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Fábulas y mentiras

miércoles, 08 de julio de 2020
Entre nosotros, los humanos, existe una costumbre que viene de antiguo y que consiste en enjuiciar las prácticas animales como dictadas por virtudes o vicios, sin tener en cuenta que tanto virtud como vicio son componentes conceptuales de nuestras conductas y de cada una de sus múltiples culturas.

Se nos ha enseñado a admirar a los animales como seres dignos de ser imitados o repudiados. Tenemos como ejemplo a las hormigas por laboriosas, odiamos a las serpientes por engañosas. Menospreciamos a los zorros por astutos o a los mulos por tercos. Hay insultos que hacen referencia a supuestas conductas animales, como zorrería o burrada. Inspirados en este espíritu, decimos que es un burro alguien que no se caracteriza por agudeza y llamamos cerdo a quien no es muy limpio. Bajo este mismo concepto, los animales carnívoros son asesinos y, por tanto, no está mal recriminar sus conductas o, incluso, condenarlos a morir, y matarlos.
Fábulas y mentiras
Esto viene de lejos. Ya en la literatura griega existió un género, la fábula, en el que los animales hablaban con humanos y en general eran los animales quienes nos enseñaban cómo comportarnos en la vida cotidiana o ante adversidades. Siempre existía finalidad didáctica y moralizante en estas composiciones, y muchas de ellas retrataron actitudes que aún son muy reconocibles. Sigue siendo muy actual el comportamiento del zorro que desprecia las uvas, inalcanzables para él, con la disculpa de que “no están maduras”. El desencuentro entre las cigarras y las hormigas sigue también de actualidad, por citar dos casos. Las cosas pueden no ser tan simples. A veces, con un gran desconocimiento de la realidad, se toman como humanos algunos comportamientos que no lo son.

Entre los animales que viven libres en la naturaleza, existen diversos instintos encaminados a preservar sus propias vidas, a la vez que a reproducirse, que es la contribución individual a conservar la especie de la que cada uno forma parte. Los animales carnívoros, para preservar sus propias vidas han de cazar, matando a sus presas sin alterar por eso la armonía de la naturaleza ni mereciendo el calificativo de asesinos.

Me gustaría que esto que comento fuese del dominio público y utilizado como argumento normal en nuestras charlas. Pero no es así. Comento esto porque en estos días he visto una hermosa serie de tv sobre parques naturales de América del Norte. La serie está rodada en otoño, para aprovechar la espectacularidad del bosque caducifolio y allí, junto a maravillosas vistas, aparecen tomas también espectaculares, sobre animales, sus costumbres y sus formas de vida. No he escuchado la versión original, pero sí la doblada a nuestro idioma, y no he podido hacer más que lamentar los desatinos que se vierten en ellos.

Fábulas y mentirasSegún el locutor, los animales carnívoros son crueles, sus costumbres asesinas, sanguinarias y un sinfín de lindezas por el estilo. Lamento mucho esta forma de enjuiciar unos comportamientos naturales, pues muchos espectadores se creen todo cuanto les dice la tele y también lo lamento por los niños, porque están aprendiendo a enjuiciar el entorno. En esas series, parece como que se quieran mantener unos criterios anticuados, y si nos ponen a una tierna madre cuidando de sus pequeños cachorros, es para hacernos más repulsivo el crimen del lobo destrozando esa entrañable familia.

Son animales viviendo en la naturaleza, con sus normas y sus leyes, pero se nos quiere hacer ver que las crueldades humanas tienen su raíz, su base, en la misma naturaleza, pues nuestros instintos criminales son compartidos por más animales. Se nos ha dicho que “el pez grande se come al chico” como una justificación natural del comportamiento del fuerte, lo mismo que esa manera simple e ignorante de la teoría de la selección natural diciendo “la supervivencia del más fuerte”.

En ambos casos creo que se nos presenta al pez grande y al más fuerte, como al prototipo de ser despiadado que triunfa gracias a serlo. Lo malo es que se ponen como ejemplo y justificación ante el público espectador. En realidad no son ni una cosa ni otra y las frases, como enunciados, son falsas.
Valadé del Río, Emilio
Valadé del Río, Emilio


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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