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Los demócratas de botox

jueves, 12 de diciembre de 2019
Uno se equivoca muchas veces y debe disculparse y corregirse cuando realmente yerra, ahora bien, si su visión de la realidad concuerda con sus gafas, que han de mirar el realismo de la vida, entonces, aun siendo empecinado, ha de mantener su postura.

Y es que cada cual ve lo que hay, mira la vida desde su óptica y la mía, desgraciadamente, no concuerda con la de otras personas. Me gustaría no ser tan crítico, tan susceptible a situaciones que vivo y veo, pero ¡Qué le voy hacer si por más que lo intento yo no veo que nuestra sociedad mejore como sería deseable!

Pongo un ejemplo: En el año sesenta y ocho del pasado siglo un empleado de cualquier empresa podía ser despedido con una indemnización de veinte días por año trabajado y, en la actualidad, remito al lector a que vea las condiciones actuales.

Con Galicia me ocurre lo mismo. Poco miro los informes socioeconómicos porque sus lecturas, aun aceptándolas como ciertas, poco o nada encajan con mis percepciones. Mis gafas ven las calles con más viejos que jóvenes; mis gafas, en la Galicia que frecuento, no encuentran grandes empresas, a no ser Alcoa,-¡y ya ven ustedes- donde los chavales universitarios puedan encontrar trabajo, que no acomodo; los agricultores que conozco, no veo que encuentren mucha rentabilidad a tanto esfuerzo; no encuentro, como cuando era joven, que los mozos se interesen por embarcar en un arrastrero; no veo que la construcción se mueva mucho; no sé por qué los comerciantes están locos por jubilarse; mis gafas encuentran baches en las mal llamadas carreteras; la gente teme enfermar, no tan sólo por la enfermedad en sí, que es de Perrogrullo hacerlo, sino porque teme lo que pueda ocurrir en el hospital…Y no por la voluntad de los sanitarios, sino por su precariedad.

Y eso es responsabilidad de Feijoo. Y aclaro a quien interese, por si hubiese dudas y ante veladas insinuaciones, que siempre fui independiente y el hecho de tener inquietudes sociales no me afilia a ningún partido. A mí no me duelen prendas en reclamar al Sánchez, con el que también estoy en muchos desacuerdos, la realización de la autovía 74, cuyos dineros me temo acaben, una vez más, en la voraz Cataluña. Y lo que digo es lo que tiene no ser la voz de ningún señor, como ocurre muchas veces, ni de grupo de opinión. Lo mío, no siendo muy corriente, a mí me parece normal.

Dicho lo cual, a mí me preocupa mucho en la actualidad la deriva la deriva ideológica de personas que rechazan a los emigrantes y los culpan de delitos. En la Manada, todos españoles, había hasta guardia civiles y, sin embargo, el Cuerpo goza de simpatía popular. Nadie,por su origen, es ladrón, violador o vividor. Por desgracia, siempre hubo indeseables y golfos en nuestro entorno.

Como también ocurre con la juventud. ¡Cuánta envidia encierran muchas críticas a los jóvenes!Los que la hemos vivido, y hasta bebido, hemos aspirado siempre a que nos comprendiesen; pero también estamos orgullosos de muchas cosas positivas y hemos procurado corregirnos de nuestros errores y ahora no hay marcha atrás. Los chavales siempre, como hacemos todos en la vida, se comportan según son educados y con los principios que conocen. Conozco a muchos abstemios, serios y divertidos cuando lo requiere, trabajadores, responsables, estudiosos… y también los conozco vagos, maleducados y con las connotaciones desagradables que se les quiera dar.

En definitiva, son nuestros cachorros y, generalmente, lo digo desde mi experiencia con ellos, suelen reflejar la familia.

Y esta xenofobia contra los emigrantes, los jóvenes, los diferentes… la están inculcando aquellos a los que llamo demócratas de botox, en referencia a esa personas que están utilizando los medios de la sociedad- sobre todo redes sociales- para difundir infundios de ayudas sociales, de privilegios a los extranjeros, de calumnias a los dirigentes o a las ONGS que prestan su colaboración… y que son propagadores de mentiras- muchos de ellos con formación cristiana- para denigrar a aquellos que les descubrimos la careta y que sabemos que son nostálgicos trasnochados, ignorantes de una Historia que jamás debemos repetir, altivos representantes de una patria peculiar donde la bandera y el dinero se entrelazan y cachorros de unas ideas, que soñábamos superadas, y que tanto daño hicieron en la sociedad. A mí me gustaría más autocrítica, más sosiego, más reflexión…Y, sobre todo, comprensión y amor.

Hasta otro día.
Timiraos, Ricardo
Timiraos, Ricardo


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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