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Reflexión sobre la Historia

lunes, 18 de noviembre de 2019
A Josefina Rodríguez, quien en su última conversación alentó mis sueños y ahora duerme en la paz de los suyos. ¡A Dios!

Siempre me enseñaron que aprender Historia era muy importante para evitar los errores cometidos por otras personas y que era imprescindible comprender el contexto histórico para entender, que no justificar, las posturas. Y creo que tenían razón.

El problema que se me plantea ahora es la utilización sesgada, partidista, interesada de una serie de personas que la usan para justificar sus posturas políticas y la tergiversan para arrimar a sus ascuas la sardina. Y eso, siendo cierto que lo practican, me parece mezquino, deleznable y otros adjetivos similares que se puedan incorporar. Rigor en su conocimiento y sinceridad son fundamentales.

Viene esto a colación porque desde hace ya mucho tiempo, las lecciones de Historia que recibo de algunos interlocutores, no sólo demuestran su ignorancia, sino que justifican actitudes pasadas que a mí no me encajan por ser falsas y sólo me parecen argumentaciones justificativas de sus posturas políticas. Posturas que siempre respeté y procuro seguir haciendo. Y en eso consiste, creo yo, el juego democrático: respeto.

Y una cosa que estamos viviendo en la actualidad es la mentira, la falacia, la tergiversación y la utilización reiterada de falsedades para fines políticos muy concretos. Desde determinada formación se están haciendo proclamas, a todas luces falsas, con datos manipulados y con inusitada desfachatez. Nadie, hasta ahora, había sido tan grosero y despectivo con la Historia y me temo que esas ideas puedan prender entre una juventud poco formada en este campo.

Pero ante esta postura conviene, por el bien de la sociedad, posicionarse y rebatir los argumentos de los admiradores de dictaduras, de fanáticos racistas, de personas homófobas, de ignorantes osados, de inculcadores de odio al diferente, de falsos cristianos que están todos los días predicando las actitudes violentas, de salvapatrias, que curiosamente siempre acaban viviendo de las arcas del Estado, o simplemente son servidores útiles de auténticos delincuentes… Sí, son los portadores de banderas y demás parafernalia dispuestos a la acción y nostálgicos admiradores de una parte de la Historia y que desconocen el envés.

Nada entienden ellos de que la sociedad actual requiera cambios para arreglar problemas y que las soluciones no son fáciles; nada quieren saber de colaborar en la distribución de la riqueza que puede ser hasta la causa del propio desasosiego; nada conocen de la cantidad de idealistas que se sacrificaron por una sociedad más solidaria y de progreso; nada quieren saber de la manipulación histórica de los demagogos; nada quieren saber, y no es tan lejano el tiempo, cuando no podíamos escribir esto…

Y lo peor: nada quieren saber de Historia para reconciliarse y restañar heridas;se quieren cobrar facturas y todavía no se han pagado las deudas. Nada quieren saber de respeto a mentalidades de personas que hoy conviven con nosotros y no buscan otra cosa que dar de comer a sus hijos.

Se desprecia al emigrante y no quieren saber quizás de las calamidades e intransigencias sufridas por sus abuelos. Se maltrata a la mujer en manada o de cualquier otra forma y se justifica o incluso se aplaude. Los gays y lesbianas son objeto de mofa y marginación por parte de despreciables machos ibéricos; confunden sexo con hombría y valor con mezquindad.

Y el problema, señores, está ahí y la Historia nos habla de los nazis y similares. Mesura, sensatez y cuidado, sin olvidar que conviene rechazarlo.
Timiraos, Ricardo
Timiraos, Ricardo


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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