La exministra de Sanidad María Luisa Carcedo, que deberla afirmar el derecho a la vida, se desgañita en el Congreso a defender la existencia de un nuevo derecho diametralmente opuesto el derecho a la muerte. Me duele que sea asturiana. Me recuerda a los mineros que volaron la cámara Santa de la Catedral de Oviedo en 1934.
La pérdida de valores éticos y religiosos es un hecho asombroso en un país con las raíces cristianas, que cuenta con maravillosos templos y que llevó la fe a las Américas.
En la religion católica la vida es un don divino, un derecho natural, que debe defenderse a toda costa. Igualmente en las religiones musulmana y judía no existe el derecho a la muerte con argumentos muy parecidos a los de los católicos.
La vida pasa a ser propiedad de cada persona y la regula el Estado, al estilo de los sistemas totalitarios en que el Leviatán impera y los ciudadanos no cuentan.
La trampa consiste en hablar de muerte digna refiriéndose a casos excepcionales y truculentas y no a la vida normal de la inmensa mayoría de las personas.
La eutanasia puede ser aplicada para eliminar a los enfermos, a los débiles y los depresivos. Por no hablar de utilizarla como arma política e instrumento de limpieza étnica. El pasado reciente enseña.
Comprendo que se está contracorriente invocando razones éticas y religiosas por el profundo ateísmo de la mayor parte de la clase política y el hedonismo que domina a gran parte de los nominalmente cristianos.
Esto explica que según una encuesta del BBVA el 70 por ciento de los españoles es favorable a la eutanasia. Absolutamente lamentable.
Sin principios, ni normas religiosas se puede aprobar todo empezando por el derecho a la muerte. Hacer una cruzada contra la violencia de género es inútil sin proclamar la santidad de la vida. Una educación atea no defiende a las mujeres las pone en peligro.

La ideología de género lleva a revertir la cultura machista, pero no conduce a la armonía, sino al enfrentamiento.
Una educación en valores tiene que incluir el derecho a la vida y no a la muerte, contra la que pugna un sistema sanitario eficiente y universal.
Es un tema muy serio y no puede aprobarse entre la indiferencia ciudadana. No podemos permitir ser un juguete en manos del Estado y quien haya invocado alguna vez el Padre Nuestro no puede estar en favor de la eutanasia. No seamos frívolos. Defendamos la santidad de la vida.
Joaquín Antuña - joaquinant@hotmail.com