Agresividad y templanza

Desde hace ya algún tiempo, vengo observando que en la sociedad las disputas ideológicas van tomando cada día un cariz más agresivo, y el insulto y la descalificación se van instalando en nuestras vidas, ante lo que parece desidia ciudadana que no se inmuta, aunque se quede perpleja, ante los exabruptos de algunos individuos que usan la confrontación con descalificaciones desmesuradas y sin respetar mínimamente, incluso con alusiones personales, a sus contrincantes.

Sinceramente, siempre creí que la mesura y el respeto mutuo eran dos virtudes a considerar; pero, sin embargo, veo que no está de moda y, sobre todo, noto una crispación en determinadas personas, que parecen más reflejo de unas consignas de partido, que opiniones, que aunque puedan ser discrepantes con las nuestras, pudieran ser fundadas y equilibradas.

Como ejercicio de higiene mental, creo que es necesario no encerrase en las informaciones de aquellos que nos resultan veraces y abrirnos a las interesadas, aunque sólo sea para reafirmarnos en nuestro pensamiento o, si preciso fuese, rectificar, aceptar los aciertos ajenos sin perjuicios.

Todos sabemos que hoy la información no es el coto privado de unos cuantos y que la tecnología, como cualquier otro avance científico, puede ser usada para bien o para mal. Y es en este campo donde conviene ser cauto. Hoy la prensa escrita y digital, las televisiones, las redes sociales son capaces de encumbrar a los altares a un delincuente y viceversa. Y siempre jugando con nosotros por múltiples y sibilinos medios. Si a esto añadimos nuestro desconocimiento, cuando no ignorancia absoluta, de muchas situaciones, podemos encontrarnos con falsedades de todo tipo que sólo obedecen a consignas interesadas.

Viene esto consideración, porque hoy, con la que nos está cayendo con la pandemia y el gravísimo problema económico que se nos avecina, sería, desde mi modesta opinión, mucho más patriótico, creo yo, arrimar el hombro para sacar el País adelante. Creo que no procede, aun consciente de que se hayan hecho miles de cosas mal, montar algaradas callejeras con demagogia “libertaria”- el cojo Manteca sustituido por un mozalbete con bate de beisbol- para arrimar el ascua a la sardina de los agresivos e irrespetuosos. Y son, señores, esas las personas que tenemos que sufrir día tras día en múltiples foros.

Esta gente que se viste de español con la bandera de todos, esta es la gente que arma algarabías en los barrios, esta es la gente que no respeta las leyes para evitar la pandemia, esta es la gente que se instala en la crispación e insulta y descalifica a los demás con adjetivos- que ellos consideran descalificadores- en todos los ámbitos en que se les permite, enarbolando la Cruz y otros símbolos respetables… se arrogan la defensa de la Patria.

Siendo cierto lo que decía el gran poeta Ángel González, con el que tuve la fortuna de compartir en un recital en el Centro Gallego de Madrid:
“La Historia y la morcilla de mi tierra:
Se hacen las dos con sangre,
Se repiten”.

Lo repetía también Almudena Grandes días pasados en un artículo en el País.

Y todo ello me lleva a reflexionar en voz alta: ¿Seremos capaces de repetir la Historia? ¿Será esta tropa de… Había escrito los adjetivos que yo les dedicaría, pero prefiero que sea el lector sosegado quien juzgue su proceder.
Pero, si pésimo me resulta su proceder, mayor perplejidad me produce que estos salva patrias sólo sean la carne de cañón de unos selectivos e elitistas personajes habituados a disfrutar de su cortijo en España. Si, de esos patriotas de los que hablaba Ignacio Escobar cuando decía que el patriotismo se mide en Hacienda.

Así que, queridos lectores, ojo avizor con las informaciones y con el quehacer de tan singulares personajes que están más cerca de ustedes, para manipularlos, de lo que creen.