La detención de los siete presuntos terroristas catalanes que se conoció durante la sesión del Parlament de Catalunya desató un verdadero putiferio en el interior de la Cámara.
Los diputados e independentistas gritando todos a una "llibertat" que coreó también el president Torra. Reacción aireada de Carrizosa, de Ciudadanos protestando por la actitud de enfrentamiento de los indepes contra la actuación de la guardia civil y del juez Manuel García Castellón que dictó orden de encarcelamiento contra los siete presuntos terroristas, unos nuevos siete niños de Ecija.
La interpretación que ha dado hoy la portavoz del Gobierno, Celaa, ha sido la de hacer un llamamiento a la calma y a la moderación, equiparando a Torra y a Carrizosa, lo que es una barbaridad. No se puede comparar a quien viola la ley con quien la defiende! Recuerda los tiempos más duros del terrorismo de la ETA donde se equiparaban a víctimas y a verdugos.
El ministro del Interior tampoco se atrevió a condenar a Torra por su desacato contra las resoluciones del poder judicial. Tibieza culpable.
Los independentistas catalanes hablan y no paran de su pacifismo y su falta de violencia cuando, en realidad, cortan el tráfico en las calles, impiden la salida de los trenes, queman neumáticos en las autopistas y son maestros en el arte de realizar escraches. Esa presión intolerable que nos viene del modismo argentino de asediar a una persona o a una institución.Para esta gente,mejor sería llamarles canalla silbar el himno nacional, quemar las banderas y los retratos del Rey son actos pacíficos.
Impedir que una niña en un trabajo escolar pinte la bandera de España se convierte para ellos en una provocación. Las pintadas en las calles y tiendas no son actitudes violentas para esta gente acostumbrados a violar la ley cotidianamente.
La democracia está en peligro en Cataluña.
El Gobierno español en funciones con su teoría de apaciguamiento y diálogo no se enfrenta al levantamiento popular que se está produciendo en Cataluña. Ya en plena campaña electoral la consigna de la Moncloa es tildar de extremistas al partido de Albert Rivera e igualarlo a la virulencia de los independentistas.
Es previsible que, cuando en la segunda decena de octubre se publique la sentencia previsiblemente condenatoria a los golpistas del 20 de abril de hace dos años, este gobierno cobarde se empeñe en practicar una tercera vía de mediación entre quienes atacan la legalidad y quienes la defienden,una tibieza culpable que da alas a los violentos.
Es de esperar que los votantes españoles no caerán en la trampa y castigarán a un Gobierno que se pone de perfil y mira hacia el otro lado. No cabe la equiparación entre los constitucionalistas y los alzados por la República catalana.
Sin el imperio y respeto de la ley. No hay democracia sino arbietriedad y tiranía.
Joaquín Antuña - joaquinant@hotmail.com
