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Cuando finalice la cuarentena

lunes, 06 de abril de 2020
Al menos hay tres espacios sobre los que el país deberá reflexionar y tomar decisiones. Y digo el país, por dos motivos. La democracia es el gobierno del pueblo, por tanto corresponde al pueblo, a la sociedad, a la ciudadanía analizar, juzgar y establecer que hacer. A continuación, ese pueblo valorará en qué medida ha sido la víctima de las tres pandemias: infección, pánico, crisis económica.

Deberemos analizar como ha sucedido tal catástrofe, quienes la debieron prever, cómo y cuando se tomaron las medidas para frenar las pandemias, que papel han jugado los diferentes actores en la tragedia.

Deberemos analizar si los responsables con asiento en las Instituciones Públicas, se comportaron como era de esperar dada la responsabilidad que viene de la mano del poder popular que se les otorga.

Deberemos reemprender la marcha, para salir mejor pronto que tarde de la catástrofe social que se ha instalado en una sociedad occidental presuntamente preparada para cualquier contingencia, ya que de lo contrario tendremos que afirmar como el sistema ha fracasado y que sistema nuevo adoptamos en lo sucesivo.

Quedan fechas en las que seguirá la lucha desde los Centros de Salud y los Hospitales para sacar adelante tantos enfermos. Pasará a la historia la gesta que supone construir un hospital en IFEMA, con todas las herramientas precisas que sirven de apoyo a la red de hospitales en Madrid, uno de los lugares más castigados por la enfermedad. La primera enseñanza que debe perdurar es sobre la importancia y la utilidad que muestra un dispositivo público de asistencia sanitaria con herramientas y personal de alta cualificación. Nunca más deben usar tal espacio como mercancía o aplicarle criterios economicistas. Podemos prescindir de muchos lujos. Debemos ser austeros para con diversiones y transportes rápidos, y desde luego esas brutales inversiones en informática y robótica, pero cuidemos el Servicio Nacional de Salud, es lo mejor que tenemos y la garantía para el derecho a la vida.

Los servicios públicos de España, puestos en la tesitura extrema de una situación con máxima tensión, no sólo han dado la talla, es que han mostrado lo mejor que puede ofrecer España al mundo entero. En tal espacio, me estoy refiriendo a ejército, fuerzas y cuerpos de seguridad, para concluir en los sanitarios. Ya quisieran los políticos, sindicalistas y empresarios, llegarles a la altura de sus zapatos.

Hay que hacer una profunda reflexión socio sanitaria sobre las residencias para ancianos. No deben desgajarse del espacio público y formar parte en continuidad de los equipamientos médicos- espacio socio sanitario-. Es el momento para valorar si nuestros mayores no están mucho mejor, más seguros y plenos de dignidad, en sus propios domicilios, con las ayudas menajeras y sanitarias precisas desde los Centros de Salud. Dejando las residencias solo para inválidos, pero como equipamiento controlado desde la asistencia sanitaria pública. Ser viejo no puede ser una carga.

Ser viejo no supone perder derechos fundamentales y sociales. Ser viejo es una etapa de la vida en la que las cotizaciones e imposiciones, son el ahorro popular que garantiza los cuidados a tal etapa de la vida. No les regalamos nada. Nos lo han dado todo.

Habrá que promover una investigación sobre lo que ha pasado en los servicios sociales para la tercera edad. Habrá que investigar las decisiones que se han tomado en las unidades de cuidados máximos en materia de edad. Habrá que revisar los ratios de personal que deben funcionar en los espacios de los cuidados. Y desde luego, en un país tan envejecido, es preciso revisar las dotaciones de camas con cuidados máximos en los hospitales, lo mismo que se han disminuido camas de cuidados medios y mínimos, con unidades de corta estancia o sin ingreso, habrá que aumentar camas, dotaciones de herramientas y personal altamente especializado para tales tratamientos. O volver a unidades funcionales que pueden mutar desde cuidados medios a cuidados máximos en las salas de hospitalización.

Hemos perdido la libertad. Hemos sido obligados a renunciar a uno de nuestros derechos fundamentales, tengo dudas razonables sobre si la declaración realizada de emergencia comprende el confinamiento obligado y sancionado. Debería haberse declarado el estado de excepción y dudo mucho que aquellas compatriotas que han sido sancionados o detenidos por hacer uso de su libertad, no tengan derechos muy por encima del castigo instado por una autoridad incompetente, desde dónde se han tomado medidas indisponibles.

Pero queda la parte más larga y problemática. La destrucción del tejido empresarial y laboral. La caída en un pozo sin fondo para los ingresos del Estado, mientras se han incrementado los gastos para la protección social y financiera que necesitan pequeñas empresas y trabajadores. La falta de solidaridad y respuesta de las Instancias que conforman la Unión Europea, de tal desgracia que ha quebrado el sistema económico, financiero y laboral del Estado español. Pero ha quebrado de forma irreversible la confianza de los ciudadanos españoles en la Unión Europea, su moneda y sus Instituciones. Hemos descubierto la perversión del capitalismo y sus derivadas la globalización y las deslocalizaciones de las empresas manufactureras.

Ha llegado el momento de retroceder para avanzar. Sólo desde el autoabastecimiento saldremos adelante. No podemos esperar que nadie nos ayude.

Deberemos levantar el país nosotros mismos. Partiendo de lo que tenemos, ese sector primario que fue auto sustento en el pasado siglo XX, tras la pérdida de las colonias, la guerra incivil y el aislamiento durante la segunda guerra mundial y hasta 1959, cuando los yanquis nos requieren por razones estratégicas en la guerra fría.
Hay que regresar a los pueblos. A la economía del mar, de nuestra agricultura, forestal, ganadería y granjas. Comencemos por auto abastecernos y a partir de ahí, crear una industria agro alimentaria. Confiemos más en la capacidad creativa de nuestras gentes para inventar. Puede que hasta seamos los primeros en poner a disposición de la humanidad la vacuna contra el Coronavirus.

No nos hagamos trampas en el solitario. El turismo tardará mucho tiempo en volver. Han quedado demasiadas heridas en esta Europa. Si han sido los mayores los más afectados, no podemos esperar que tengan ganas de viajar. Además hay que contar con esas segundas oleadas que forman parte de las curvan pandémicas. La que nos vendrá en el otoño procedente del continente Africano, si para entonces no hay una vacuna eficaz.

No sirve un sistema financiero que sólo busca repartir dividendos a costa del crédito. Necesitamos regresar al ahorro que se distribuye para ayudar a los que necesitan recursos para emprender de nuevo. Una vez más, necesitamos otro Gobierno, otros dirigentes, otro modelo de sociedad y de vida; otras fórmulas que garanticen las viejas coordenadas de libertad, igualdad de oportunidades y solidaridad.

¡Ah!. Y que los que piensan ha llegado su oportunidad para hacer negocios con la compra barata de nuestro país, que sean expulsados. Lo mismo que aquellos predicadores que mirando a Venezuela, quieren instaurar la tiranía en nombre de la solidaridad. Además, tendrán que rendir cuentas ante un gran jurado de sus responsabilidades en la expansión de la pandemia.
Mosquera Mata, Pablo A.
Mosquera Mata, Pablo A.


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