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Lecciones para todos

lunes, 23 de marzo de 2020
Dice un viejo refrán: “No hay mal que por bien no venga”. Pero lo cierto es que el mal nunca es bienvenido. También es cierto que el coronavirus nos trae algunas enseñanzas que nos convendrá recordar a lo largo de nuestra vida.

Dice el psiquiatra americano David Viscott: “Aceptar nuestra vulnerabilidad es la mejor manera de adaptarnos a la realidad”. Nos dice la experiencia: “La familia podrá tener los defectos que quieras, generalmente no mayores que los propios, pero siempre está ahí para esperarte “. Nos dice el miedo: “La vida está llena de inconscientes, seamos prudentes”. Nos dice lo que vemos: “El Estado y sus instituciones deben ser fuertes y conviene cuidarlos siempre con esmero porque ellos son nuestros verdaderos protectores ante la adversidad”. Nos dice el” Bichito”:” Se acabaron las guerras tradicionales”…Ergo la industria armamentística de tanques y otras “exquisiteces varias” desaparecerá. Desgraciadamente, como ya sabíamos hace mucho tiempo, ellos son los relevos. Nos dice la sensibilidad: ¡Pobre China, Italia, España! ...¡Pobre el Mundo, en especial África! Y por supuesto, ¡Pobres también todos los muertos!Nos dice el terror: “¿Qué son las fronteras? ¿A dónde huyo?”. Nos dice la desigualdad: “ ¿Ves lo que pasa por no repartir mejor la riquezas? ” Nos dicen la soberbia, la superficialidad, la altivez y el elitismo:”El virus no entiende de castas ni consideraciones sociales” Y, por un momento, cuando vemos el peligro, nos entra el sentido común y recordamos la igualdad de la vida y la muerte sin necesidad de ser miércoles de ceniza. (Polvo eres y en polvo te convertirás). Y eso nos puede recordar la humildad por unos instantes.

Nos dicen la otra casta de gilipollas que son los enterados (Porque ni siquiera piensan en la posibilidad de infectar a otros) :“ Yo me voy al pueblo o la playa, y así evito la cuarentena” . Nos dicen los estúpidos, imbéciles, cretinos o listillos: “Somos tan brutos, ignorantes, chulos y prepotentes que nos pasamos por donde siempre todas las restricciones que ser arbitren para evitar el virus”. Evidentemente, si alguien merece ser el último en ser atendido en un hospital, ahí tendría yo los candidatos. Y seguramente la especie humana ganaría en calidad.

Y ¿Qué dicen ahora los responsables de centros de mayores ante la vulnerabilidad de los ancianos?: “Mala suerte, están perfectamente atendidos, tenían otras patologías previas…“ Cierta es la vulnerabilidad de éstos, pero cierto es también que la cuarentena, en estos casos, tiene que ser total y de todo el personal en contacto con los mismos. Cualquier empleado, sin querer, puede causar una auténtica catástrofe. Reitero, una vez más, que el cuidado de los mayores no debe ser un negocio, requiere mayores atenciones e inspecciones efectivas. No todos los centros son como Betania de Viveiro. En otros muchos priman el dinero porque los chollos tienen eso. Y sus dueños sueñan en lo del soma de Huxley para los mayores.

Hay muchas lecciones a considerar en esta crisis: desde ser conejillos de Indias o nuestra función de marionetas. Lo absurdo que resulta tanto egoísmo y que no seamos capaces de considerar que la avaricia es el enemigo público número uno de la sociedad; que no reflexionemos nunca sobre los problemas que soportan otras gentes que no seamos nosotros mismos y, por consiguiente, no nos enteremos de la cantidad de problemas que les surgen a los demás ante la pasividad propia; la mezquina actitud de determinados políticos, sobre todo catalanes, que respiran veneno sin necesidad de infectarse; aplausos merecen los partidos porque por una vez anteponen el interés general, aun con matices, para el resto. Aplausos también, sin escarbar, para empresas colaboradoras que saben ser solidarias de verdad. Gratitud inmensa para médicos, enfermeros, auxiliares, celadores, personal de limpieza, cocineros y cualquier otro que ayudase a la labor, a veces con verdadero riesgo para su salud; gratitud también para fuerzas del orden de todo tipo y ejército.

Gratitud pare el Gobierno, sin matiz de color alguno, que supo arbitrar medidas de emergencia implicándose a fondo y con el corazón en la labor.

Una vez más ha quedado patente que quien realmente nos protege y cuida, con mejor o peor fortuna, es el Estado. Y con él la Seguridad Social y toda su gente dando no sólo el callo, sino el alma en sus tareas. Sacrificios y desvelos que no sólo se agradecen con aplausos sino con inversiones y control efectivo. Los que creemos en la empresa pública, los servicios públicos y la igualdad efectiva, sabemos que en ella no puede haber negocio y si algo no funciona bien, requiere un análisis y medidas correctoras. Y quien mande, he aquí el meollo de la cuestión, ha de estar respaldado en sus decisiones por el político responsable. No importa el partido, importa que la decisión sea justa, responsable y eficaz. Y si corregir supone mandar a la calle a más de uno, ya saben cómo. Eso es lo que admiro de la empresa privada. Allí quien no curra a la ”rue”. Sobran en esta sociedad cuentistas, trileros y fauna necesaria que se pudiera reciclar arando tierras, limpiando montes y similares. Lecciones laborales en Educación para la ciudadanía.

Y volviendo al temido virus, podemos ver quién es el que realmente nos cuida y defiende. Por ello, estoy esperando las crestas de los gallos de morón, que día tras día arremeten contra el mal funcionamiento de todo lo público, usándolo como argumento falaz para privatizar, hasta el aire que respiramos. Ahora los espero para que me cuenten la implicación de las empresas que defienden. Espero que alguien me rebata una vez más mis argumentos de la necesidad de respetar, cuidar y querer lo público, llámese sanidad, escuela, hacienda, instituciones, servicios sociales o cualquier otro. Ahora se ve con claridad quien está ahí, las carencias de la sanidad, como los niños de los colegios públicos no disponen de ordenadores para las clases on line, quien les da de comer, quien ayuda a los que se quedan sin trabajo…quien se ocupa de los verdaderos problemas sociales. Ahora se ve con claridad, por si alguien tenía dudas, que lo demás es Capitalismo a cada cual más salvaje. Y a éste de siempre sólo le interesó el dinero. Ellos jamás se interesaron por otra cosa y si, en un acto de suma magnanimidad, realizan una donación, la migaja del rico opulento, aparentemente altruista, siempre buscan el reconocimiento, el aplauso y hasta puede ser estrategia de mercado.

Miren ustedes el daño que puede hacer un bichito tan pequeño y el virus del dinero. Ver para no creer.
Timiraos, Ricardo
Timiraos, Ricardo


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