Barbarie, crispación e tontos

Los que seguimos en el confinamiento y recordamos a Fray Luis de León podemos comprender mejor aquello de la descansada vida y, desde nuestra obligada, pero realmente valiosa reclusión, pensar que es mejor huir de la barbarie, de la crispación y de los tontos. De la barbarie hablan La Historia y las estatuas; de la crispación se encargan los ignorantes que tratan de insultar a Castelao; y de los tontos de la pandemia, sus actos. Se da cuenta el lector de la cantidad de imbéciles de los que se libra uno estando recluido. Con tiempo para leer, pensar y viendo pasar al enemigo por la puerta que diría el poeta, el encierro es una terapia muy saludable.

Nunca creí que pudiéramos llegar a tal estado de ignorancia, osadía e irresponsabilidad, pero todo tiene su explicación: Esta gente estudió en la universidad de la vida, que es un eufemismo que se usa mucho en Faceboock y nos dirige a las nuevas universidades del dinero, que tanto usan el copia, corta y pega, y que pueden reportar títulos que se adquieren sin estudiar, presentando trabajos ajenos, sin asistir a clase y, sobre todo, por adscripción al partido. Además, si necesita uno rellenar la Wikipedia, siempre puede papá comprar unos cuantos másteres. ¡Mira el (sic) lumbrera de mi hijo!Y puede alcanzar cotas tan elevadas como Donald Trump. Sin ir más lejos, en España hay sonados ejemplos.

Con tales mimbres, es posible que los trinitarios que rescataron al alcalaíno Cervantes en Argel hayan sido unos negreros como Fray Junípero Serra. Como también cabe la posibilidad de que Colón, sea en realidad Joan Colom i Beltrán, pariente de Artur Mas y, por consiguiente, catalán con ocho apellidos catalanes. Le pasa lo mismo que a Erasmo, que lo de Rotterdam, ese un invento del revisionismo español y… Cervantes, Juan Sebastián el Cano… hasta la abuela de Messi. Si todo es ponerse a investigar con objetividad catalana para demostrar que la sardana es el primer intento de creación de la torre de Babel.

Hablando de Historia, no hay mejor investigador que el que usa las gafas de la bandera y la higiénica mascarilla de la policía patriótica para ver el cigarral, la conservera, los lofts, y otras migajas. Pequeñas miserias del mejor patriotismo hispano. Los conguitos, eufemístico nombre de la realidad de las pateras, sirven a los católicos de altura de miras para practicar la caridad con los emigrantes. Es lo que tiene la generosidad de los verdaderos españoles. Tampoco hay mejor recurso literario que la ironía.

Ni mejor misal en Galicia que “Sempre en Galiza”. Pero Castelao, para la ignorancia y la estupidez, para los abogados osados y los cretinos de tal casta, es la mejor medicina. A pandemia, vello mestre, non rematou coa barbarie ¡Cousas veredes!

Si alguien piensa que así crispa, debiera saber que tanta brutalidad, ignorancia y osadía aquí no tiene cabida y “Sólo los ignorantes, los fieros y duros, imbéciles y oscuros no nos entienden, no”. Eso se lo contesta el himno gallego. Pero como dice el taxista: “Se agora non sabes, estudaras”. ( si ahora no sabes, hubieras estudiado).

Y claro, estudiar implica conocer aquello de la batalla de Clavijo, que tanto paralelismo presenta con la actualidad. Un Apóstol, casualmente Santiago, montado también en un caballo, contra los moros. Falta la espada, ahora hay pistolas y se portan con la naturalidad de un americano “cabal”.

Porque algunos historiadores igual nos dicen que Jhon Idigoras, el Chiquito de Amorebieta, era en realidad un ferviente amante de los toros y que sus “veleidades” políticas sólo obedecían a ese afán de notoriedad de los novilleros. O que los lofts de Madrid son ”proyectos ubicuos de amplias estructuras acondicionables a las exigencias del pelotazo”. Ahora se lleva de moda cualquier eufemismo y, si uno se lo monta en inglés, ya es el no va más.

Ellos, los cultos, los educados, los dueños de la patria, los dueños de los lofts, los arquitectos sin título, los inflados de chulería y soberbia, los predicadores de la dictadura, los nostálgicos de los privilegios que no perdieron, los de la caballería y pistolas… ellos son los demócratas, los ofendidos, los que tienen derechos a tener propiedades irregulares, los que se atreven a vender viviendas que no lo son, los que osan pedir explicaciones a los demás… ellos son los que generan crispación y desasosiego e infunden miedo, ante la inacción de quien debiera controlarlos. Ellos son los que se ofrecen a cambiar un país y para ello predican odio a los gais, a los emigrantes, a los diferentes…a los que descubrimos sus mezquindades.

En cuanto a los tontos, conviene distinguir a aquellos que merecen todo el respeto expresado en el viejo proverbio: “Lo que la naturaleza no da, Salamanca no otorga” y los que nos presentó la pandemia. Porque sabíamos que había tontos, bobos, idiotas, memos, necios, imbéciles, gilipollas… de los que le falta un verano, o dos; de los sin rematar; con carrera; deslucidos; de luces en intermitente…pero es que el maldito virus nos contagió también una manada de cretinos multiusos y variopintos que, en vez de cabeza, tienen un aparcamiento de pelos, o no, donde aterrizan ideas tan originales como celebrar macrobotellones, fiestas de contagio y similares. A mí lo que me faltaba saber es que la tontería muchos la traen de serie, en los cromosomas. O también que se trasmite por mimitis, papitis, mamaítis, que se compra en cualquier sitio a bajo precio. Ellos para demostrarlo dirían low cost. También hay masters en universidades de pago para adquirirlo y hasta doctorado porque, y a las pruebas me remito, observen ustedes los líderes mundiales. ¿Se puede llegar a mayor grado de estupidez? Pues dice San Mateo: “ Por sus frutos los conoceréis”. A mí se me ocurre una cosa muy gallega: ¡Cánto se amañaba cavando na roza! ( ¡Cánto se arreglaba cavando en el monte! )