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La política

miércoles, 15 de enero de 2020
Otra vez más, a mi amigo Jesús García

Cuando era niño, alguien que me quería muchísimo y había sufrido profundamente los rigores de la Guerra Incivil, me dijo: “Huye de la política. Déjala para los que viven de ella”. Y yo, sabiendo que aquel hombre era sincero, siempre escapé de cualquier militancia, e incluso de ciertas prometedoras propuestas, que implicaban decantarme por defender determinada ideología. Pude quizás vivir muy bien, pero mis ambiciones económicas se cubren con el trabajo y siempre han estado sometidas al juicio de mi conciencia. Quien quiera ser muy rico y disfrutar de mil vanidades conmigo que no cuente.

Eso no implica que la política no me haya interesado porque soy consciente que de ella depende el devenir de la sociedad y que necesita a las personas más generosas para encauzarla en el camino correcto. Si la Tierra camina por derroteros perversos, la culpa es de todos, y esos todos somos los que permitimos gobernantes como los que hay. La mediocridad de la clase política y personajes tan grotescos como Trump,Xi Jinping o Kin Jong- Un son, o bien elegidos, o bien consentidos por los ciudadanos de sus respectivos países.

Pero, si ellos son grotescos, alguna responsabilidad tendrá quien los vota. Cada persona tiene su cuota de responsabilidad en el devenir de la sociedad y de encauzarla mejor o peor depende el futuro. Todos, en mayor o menor grado, somos personas políticas con unos ideales por los que también, en mayor o menor medida, luchamos. Cierto es también- quizás percepción mía- que veo a muchas indolentes y pienso que viven o vegetan como zombis y parecen sentirse derrotadas en unas guerras que no sufrieron y son paradigmas de apatía, desconfianza y hasta mueren con resignación. Alguien les enseñó la palabra resignación - la cristiana no es ésta - y la aprendieron tan a pie juntillas que eso implica la derrota de antemano. La aprendieron con tanto fervor que ahora la utilizan en el más amplio sentido y les sirve como justificación de su inanición.

Es dificilísimo, hoy me parece imposible, cambiar las tornas, sembrar en ellos esperanza, lograr algún avance, disfrutar del eco que llama al pacífico combate, a la unidad de acción, a la defensa del interés común, a la colaboración en cualquier faceta de la vida. Sólo tiene éxito la maledicencia, la desconfianza, la crítica destructiva, la envidia, los excesivos protagonismos, las zancadillas…

Y, sin embargo, del esfuerzo y dinamismo de esa gente, y gracias a ella, podemos disfrutar de las poca cosas que llegan a nuestras vidas, ya sea arreglando una calle, disfrutando de unas fiestas o soñando con otras mejoras. Gracias les doy a los que cada miércoles, en las puertas del ambulatorio de Viveiro, se sienten ciudadanos maltratados sanitariamente y se manifiestan reclamando la atención debida. Duro es soportar la indolencia de los vecinos, sin embargo gracias a personas como ellas se logran avances en la sociedad. La objetividad de una mala asistencia sanitaria se impone a cualquier planteamiento ideológico. Y ese es el camino.

Decía antes que los políticos son elegidos por la ciudadanía y también dije muchas veces que nuestros próceres eran mediocres e incluso de cuarto y mitad como los pollos. La verdad es que mi percepción en nada ha cambiado. Los que debieran de luchar por nuestros intereses acostumbran a seguir las directrices del partido, lo que supone plegarse y acatar las inversiones en Cataluña, por ejemplo. Otros, los que dicen luchar por lo nuestro, se pierden en luchas fratricidas en donde hay más protagonistas que partidos y se dividen en agua de borrajas. Total, que no avanzamos. Ergo…se impone buscar agua fresca, nuevos líderes conscientes de que Galicia no puede ser un geriátrico, ni un páramo industrial, ni el furgón de cola de las infraestructuras; ni fiar su economía a Amancio Ortega o a multinacionales foráneas que no sólo la colonializan, explotando sus recursos, sino huyendo con sus beneficios como parece tiene previsto Alcoa (San Cibrao) o ENEL (As Pontes). Véase quienes son sus propietarios.

Galicia de mis amores, la que tanto amaban Rosalía y tantos otros entre los que me incluyo, es hoy un país ajeno donde sólo se mantienen algunas explotaciones agrícolas, ganaderas y pesqueras en manos de nuestros paisanos. La otra Galicia, la más rentable, está inmersa en la globalización y los eólicos son propiedad de Iberdrola, Acciona, Enel Green Power, Gas Natural Fenosa, EDP, Elecnor y Norvento. Ocho hermanitas de la caridad que disfrutan de nuestro viento, lo convierten en electricidad y nos la venden con el precio más caro de España. Y eso con el beneplácito o la sumisión de unas autoridades que debieran de velar por los intereses de sus ciudadanos. Y este ejemplo es paradigma de nuestra productividad. Los grandes buitres nos devoran y hasta gestionan geriátricos, construidos en espacios públicos y con dinero público también, con la anuencia de dichas autoridades.

Sí, aquí hay autonomía, derechos históricos y otros éxitos políticos (yo me pregunto cuáles), pero mi percepción de la realidad es distinta y considero que somos el culo de España, mal que nos pese. En cuanto a la Xunta, como institución, para mí también, es una oficina de colocación de los amigos del partido, por más que me quieran convencer de que para trabajar en ella hay oposiciones y otros méritos. ¡Cómo si no conociésemos cómo funciona el sistema de colocación laboral!

Aquí, Mi caro amigo, siempre se nos dio bien la fabulación. Se inventa un Xacobeo de un Apóstol del que no hay evidencia científica; se crea un Breogán como héroe legendario y lo más parecido es un equipo de baloncesto; Merlín baja de las Tierras de Miranda a Mondoñedo y se va por las San Lucas a comer un pan de “cornos”; se montan fiestas veraniegas y espectáculos prostituyendo la Historia ante la indiferencia de la ciudadanía, más atenta al disfrute que al rigor; aquí todavía nacen pitonisas y otros magosque, dada nuestra idiosincrasia, también se exportan en emigración… Ese es un campo fértil, bien abonado para escritores más imaginativos que realistas; más cómodos que comprometidos; más complacientes que combativos; más cercanos a la realidad de la vida, con lectores más dados a la evasión que a la reflexión…Y eso es lo que reporta laureles, fama, dinero y…esas pequeñas miserias que tiene la vida. Lo nuestro, amigo García, es siembra y dolor.
Timiraos, Ricardo
Timiraos, Ricardo


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