Ilumina la iglesia de Arantzazu una luz cenital en la nave mayor contrastando con el altar, que en lo más elevado del ábside muestra la aparición de la Virgen en un rompimiento de Gloria inundado de luz, como en las visiones místicas. La naturaleza del lugar fue el referente principal para los artistas que trabajaron en la basílica: los arquitectos Sainz de Oiza y Luis Laorga; los escultores Oteiza de las imágenes en la fachada y Chillida de las puertas; Lucio Muñoz Y Néstor Basterrechea, pintores del ábside y de la Cripta respectivamente.
Descubierta la imagen en la Edad Media por un pastor dentro de un espino alvar, blanco como las calizas del macizo de Aitzgorri, grandioso marco montañoso por su extraordinaria geología sembrada de arquitectura megalítica milenaria, lleno de fabulados "tesoros": pagano en su mitología vasca; cristianizado en la Edad Media por el paso del Camino de Santiago a través de la roca horadada de San Adrián; y definitivamente católico contrarreformista en el
Renacimiento, al ser el primer punto de parada de San Ignacio en el Camino de Azpeitia hacia Manresa y a Roma, donde habría de ser oficializado por el Papa como fundador de la Compañía de Jesús, un ejército espiritual frente a la Reforma Luterana, que había consigo un tercio del mundo católico.
La basílica de Arantzazu está situada en un paisaje de la memoria sagrada de Euskadi en el que se concitaron fuerzas ultraterrenas y terrenales, convocadas por el paisaje extraordinario del macizo montañoso donde se sitúa la cima más elevada del País Vasco, la de Aiztkorri, así como la más popular, la de Aitxuri, donde, desde antes del tiempo histórico y más allá, deidades como la diosa Mari vagaron, gigantes -basaxaun- pastores iluminados por la gracia de una visión y peregrinos de todos los tiempos. Montañas tan mágicas y milagrosas que cada vez que se quisieron bajar de las cumbres los signos benditos, estos se resistieron y regresaron a lo más alto de los montes, como el caso del Cristo de Atzgorri: en la iconología cristiana se bendijeron las cumbres con la cruz en lo más alto, que como en las de las pinturas de Friedrich están cargadas de imaginario romántico.
La moderna construcción de Santa María de Arantzazu es una arquitectura de los años 50censurada por la Iglesia del nacionalcatolicismo, a causa de su entonces interpretación vanguardista de la arquitectura eclesiástica tradicional, además de la visión heterodoxa de su escultura religiosa y de sus pinturas. Y me diréis: ¿Qué ofendía a la Iglesia y qué ofende a lo y religiosamente "correcto" el arte moderno y las vanguardias?. Respuesta: pues que son- expresión de libertad, de ruptura con la tradición y de amenaza a los dogmas. Siempre que ha aparecido un estilo moderno en el arte rompiendo con los estereotipos tradicionales y sus modelos, toda la sociedad bien pensante se ha visto amenazada, porque en él se proyectan los cambios y las rupturas sociales, se anuncian las revoluciones, la amenaza a la estabilidad de lo establecido, eso desde siempre, pero más desde el gusto moderno del XIX que fue el romanticismo.
Cambiar el estilo tradicional de la iglesia construida por Sanz de Oiza, pintar la cripta en estilo vanguardista, convertir la visión de los apóstoles en una representación abstracta añadiendo dos más... etc. inquietaría de tal manera al obispo de Donosti, que prohibió continuar las esculturas a Oteiza y se tacharon con pintura de noche y con alevosía las pinturas de Basterrechea. Sólo en el 69, en el contexto de la apertura católica del moderno Concilio Vaticano II se habría de consentir el consumar la obra, que desde el primer momento había representado una rebelión estilística contra la tradición religiosa.
Sea como fuese el protagonista de todo este conjunto moderno es el marco: el paisaje mitológico grandioso, cargado de religiosidad panteísta e identitaria, que quiso rebautizarse con un ítem moderno, tratando de ligar tradición y modernidad.
