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Visitando el Museo

lunes, 24 de agosto de 2020
Me gusta, no puedo ni quiero negarlo, visitar el Museo Provincial de Lugo. Mis primeras visitas ocurrieron a final de la década de 1950. Iba los jueves, pues en esos días la visita era gratuita. Recuerdo la antigua disposición de muchos de los objetos entonces expuestos, como el mosaico de Batitales, las planchas de los aguafuertes de Castro Gil o las maquetas de barcos. Éstas, las maquetas de barcos, llamaban mucho la atención del niño que yo era entonces, pero también había muchos otras cosas capaces de llamármela.

Con el tiempo, el Museo ganaba espacio que al poco se iba llenando. Como todo lo que crece, si crece bien, pronto no cabe en el espacio que se le destina. Sus responsables se quejan de esa carencia. Está bien que lo hagan, pero la inversa sería tristísima, que pasasen los años y no necesitasen espacios nuevos en los que poner todo cuanto van acumulando.
Visitando el Museo
Vaya a donde vaya en el Museo, siempre me encuentro muy a gusto. Miro con atención aquello que veo y dejo que mi imaginación vuele al reclamo de lo que cada objeto me inspira en cada momento.

En el claustro hay una hermosa puerta de granito policromado. Realizada en el S. XVIII, tiene en su dintel el escudo del obispo D. Francisco Izquierdo y Tavira y, según indica la información que aparece a su lado, proviene del antiguo convento de dominicas, que estaba en la actual calle de la Reina de Lugo. De aquel convento hoy queda el actual edificio de Hacienda, con su claustro barroco y la iglesia conventual es hoy la parroquia conocida como A Nova. Por eso, en el retablo de esa parroquia hay tantos santos dominicos. Supongo que tras la desamortización no se tocaron para nada, pues nadie se fijó en ellos.

Volviendo a la puerta que hay en el claustro del museo, diré que siempre me ha llamado la atención su pequeñez, sus exiguas dimensiones, en contradicción con el lujo de su ornamentación. Encontramos contraste, pues miramos la puerta con la idea de nuestras dimensiones actuales. La verdad es que hemos aumentado, crecido, y lo que entonces era apropiado para el paso de las personas, hoy resulta escaso. Me lo recuerda el biólogo que soy.

Más reflexiones acerca del crecimiento. Me gusta ver Vírgenes con el Niño en brazos. ¿El Niño? No, más bien el hombrecito. Si miramos atentamente a quien tiene la Virgen en su regazo vemos un hombre chiquito. En la época en que se esculpieron, o se pintaron, esas imágenes, se creía que los niños tenían forma de hombres diminutos y que su crecimiento consistía en un aumento armónico de todas sus dimensiones. Más tarde, se descubrió que en nosotros, los humanos, el crecimiento también consiste en cambios de proporción de las diferentes partes corporales en relación al tamaño total. Por ejemplo, cuando niños, la cabeza representa una cuarta parte de nuestra dimensión corporal. En adultos, es un noveno. Esta forma de crecimiento tardó en ser descubierta.

Sigo paseando por el Museo Provincial de Lugo. Me gusta mucho su claustro, de un gótico temprano y, según dicen, el único completo que de esa época se conserva en Galicia. Me siento muy bien en este claustro. Parece mentira estar a pocos metros del exterior y su actividad ciudadana. Aquí se respira bonanza, tranquilidad, una sensación inefable de estar en otro mundo. Todo, lo de fuera y lo de dentro, tiene unas dimensiones diferentes y llega un momento en que no sé cuáles son las reales y cuáles las ficticias. De momento, vamos a seguir mirando y disfrutando.

Muchas veces me he preguntado que qué es lo que encuentro en los museos, a qué voy a ellos. Indudablemente, voy a ver, a conocer, pero también voy a soñar a partir de todo cuanto encuentro, pues lo depositado en ellos y expuesto a nuestra vista, representa para mi una oportunidad de sacar de mi interior un montón de recuerdos, de vivencias, de cosas sabidas, que afloran como a borbotones en mi mente como al conjuro de tal diversidad de cosas como encuentro. Hoy son unas las que estimulan mi imaginación, mañana serán otras. Siempre habrá algunas.
Valadé del Río, Emilio
Valadé del Río, Emilio


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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