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Un grave problema educativo

viernes, 15 de mayo de 2020
Vaya por delante que lo que voy a describir no obedece a ningún tipo de racismo ni desprecio a nadie porque pertenezca a un colectivo u otro. Aspiro sólo a reflejar la realidad de la sociedad en que me la desenvuelvo, que considero similar a la suya, quiero decir la calle.

Tratar de buscar pues,tres pies al gato sería retorcer mi filosofía, y aprovecharse de ella, para la descalificación de otros y no obedece a mi intención. Creo que mi trayectoria es lo suficientemente clara a este respecto.

Dicho esto, les cuento: En mis tiempos laborales en la enseñanza, había un chavalito que tiraba papeles en el suelo, escupía también en él y meaba en las paredes. Ante mi continua corrección de aquella conducta, me miraba perplejo porque no entendía mi “manía”. Después de varia advertencias, me confesó que eso era lo habitual en su país. Evidentemente, le expliqué que aquí hay unas normas de convivencia y esas actuaciones estaban mal vistas.

Otro caso: Una niña lloraba en una esquina del recreo, y al acercarme a ver lo qué le pasaba, me confesó que tenía hambre, porque su padre, que trabajaba y ganaba algún dinero, llegaba a casa bebido y discutía con su madre y ya no había ni cena ni desayuno.

El tercer caso es de un tipo, al que le llaman el” Bestia” y le hace gracia. Chilla a más no poder en cualquier sitio para hacerse el gracioso. Sobre todo, cuando va a ver el fútbol y nadie, ni siquiera los dueños del bar, son capaces de evitar su comportamiento. Los insultos a futbolistas los puede compartir con cualquiera que le exija respeto. Ver el futbol es quizás el mejor termómetro de la educación.

En el cuarto lugar, se trata de un joven de veinte y pocos años que lleva conduciendo desde los doce siendo analfabeto y sin carné. Es más fácil mirar para otro lado que arbitrar medidas que eviten la situación. El desamparo de cualquiera que pueda sufrir un alcance con él siempre se olvida.

El quinto ejemplo lo propicia un ex - político que se salta la cuarentena y se pone a practicar carreras.

El último caso me ocurrió en una cafetería pretenciosamente elegante. Una chavalita de unos veinte años, con aspecto de haber estudiado, hasta quizás una carrera, estaba sentada de tal manera que ocupaba dos banquetas, en una de las cuales apoyaba las zapatillas. Como quiera que mi intención era sentarme, después de que la hubiesen limpiado, me quedé mirando para la banqueta fijamente y al percatarse de mi ironía, me pregunta con toda la desfachatez: ¿Qué miras? Le expliqué que pretendía sentarme y acabó por decirle a su acompañante que yo tenía mucha cara. Resultó que yo era el maleducado. La educación, señorita, se practica, no es un máster que le pueda comprar a usted su papá.

La escuela, también necesaria para adultos, es lugar sagrado que todos debiéramos de respetar al máximo, librándola de ideologías e influencias ajenas de todo tipo, sobre todo, de aquellos aspectos que no fomenten la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad, que ya proclamaba la Revolución Francesa. Como tal necesita desde hace muchísimo tiempo una extensa reflexión sobre su funcionamiento. Y es que aquí, en este País de extremos, hemos pasado de una férrea y violenta educación a una extremadamente lasa y permisiva. Puedo asegurar, con conocimiento de causa, que hoy en los colegios se pasa, al menos, tanto tiempo corrigiendo actitudes como impartiendo materia. Y de aquellos lodos hoy vemos la cantidad de inconscientes que pululan por la calles expandiendo el desgraciado virus.

No hay disciplina, así de claro. Y sin disciplina, difícil me parece cualquier tipo de educación. Y no es esto un llamamiento a ninguna insurrección ni nada parecido, sino una demanda de sentido de la responsabilidad y del deber cívico.

La escuela nunca puede ser lugar de confrontación ni ideológica ni de ningún tipo, muy al contrario, debiera ser espacio de desarrollo armónico y sostenido en el tiempo. Templo del respeto de la ciencia y de todo tipo de culturas. Jardín donde se cultive el arte y la sensibilidad, proporcionándoles cauces de expresión. Actitudes contrarias a estos principios se pueden corregir desde la educación y el conocimiento.

Por su parte, que no espere la escuela la ayuda delas autoridades políticas de uno u otro signo, porque ellas sólo buscan satisfacer su ideología; ni tampoco la complicidad de la inspección educativa, que actúa siempre como bombero social y sólo es un instrumento del sistema al servicio de la política de turno.

Muchos ciudadanos en la actualidad se escandalizan de que sean precisamente las personas, que han gozado de más medios y oportunidades para estudiar, las que carezcan de esa educación. Pasa como en el ejército con el valor, se les supone. Sin embargo, existe otra cantidad de personas que, quizá sin tantos estudios, sabe comportarse con el debido respeto en cada hora y lugar. Mi percepción es que desde mi niñez, en vez de avanzar, hemos retrocedido y eso es sumamente peligroso. Y cuando veo los dirigentes de este mundo, más miedo me acecha, pero pueden ser también cosas dela edad.

Y ya no les hablo de los ejemplos que hemos visto en esta temporada de determinadas personas del ámbito político, que han demostrado un cinismo, una desconsideración y una falta de ejemplaridad que tira por tierra todos los discursos del” Quédate en casa” y similares.

En mi generación parecía que a mayor nivel de estudios mayor educación: hoy en cambio, la educación admirable queda entre las gentes humildes, que saben el lugar que ocupan en la sociedad y son prudentes, respetuosas y conscientes de sus limitaciones culturales. Por lo contrario, parece que cuantas más carreras, más másteres y viajes al extranjero más pedestales, más élites displicentes, más ignorantes de los principios básicos. Y es que la arrogancia, la altivez y soberbia son malas consejeras para ver la realidad.
Timiraos, Ricardo
Timiraos, Ricardo


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