así me encontré en la sacristía, una maravilla de granito con bóveda semiesférica y sectores circulares adornados profusamente que alternaban con otros lisos. Un conjunto muy armónico y luminoso. También es semiesférica, de color blando y carente de adornos la bóveda del crucero. Dos bóvedas para tener muy en cuenta.

Los amantes del trabajo de los canteros tienen mucho de qué disfrutar en lo que hay por la crucería y en los ábsides. Capiteles historiados románicos, y de motivos vegetales góticos. Mucho para ver y disfrutar de modo reposado.

Los ábsides, góticos, son tres, el central más alto. La nerviación de los tres queda oculta por retablos.

En el ábside de la derecha, más pequeño, hay una bonita tumba con caballero yacente, perro a sus pies y escudos en el lateral. Todo bajo ornamentado arco medieval.

El ábside izquierdo me inspira mayor simpatía. Me gusta una ventanuca ciega que está a la altura de las manos, tal vez una credencia auxiliar para lo que hiciese falta. Y podemos ver un nervio, de granito, que recorrería el interior del ábside pero no lo termina de recorrer, pues en mitad de un lienzo se trasforma en cara risueña. Me gusta que se plasmen estas cosas en la piedra sagrada de los templos. Cuando se creía en brujas que volaban, en dragones que secuestraban a princesas rubias, y en caballeros también rubios que las liberaban alcanzando por eso la santidad, como San Jorge, no está mal que un cantero nos muestre cómo un nervio pétreo es capaz de transformarse en cabeza alegre sin que ocurra nada adverso.

Tal vez el cantero que trabajó este ábside fuese concienzudo en su oficio. Un mozo que llegaba desde su aldea con sus perros, que le protegían y esperaban confiados dormitando junto a él. Tanto le gustó esa compañía que, quizás por eso, los esculpió en repisas de contrafuertes, donde hoy siguen dormitando confiados.
Valadé del Río, Emilio
Valadé del Río, Emilio


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