Amigos lectores atrapados entre dos virus el del corona y el del feminismo asistí esta
semana a dos recepciones de Bulgaria y Moldavia en que se festejaba la llegada de la primavera, el año pasado participé en un acto similar con Rumania, que junto a Macedonia Norte comparte esta bonita tradición.
La tradición ancestral manda que lleves el Martisor, unos hilos trenzados con dos bolitas una blanca y otra roja, en la solapa desde el 1 hasta el 30 de marzo y después lo cuelgues en las ramas de un árbol florido, lo que te traerá mucha suerte.
Os traslado un bonito cuento, que tanto se necesita en tiempos de demagogos y desalmados, que predican el odio, el enfrentamiento y la discordia para dividir y saciar su sed de venganza y sus ansias de poder.
"Un antiguo cuento dice que una vez, el sol, convirtiendose en una bella chica, decidió bajar a la tierra. El dragón la secuestró y la encerró en su fortaleza. Sin sol el mundo entero cayó en la tristeza, los pájaros dejaron de cantar, los árboles y las flores dejaron de crecer. Entonces un joven valiente decidió liberar el sol. Estuvo buscando la fortaleza del dragón todo el verano, el otoño y el invierno. Cuando lo encontró, llamó al dragón a una lucha justa que duró días y noches"
A la fiesta bulgara me acompañó Olena una brillante y deliciosa estudiante futura diplomática que parecía una Alicia en el País de las Maravillas saludando a embajadores y jerifaltes. La ingenuidad engrandece a los jóvenes y fustiga a los adultos.
Al sarao moldavo estuve flanqueado por Asia la primera de la clase una italiana con mucho estilo y por Georgi muestra Reina de belleza de la Fundación emparentada con la la Lollobrigida y la Loren.
Os confieso que con tales compañías uno se siente más ancho que largo y comprendes que las mujeres que llevan en si el milagro de la vida son la mejor aportación divina a este planeta afligido por los flagelos bíblicos del hambre, la miseria, la crueldad de la guerra, la violencia sobre los débiles y últimamente asediado por una misteriosa pandemia.
Tengo que añadir la presencia como notario mayor de todas las salsas en Bulgaria de George el chambelán de las grandes cejas y de Juan Ignacio el gran sinescalco de todas las salsas. Ambos ejerciendo su magisterio.
No podía faltar la carismática preissler de las Fundaciones Emily Zabalza escoltada por un Oscar Méndez autoritario y solemne. Ambos se baten por la ley del mecenazgo. En estas reuniones siempre se cuecen habas y conciertos de voluntades.
Pero volvamos a nuestro cuento que estoy perdiendo el hilo pensando en la embajadora
de Moldavia que se parece a la princesa del Martisor, Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la UNESCO.
"El joven venció al dragón y el sol pudo volver al cielo para iluminar de nuevo toda la tierra. Gravemente herido, el joven valiente murió en el campo de batalla. En los lugares donde su sangre caliente se derramó, la nieve se derritió y salieron de la tierra las " Campanillas del invierno", heraldos de la primavera. La gente recuperó la alegría y desde entonces, honra la memoria del joven valiente con dos hilos de lana: el rojo, simbolizando la sangre del joven héroe y el blanco, la campanilla del invierno, primera flor de primavera".
Hasta aquí la historia del Martisor y mi contribución al 8 de marzo como Fiesta del Amor y la Amistad. Estoy convencido que al dragón de los dos virus mencionados al principio de esta crónica se le vence con estas poderosas armas que son el Amor y la Amistad.
Por un mundo en armonía.
Joaquín Antuña - joaquinant@hotmail.com
