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Mirando al futuro

lunes, 28 de septiembre de 2020
Nos enseñaron los historiadores que para prever el futuro convenía echar la vista atrás y, analizando lo ocurrido, podríamos intuir lo venidero.Visto lo cual, las concepciones tan opuestas de ver el mundo como las ideologías del Capitalismo y Socialismo parecen haber sido superadas para dar paso a Riqueza y Pobreza. Dos situaciones antagónicas que representan, por una parte, depredación desalmada y , por otra, ejercicio de subsistencia, cuando no muerte. Una atroz e inhumana manera de destruir la naturaleza y explotar al hombre, frente a otra sociedad sumida en el hambre, la ignorancia y el más denigrante trato. Dos polos opuestos de una realidad tan tangible como injusta.

En este decorado, que es la Tierra, cada día más contaminada, destrozada y enferma, fruto de este trato tan brutal como mezquino, vive la más agresiva riqueza como el más deshererado ser humano a quien la codicia de suas semejantes condena por abuso desalmado.

Si a este caldo unimos las ilusiones del ser humano, que son las mejores y únicas armas que podemos usar, y siendo éste, en definitiva, es el responsable de su habitat, podemos observar que, mientras unos pocos son conscientes de los peligros que nos acechan, otros, en cambio, la mayoría, continúan con ese espíritu de expimir los recursos, como si fuesen ilimitados, dañando los ecosistemas y generando nuevos y peligrosos pronblemas como cambio climático, desesatres naturales, nuevas enfermedades, de las que la pandemia es el último ejemplo.

Una situación peligrosisima y urgente a la que hacemos oidos sordos por dos razones: “Mientras no me afecte” ( insolidaridad) y “ ¿Qué puedo hacer?” (desidia mental)

El mundo camina por unos derroteros da desigualdad, de la que individualmente parecemos ser conscientes, pero que carece, en la practica de soluciones justas y eficaces, ya sea por nuestro propio pasotismo, ya porque dudemos de nuestra capacidad.

Y en este contexto es donde creo se sustenta la solución:LA REVOLUCIÓN MENTAL.

Hay que superar viejas filosofías de enfrentamiento; hay que caminar por senderos de fraternidad; hay que reconocer errores para superar diferencias; hay que cuidar el planeta para que sea lugar de armonía; hay que evitar privilegios poara ser justos; hay que renunciar a la opulencia para que todos podamos vivir de una manera más igualitaria.

El mundo ha estado sometido a pequeños o grandes cambios que le han permitido avanzar o rectificar con mejor o peor fortuna, pero el ser humano, excepto honradidísmas excepciones, ni siquiera con a ayuda de la filosofía y la religión, ha sido capaz de cambiar el chip para corregir sus errores. Resulta curioso que a mayor pobreza máa solidaridad; a mayor ignorancia, mayor prudencia; a mayor sabiduría, mayor humildad; a mayor necesidad, mayor valor de las cosas...

Mientras la mayoría de la sociedad, que se autodenomiuna humana, es capaz de vivir sin utilizar lo que los distingue de los animales o, si piensa, se entretiene con vulgaridades absurdas que en nada solucionan los urgentes problemas de la Tierra y de los seres humanos que en ella habitan.

Olvidemos ya viejos tópicos de derechas e izquierdas, rojos y azules, Capitalismo y Socialismo y busquemos alternativas de unión, no de confrontación. En el mundo urgen soluciones reales que requieren trabajos conjuntos y, aceptando y sabiendo lo que hay, renunciar para unir; ceder para entender, pagar para repartir más equitativamente, cuidar para mejorar...

Estamos perdiendo el norte porque a la filosofía la consideramos una antigualla; porque los principios dejaron de ser un freno para la manera de vivir; viivimos por y para el éxito y los aplausos; convertimos al dinero en la medida de las cosas y el nuestro lo despilfarramos en mil tonterías; desspreciamos al talento sumergido en tareas nobles y altruistas; rechazamos, como propia de ilusos e ingenuos, las acciones benéficas, solidarias y sociales; amamos el bienestar propio y de la familia por este orden; nuestra familia y nuestra casa forman un todo indisoluble, pero niuestros padres y hermanos pertenecen a otro; hemos fomentado el indivualismo egoista para evitar compromisos sociales; aceptamos como irremediable -esto es lo que hay- sin molestarnos en pensar que lo debemos y podemos corregir; permitimos el abuso y no lo denunciamos e incluso hasta lo justificamos; nos entretenemos buscando enemigos y no en ayudar a los necesitados; el dolor lejano no nos duele y de nuestro entorno sólo el propio; la calle y los espacios comunes sólo son nuestros si nos benefician y no estamos por la labor ni de cuidarlo ni defenderlo; el que denuncia atropellos y situaciones de injusticia, es un cabrón y mala persona y el bueno es el que calla y consiente el trapicheo de drogas u otras situaciones; quien gobierna es un golfo y el que viene más, pero eso sólo si el gobernante no es uno mismo; todo el mundo roba, menos yo; los defectos los tienen los demás y, si yo tengo alguno hay que comprenderlo; lo que pase cuando me muera, ya lo arreglarán los que queden; los problemas de los demás que se loas ventilen ellos, y aún siendo testigos, siempre hay disculpa para evitar el marrón. Los problemas sociales que los arreglen los demás, porque además son unos hijos de …; el vino, los churros y la pensión son sagrados, al igual que lo mío y lo de los míos; todos los jóvenes son unos irresponsables, menos los de mi casa que son muy formales...

Y en esta texitura estamos, sumergidos en un consumismo tan vacio como absurdo, con una mentalidad tan pobre ciomo mezquina; con luchas ideológicas encarnizadas en pos de unas banderas que esconden miserias y ladrones; en un discurso absurdo de moros y cristianos; en una caínita confrontación de ideologías trasnochadas; en una Tierra que se levanta cada día más enferma ante la indiferencia de quien debiera preocuparse por ella. Una Tierra que avisa avisa con pandemia, virus, bacterías, terremotos y demás alteraciones, pero nosotros, ajenos a su dolor, al porvenir de esos hijos, a los que decimos querer, a los reiterados y poco aceptados avisos de los cientifícos, que dedican su vida a preocuparse por el bien ajeno, seguiremos erre que erre. Nos han mentido llamándonos inteligentes.
Timiraos, Ricardo
Timiraos, Ricardo


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