Crónicas libertarias: Naufragio del Buque Hispania

El buque Hispania, de colosal eslora, manga ancha, y fecunda tradición histórica, emprendió una novedosa y audaz singladura, escaso de combustible (ético y moral), sin ruta definida y rumbo a lo desconocido.

Pilotado por una tripulación bicéfala y multicolor, con escasa experiencia y abundante osadía, para tan compleja y comprometida travesía. El pasaje, heterogéneo y multitudinario, está integrado por cuarenta y siete millones de confiados e ingenuos ciudadanos, que navegan confinados en tan singular y arriesgada aventura.

De repente, cuando más pacífica era la singladura, se presenta en lontananza una furibunda tempestad, con recios vientos huracanados y fuerte oleaje, una especie de pandemia ciclónica, que pone en serio riesgo la navegación. El Buque Hispania, a la deriva, sin rumbo, como pollo sin cabeza, y a punto de naufragar tuvo que ser rescatado y conducido a puerto seguro por una tripulación experta y competente, que actuó con prontitud y eficacia ante tan peligrosa adversidad, contando con la ayuda y colaboración del alarmado pasaje, víctima, pero también cómplice o culpable de tan nefasta situación, al confiar la gobernabilidad del histórico navío a tan inepta e irresponsable tripulación. El mar no está siempre en calma y hay que saber prevenir y resolver con eficiencia las situaciones de alarma.

Después de la borrachera -de euforia y engaños-, viene la resaca, de frustraciones y agravios.

"No hay viento favorable para el que no sabe a qué puerto se dirige". Séneca.