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La necesaria 'desescalada'' en la tensión social

lunes, 25 de mayo de 2020
Hoy es el día del orgullo friky, con lo que un servidor, que acumula varias aficiones de ese estilo, está de celebración. Soy coleccionista de sellos (lo que hoy día sí se puede considerar una frikada en toda regla), y fan de Sherlock Holmes, Don Camilo y, por encima de todo, de Star Trek, así que miren si tengo para celebrar.

Aunque les parezca una tontería, sacando lo de los sellos que es otro tema, casi todos los frikismos tienen en común el trasfondo de la lucha del bien contra el mal. Desde las agudas deducciones de Holmes a las humanas gamberradas del pueblo de Don Camilo, y pasando por las reflexiones morales de Star Trek, todas y cada una de las aventuras de estos mundos se basan en ese eterno dilema, el de lo moral y lo inmoral, lo bueno y lo malo. Coinciden también en no encorsetar esos conceptos en la costumbre reinante, e incluso Sherlock Holmes dejó libres a asesinos “morales”.

¿Y a qué viene todo esto?, se preguntarán. Pues verán, aunque les parezca mentira me ha hecho reflexionar sobre todo lo que está pasando últimamente, y no me refiero a la crisis del coronavirus directamente sino a la crisis social, política e incluso ética en que estamos inmersos.

No es necesario repasar las barbaridades que unos y otros han dicho (ni la de que el COVID es de diciembre porque termina con “D” ni la de que Nueva York, Madrid, Teherán y Pekín están en línea recta, hay para todos), no es el objeto de mi reflexión, sino cómo hemos reaccionado, cómo nos ha influido y cómo la sociedad, que ya estaba bastante polarizada, se ha ido todavía más a los extremos cosa que parecía improbable.

Los que defienden la labor del gobierno afirman que nadie lo podría haber hecho mejor, y los que la atacan dicen justo lo contrario, que no hay peor gestión en Europa y puede que en el mundo. Ambos puede que tengan parte de razón, pero la raíz de nuestro problema no es el argumentario usado en un debate sereno y pausado sino la ausencia de éste.

Yo mismo me he visto afectado por la tensión reinante. Durante estos dos meses me ha podido el estómago y he eliminado de mis amistades en Facebook a gente que en persona me cae muy bien, de las que tengo un buen concepto y que considero buenas, pero que en redes sociales me alteraba: todo el santo día dando la matraca y haciéndose altavoz de unos o de otros sin el menor espíritu crítico, publicando barbaridades y falsedades más que obvias… hemos perdido todo filtro y todo pudor y la guerra encarnizada no es contra el bicho, sino entre nosotros, y se usa como munición cualquier tontería.

No les diré que yo no me he equivocado, claro que sí. De hecho si miran los artículos anteriores todos recomendamos en su día que las mascarillas se dejasen para los enfermos que las necesitan. Eran otros tiempos, y la información que nos daban (que ahora sabemos que no era correcta) aconsejaba ir por ahí. También les diré que sigo sin ver clara la “desescalada”, ese palabro que nos han colado por una mala traducción del inglés, porque a día de hoy seguimos teniendo más gente contagiada que cuando todo esto empezó, pero supongo que la economía no resiste más y se hace de la necesidad virtud.

Pero al margen de todas estas cosas, por mucho que haya disensión entre unos y otros lo que no podemos es caer en la destructiva espiral que nos está enredando a todos. Ya no se trata de diferentes opiniones, sino de odio. He visto a gente vomitando su maldad día sí y día también tanto virtual como físicamente: gente que grita desde los balcones sin saber si la persona que veía en la calle venía de hacer un turno en el hospital, o de atender a una persona que no podía valerse por sí misma. La empatía ha desaparecido, sustituida por un miedo cerval y una rabia mal contenida, un genio que nos va a costar meter otra vez en su botella.

Sí, el frikismo también tiene que ver con todo esto. Desde siempre las historias nos han enseñado a distinguir lo que está bien de lo que está mal, a vivir en definitiva, y es irrelevante que la cita sea de la Biblia, del Julio César de Shakespeare o del Spock de Ronddenberry, la reflexión es lo que vale. Necesitamos fases para aliviar la tensión social, y rápido.

Relajémonos todos un poco y si notamos que la rabia nos invade, demos un paso atrás y recapacitemos.
Latorre Real, Luís
Latorre Real, Luís


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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