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Gracias, Monseñor Carrasco Rouco

lunes, 07 de octubre de 2019
En el día de la festividad de San Miguel y los otros arcángeles, San Rafael Y San Gabriel, fueron muchos los pueblos de nuestro país que celebraron esa fiesta que pone fin ya al verano; prueba de ello es que en algunas comunidades, en esta data, se abren y cierran contratos, sobre todo de arrendamiento de fincas rurales, pues hay que tener en cuenta que, con las primeras lluvias, empiezan a brotar nuevos pastos y en la zona de alcornocales y encinares, tierras del sur, se sellan contratos de acogidos para que el ganado aproveche los frutos secos, esas bellotas que a mediados de octubre, después del Pilar, ya empiezan a estar en sazón para culminar allá por Santos con buenas montaneras.

Viene esto a colación porque también en Montefurado que celebraba el domingo, 29 de septiembre, como en años anteriores por esta señera fecha, el día de su patrón, se realizó la confirmación de ese grandioso y bello contrato que todos los vecinos tenemos con el que es guardián de la Iglesia, San Miguel, este templo dieciochesco que, como pétrea y maciza mole se alza, sobre la suave colina de la ladera, semejando su singular torre una férrea réplica de la espada de San Miguel que ampara y protege a Montefurado.

La puerta de A Ribeira Sacra, estos pies del Geoparque del Caurel y esta entrada de O Camiño de Inverno, el legendario Montefurado, en este último domingo de septiembre, poniendo broche de oro al estío y, acompañados por un buen tiempo climatológico gozó de una visita muy especial, vivió una jornada muy espiritual; pues nos dignó con su presencia, el Obispo de nuestra diocésis Monseñor D. Alfonso Carrasco Rouco. Gracias, Monseñor Carrasco Rouco

Las gentes de este sur lucense agradecieron el detalle de que, en esta festividad se dignara a venir y nos honrara con su asistencia personal nuestro obispo para, junto con el párroco, D. Julio, y otros sacerdotes que le acompañaban, uno de ellos D. Manuel, natural de aquí, oficiar la santa misa; contando con el acompañamiento de las voces de la coral quiroguesa que, ya en su fundación dijimos que cantaban como los ángeles y seguirá haciéndolo para satisfacción de melómanos y público en general, en tanto los bronces, cual vuelo de palomas, lanzaban a los aires toques de alegría, y regocijo; la nave grandiosa de esta iglesia pareció convertirse en catedral, sobre todo con la gran concurrencia, masa de feligreses que llenaron el interior y el atrio; vecinos y forasteros que deseaban vivir otro momento grandioso para un pueblo histórico, la visita de D. Alfonso Carrasco Rouco.

Necesitados están los poblamientos pequeños, como este de Montefurado, de manos tendidas, abiertas y solidarias, de la visita de personas como el señor obispo que viene, no como otros que llegan al rural a pedir votos, él lo hace no a ofrecer promesas que muchas veces no son cumplidas, su grata visita es acicate para que renovemos nuestros votos como cristianos, invitándonos a que abramos nuestros corazones y, teniendo por testigo a San Miguel, con un apretón de manos sellemos el bello acuerdo de procurar hacer que el mundo rural no muera en el olvido y que iglesias como está sean amparadas con las consiguientes ayudas para evitar que las grietas de la despreocupación sean cerradas y, esas hendiduras de edificios monumentales como esté, solamente se tapan con contrafuertes y tirantes económicos, subvenciones de los organismos pertinentes, a nivel municipal, autonómico y estatal.

Al menos, ya que las escuelas murieron en las parroquias, que siga viva la campana de las aldeas, que no cese de tañer avisando de que un pueblo existe y que los parroquianos tengan un sacerdote que además de administrar los sacramentos acompañe a los vecinos en sus alegrías o cuitas del cotidiano vivir.

Al remate de los oficios, al impartir la bendición D. Alfonso testimonió su agradecimiento. Todos en silencio callamos, no éramos capaces de decir lo que en verdad sentíamos pero, un octogenario nativo del lugar, el señor Antonio Ogando dijo:
“Gracias a usted por venir".

Gracias, Monseñor Carrasco RoucoNo hablamos los demás, qué mejor portavoz, bastaron sus palabras que eran las de todos en su boca. El ambiente de sahumerio se completó con unos grandiosos aplausos, que eran, ni más ni menos que lo que esas manos deseaban, sellar el contrato de espirituales valores, diciendo:

“Gracias, Monseñor. Montefurado siempre espera a los que son pastores que conducen por el camino de la verdad y así, el Camino de Invierno bien se hará con ese viático que usted hoy nos ofrece y, que la presencia de su báculo sea un gran refuerzo para esta iglesia de San Miguel de Montefurado”.

No faltó al acto tambor y gaita para demostrar que estamos en la tierra gallega, en esta Ribeira Sacra de la que es puerta insigne esta población quiroguesa.
Pol, Pepe
Pol, Pepe


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