Y lloraban las gaviotas

Bienquerido Bernardo:

En mi última visita a Covas he visto llorar a las gaviotas en los Castelos y no sabía el por qué. Hoy me comunicó tu partida, con profunda tristeza, un amigo común de Ribadeo y, después de tratar de sosegar el corazón, me quedé pensando ¿cómo es posible que una persona tan jovial, alegre, cariñosa, sencilla, rebosante de humor…haya pasado por nuestras vidas sin que muchos hayan reparado en tan generoso corazón?

Mi cariño era, aunque distante por el trasiego de la vida, cercano sin embargo, por la empatía que desde muy jóvenes nos profesábamos. Y es que el simple hecho de abrazarnos, al vernos en verano, era suficiente para mantener encendido el fuego de la mutua amistad.

Nunca lo vivimos como otra cosa que esa sana y sincera camaradería que surge de la alegría que rebosa toda familia y la fraternidad que emanan las conversaciones que, en este caso, tenían a Viveiro como común denominador. Ese afecto mutuo que madura el tiempo, como el buen vino, y lo transforma en sincera amistad. Podías haber sido un veraneante más ajeno al devenir de este pueblo, pero por tus venas siempre corrieron las preocupaciones de aquel abuelo el gran cronista Donapetry. La farmacopea es lo que tiene y el amor al pueblo se alimenta con los sueños de cada día, como una dulce droga- viveirina le llamaban los añorados Modesto Iglesias y Luis Poch -.

Vosotros, los Donapetry, sois una saga que siempre navegó con su velero El Deseado disfrutando vuestra Ría y, si acaso, pescando los famosos chipirones. Sois los que siempre repartíais la sonrisa con los que vivíamos todo el año en el pueblo y los que compartíais todo. Desde amores, juergas, canciones… hasta sabe Dios qué. Y todo con la naturalidad de ser unos más.

Antes iba a escribir la palabra turista y rectifiqué, porque sé que eso pudiera ser discriminatorio, y ni sería justo, ni como tal os habéis sentido nunca. Sois vivarienses de alma y hechos – María ahí sigue al pie del cañón, en el Heraldo, sumergiéndonos en el mar de la cultura- . Y lo repito una vez más por si alguien, algún día, quiere recordarlo en ese proyecto de libro que tenías en mente.

Mi amigo ribadense me comentaba hoy que habías organizado la presentación de la Semana Santa de Viveiro en Gijón y a mí, que no lo sabía, no se me ocurrió otra cosa que confirmarme lo lista que es Mari Carmen Chipe, porque bien sabía ella con quien se podía contar. Y es que Tú eras así: generoso a manos llenas.

Me gustaría observar, en los tiempos en que cualquier osado presume de mil vanidades, que siempre me resultó sumamente admirable la humildad y la sencillez, con la que tanto tú como María, habéis llevado vuestros honores. Ella como profesora titular en Oxford y tú como magistrado en Oviedo. Y es que la clase en los Donapetry viene de serie.

En estos momentos de profundo dolor, que las crónicas de Oviedo reflejan con singular cariño, quiero con estas palabras abrazar a tu esposa e hija , así como a María y demás familia, y transmitirles mi sentido pésame. También brindar mi colaboración para cualquier homenaje o acto que en tu memoria se organice en Viveiro.Porque es justo y nuestro deber corresponder a tu generosidad – que me atreva a pedir una calle en tu memoria nunca garantiza nada, aunque lo intente- Pero recuerda, Bernardo, mientras vea llorando a la gaviotas, sé que llorarán por ti.

Tú que fuiste juez, que sabes como pocos en la Tierra las muchas virtudes y miserias de la condición humana, Tú que supiste ser fiel a Cristo- lo último que me wasapeó nuestro común amigo: “Y muy buen cristiano” – sé que El Supremo Dios te acogerá en sus brazos con la bondad y la misericordia con que has juzgado a los demás.

Trataré de esforzarme para vernos en el Paraíso que, con que se parezca al que hemos compartido, creo que es suficiente.

Apertas sempre.