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Yo, Benito Juárez

jueves, 03 de octubre de 2019
Aquella mañana de San Miguel, del veranillo del membrillo, estaba Pedro I el Divino de Pozuelo absorto en profundas reflexiones que elevaban su espíritu como a San Juan de la Cruz en sus místicos deliquios.

Se veía escribiendo una página de la historia de Plurilandia empuñando una piqueta y Yo, Benito Juárezprofanando una lápida de un sepulcro.

El día anterior después de una reunión con los patanes de su consejo privado, todos ávidos de dádivas y regalías y postrados ante su grandeza aunque, se había abolido la coletilla de hinojos ante la protesta de las mujeres de la limpieza a las que se les debían las horas extra, se había hecho traer un libro sobre el fusilamiento de Maximiliano en el cerro de Las Campanas en Querétaro.

Le había impresionado la imagen de Benito Juárez, ese indito negruzco y chaparrito ante el cuerpo embalsamado del Emperador que medía casi dos metros y tenía la piel muy clara. Yo, Benito Juárez, he derrotado a este esplendido ejemplar humano que en vida gozaba de todos los honores y dignidades!

Así me siento yo también sacando a Franco del Valle de los Caídos. Yo, que soy un aventurero sin escrúpulos y dispuesto a todo por la gloria, consigo entrar en los libros de historia, menos en los catalanes, que se ocupan solo de Lluis i Companys, echando al tirano de su panteón.

En su delirio de grandeza ahora volvía a Europa y se metía en la piel del rey Luis Felipe que trajo los restos de Napoleón que estaban en una capilla de la Isla de Santa Helena a Los Inválidos de París que se asociaban también al Rey Sol Luis XIV. Esta ensoñación le había asaltado por primera vez cuando estaba en una sobremesa con el Presidente Macron en el Palacio del Eliseo.

Benito Juárez o Luís Felipe, tenía que preguntar a Iván cual era mejor para sus hagiógrafos que contarían su gesta, no de crear, pues esto exigía ideas y su regia cabeza no daba para tales entendimientos sino, para destruir y ser como uno de aquellos justicieros ingleses que, desenterraron al tirano Oliver Cromwell para ahorcarlo después.

Vente a desayunar, te estamos esperando, le gritó Begoña. Que se enfría el café. La realidad le sacó de sus cavilaciones a ojos cerrados... Tendría que desayunar y luego volver a la brega, a urdir tramas y destrozar a sus rivales. Soy como Aguirre o, la ira de Dios! Se le atragantó la tostada y le dió un golpe de tos.

Ya en su despacho, mientras esperaba a Iván, su Ninfa Egeria canturreaba una copla cuyo estribillo era "Yo soy Benito, Benito, Benito Juárez" pero mucho más guapo, en versión de galán de la venezolana Cristal.

Irrumpe el fiel Iván y le saluda. Hoy no me hables del Niño Errejón que se me revuelven las tripas, le interrumpe autoritario el Divino Pedro I de Pozuelo. Hoy tocan Benito Juárez y Luís Felipe!

Joaquín Antuña - joaquinant@hotmail.com
Antuña, Joaquín
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