En un día primaveral de febrero, enviadas por el maestro Joaquín, acudimos la mística Elena y yo al elegante bufete internacional de Uría Menéndez. Después de perdernos en la infinita y augusta red de transportes públicos madrileña, nos recibe en la puerta una sonriente y distinguida dama que nos invita a adentrarnos en el fascinante mundo de las dinámicas de poder.
En el escenario, ya dispuestos, los protagonistas de este debate: la moderadora Cristina Manzano, de ESGLOBAL, el ocurrente Jinghan Zeng, profesor de la Universidad de Lancaster, la prudente Carla P. Freeman de la Universidad de Johns Hopkins y el taciturno Fidel Sendagorta, recientemente nombrado por nuestro Consejo de Ministros, Director General de Política Exterior y Seguridad.
Sentadas en unos sillones blancos de palacio, escuchamos atentas la apertura de la conferencia, organizada por la Fundación Consejo España China y la Fundación Consejo de España EE. UU. y apoyada por el bufete internacional Uría Menéndez.
La amenazadora plaga del coronavirus ha invadido el espacio informativo en detrimento de las atractivas dinámicas de poder entre China, los Estados Unidos y la Unión Europea, que definen la economía de nuestro tiempo. La complicada relación entre China y los EE. UU., sobre todo por su creciente interdependencia, se ha visto agudizada por la aparición en escena del caricaturesco Donald Trump, con una agenda nacional muy fuerte que eclipsa las prioridades internacionales americanas.
El señor Zeng, con su grotesca ironía, nos ilustra sobre la realidad internacional de China, que está en búsqueda de tener voz en una aproximación multilateral para lograr su objetivo de liderazgo mundial. La señora Freeman escucha con recelo sus palabras, China pretende conseguir sus metas a costa de promover sus valores ideológicos en su querido país democrático, los EE. UU.
El silencioso Sendagorta entra en escena. ¿Es la Unión Europea el tercer vértice del triángulo de esta tormentosa relación? ¿O lo será ahora Gran Bretaña con su flamante salida del área comunitaria? Sus respuestas son dudosas, lo que sí es cierto es que la UE
es un ejemplo de libre mercado, una región floreciente por sus acuerdos comerciales con terceros, pero deficiente en autonomía estratégica. Concepto manejado cada vez con más frecuencia por las instituciones europeas.
En un mundo angustiado por el acecho de la sombra de la Guerra Fría, los ponentes están de acuerdo en que la amenaza nuclear está latente, sobre todo después de la tensión recrudecida por las hazañas del magnate Trump y su gestión de la relación entre EE. UU. e Irán. Sin embargo, no es necesario alarmarse. Una segunda Guerra Fría es imposible. Ya lo dijo el sabio Sendagorta, no nos hallamos en una situación convencional de guerra, no hay competición ideológica, y si un conflicto escalase habría más probabilidades de vislumbrar una ciberguerra.
Por todo ello, compañeros internacionalistas, es necesario aunar esfuerzos. La realidad es que un país no democrático, por primera vez en nuestra historia, está teniendo un éxito económico superior a las tradicionales potencias y, es más, ha logrado instaurar y mantener una amplia clase media que nada tiene que envidiarle a la europea o a la norteamericana. En las nuevas dinámicas de poder ha venido a participar para quedarse.
Las relaciones entre China, EE. UU. y la UE forman un triángulo equilátero perfecto para nuestro orden multilateral utópico.
Olena Bakhovskyy - olenabak@ucm.es
