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La juventud bancaria en el siglo XX (20)

martes, 01 de octubre de 2019
La juventud bancaria en el siglo XX (20)
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Segunda conferencia: Controlar al hombre.

La segunda conferencia correspondió al Jefe de Relaciones Sociales, quien tenía a su cargo el sostenimiento de la correspondencia, publicaciones y demás medios de captación de clientela, así como un servicio especial de información económica. Habló acerca de las contingencias particulares del cliente y de su reflexión en el riesgo bancario.

Algunas de sus apreciaciones y sugerencias se recogen en estas frases:

-“He sido informado que en la sesión de ayer se trató del factor humano como esencial para el desenvolvimiento de las finanzas. Yo me propongo analizar uno de los aspectos de este factor: las contingencias personales.

“Es indudable que el individuo, como administrador de sus bienes, los somete de un modo continuo al arbitrio de todas y cada una de sus decisiones. Digo, de todas, porque hasta las más elementales, siendo de carácter financiero, pueden afectar en más o en menos el curso de su evolución económica.

“Si pudiésemos crear un hombre definido, sin problemas familiares ni sociales, sin emociones embrolladoras, con unas normas de vida regulares y calculadas, a ese tal se le podrían confiar sumas inmensas, porque lo peor que podría ocurrir es que careciese de capacidad para multiplicarlas, pero tendría la suficiente sensatez para conservar el global de los créditos concedidos. Humanamente esto no es posible, y, por tanto, no podemos equivocarnos considerando que todo el mundo puede responder de confianzas crediticias.

“Es preciso, pues, controlar al hombre. Quizás al profano le parezca esto un poco vil, pero estoy seguro de que cualquier ciudadano está pendiente del proceso económico de aquel que le deba la más insignificante cantidad. No hay tan vileza, y sí una gran virtud social por cuanto en la Humanidad nos beneficiamos todos, desde el prestatario al prestamista, pasando por todas las esferas del equilibrio económico, de que ese equilibrio se mantenga, de que el saberse vigilado aumente la dignidad personal, de que el fraude, sea o no intencionado, aborte antes de crear catástrofes de toda índole.

“Un cliente más, un cliente cualquiera, significa muy poca cosa para el Banco; esto dicho en cuanto a la cantidad, pero sin atentar contra los principios de expansión que deben animarnos para acrecentar los rendimientos, y para, por lo menos, conservar el orden de importancia de nuestra entidad. Hay otra cosa de mayor significación: perder clientes de los que poseamos una experiencia confirmada por la reiteración de operaciones felices. Pero es un desahogo mayúsculo perder con felicidad aquellos clientes que podrían llevarnos a un final dificultoso.

“Os daréis cuenta de lo indispensable que resulta controlar con fuentes de información verídicas toda actuación, normal o inusitada, del cliente. Generalmente ningún particular ni tampoco ningún comerciante de vida ordenada se hunde imprevista y rápidamente; puede ocurrir, pero entonces sería debido a incidentes tan inevitables para él como para sus acreedores. Y hay que descartar los riesgos comunes porque éstos debieran estar previstos por el interesado, bien mediante seguros, bien mediante un oportuno encauzamiento de las circunstancias; estamos partiendo de la base de una persona sensata, y una persona sensata no se expone a riesgos comunes, que por el hecho de serlo resultan conocibles, prevenibles y, por tanto, evitables.

“El proceso deficitario suele ser largo, pero no lento; lo suficientemente largo para que dé tiempo a conocerlo, y excesivamente rápido como para descuidarse en su vigilancia y desaprovechar las ocasiones de resarcirse del capital en peligro.

“No hay que confundir los estancamientos periódicos de cierta clase de negocios con el relajamiento de una hacienda. Los estancamientos temporales se deben a que el negocio es de actividad estacional, y en ciertas épocas del año se aletarga; también a reformas de instalación, a programas de reorganización, y a varias otras causas que siempre tienen una explicación convincente fácil de encontrar. El relajamiento tiene otros síntomas, procede de causas que, prolongándolas en el futuro, no pueden desembocar precisamente en un aumento de la producción ni en la regularización de la solvencia. Esto que acabo de deciros es una idea que resulta clave para dilucidar situaciones confusas: toda crisis actual desembocará en el resultado que se obtenga de considerar la finalidad de los motivos que la originaron en función de las circunstancias porque atraviese o pueda atravesar.

“En vuestra experiencia profesional llevaréis observado que aquellos documentos que se refieren a salida, a colocación, a préstamos de dinero, a cuanto sea reintegración de capitales o concesión de créditos, se examinan con una meticulosidad absoluta, mientras que los documentos relativos a entregas o depósitos apenas si es preciso observarles otra cosa que los datos necesarios para su futura identificación y los relativos al compromiso numérico que se contrae con la persona depositante. Pues bien, ahí tenéis la explicación de muchas cosas: cuanto recibamos, gracias a nuestra unidad y organización, no tiene peligro de extravío, de omisión ni de cualquier otra causa perecedera. Cuanto prestemos, garanticemos, o cuantos compromisos futuros aceptemos, estará vinculado a una diversidad de personas, de entidades y de economías; todo un mundo, complejo y arbitrario, afectando nuestras finanzas.

“Creedme que no exagero al decir “todo un mundo” si parto de la base de que podemos tener clientes de todas las razas, de toda clase de conciencias y de toda clase de administración particular. El problema es inmenso, nuestros clientes complicados y nuestros medios de control reducidos por dos motivos: por economía, ya que desplegar gran actividad en observaciones exteriores de la clientela supondría numeroso personal especializado y recargaría los tipos del crédito, medida perjudicial para las finanzas, y también por discreción ya que traspasar ciertos límites prudenciales, aunque no peque de ilegal, puede ser irritante y enojoso para el cliente.

“¿Solución más aceptable para este problema que acabo de plantear? Soluciones en el verdadero sentido no existen; prácticas nobles, legítimas y de alto coeficiente de seguridad, hay algunas. En primer lugar –y esto corresponde a todos los negociados y a todo el personal- examinar con el máximo rigor cuantos documentos puedan originar riesgo o incidencias, para evitar la existencia de errores propios que anulen o entorpezcan la acción diplomática o judicial por la que se pretendiese resolver las anomalías que se produzcan; en segundo término, especializarse, sobre todo los jefes de negociado, en conocer profundamente la situación y moralidad del cliente a través de los signos exteriores de su conversación y de sus operaciones con el Banco. Como intervención más elevada y de alcance más genérico queda la del negociado de relaciones y el superior control de los directivos.

“Ahora analicemos las particularidades del asunto que queda planteado…
… Y siguió detallando los diversos aspectos del control de riesgos.

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Riesgos posibles y previsibles en la Banca

La juventud bancaria en el siglo XX (20)
La tercera jornada del cursillo se abrió con estas palabras:

“Ayer, a juzgar por sus resúmenes, pusieron ustedes gran interés en el tema que se les presentó; por eso vamos a preparar un complemento del mismo tratando de incidencias impersonales, de acontecimientos que sin estar motivados por los clientes pueden alterar el curso de su riesgo, y de emergencias sociales, políticas y económicas que afecten el normal desarrollo de las operaciones. Así establecemos un doble panorama incidente: dificultosos de clientes y quebrantos de emergencias.

“Muchas desgracias de tipo catastrófico y/o criminal, las más conocidas y las más frecuentes, han sido sorteadas gracias al adelanto organizativo de las compañías de seguros. Han dejado de preocuparnos, pero no tanto que descuidemos tomar las debidas precauciones para evitarles riesgos innecesarios a tales compañías, y también para ahorrarnos trámites aclaratorios y consecuencias sociales.

“Podemos asegurarnos contra robo, incendios, averías marítimas y transportes terrestres de las mercancías en que estemos interesados o que resguarden nuestros créditos, responsabilidades civiles, etc.; así que, aunque estas precauciones supongan un aumento de gastos, es preferible que las entidades de seguros se encarguen de soportar el riesgo puesto que ellas están especializadas en estos asuntos, y a nosotros se nos crearían problemas graves.

“Podemos, pues, mediante primas, eludir, no los riesgos sino las consecuencias más importantes de los riesgos corrientes, pero, financieramente, esto no es más que un desglose de las responsabilidades que pueden acarrear nuestras operaciones: cedemos a los seguros una parte de ellas, delimitadas por las condiciones de la póliza, y nos reservamos el resto; por lo tanto, nosotros tendremos derecho a una comisión, y seguros a otra, teóricamente de cuantías proporcionales al capital expuesto y a los riesgos presumibles.

“A diferencia de las compañías de seguros, que tienen capital expuesto, pero no invertido, y riesgo grave pero delimitado, nosotros tenemos capital expuesto e invertido; por lo tanto, devengando rédito, y recuperable generalmente al final de la operación, mientras que los seguros obtienen su prima por adelantado o, a lo sumo, simultáneamente a los períodos de las vigencias. Respecto a nuestro riesgo, es menos preciso, y por lo tanto, difícil de estimar en cuanto a frecuencia y cuantía. De donde resulta que nuestras operaciones son más complejas, y nuestra relación con el seguro es mínima respecto a la actuación que nos reservamos; somos los principales intervinientes y, por lo tanto, los que tenemos que poner el mayor empeño en el feliz resultado de los asuntos que trabajemos, teniendo en el seguro un importante, pero no absoluto, colaborador.

“Queda eliminada una parte de los riesgos posibles y previsibles: aquellos que, por estar comprendidos en las garantías de las compañías de seguros, podamos traspasárselos. Pero nos restan otros muchos. Los más corrientes, aunque generalmente los menos importantes en cantidad monetaria, son los producidos por deficiencias en el trabajo del personal. Juzguémosles de escasa cuantía puesto que cualquier error de importancia numérica salta a la vista de los controles y es subsanado en tiempo oportuno. Ni que decir tiene que los pequeños errores a que me refiero son de orden interno, que sólo pueden afectar al Banco o al empleado que los cometiese, caso de que fuese demostrada su culpabilidad. A propósito de esto hay que opinar que al hacer responsable al empleado y obligarle a reponer el daños que culpablemente ocasionó se crea el mejor aliciente para que todos y cada uno pongamos el máximo empeño en garantizar la fidelidad y el celo más acentuado por los intereses de la empresa.

“Estos errores internos pueden degenerar en riesgo si consisten en deficiencias formularias o matemáticas producidas en el contrataje y en los cálculos de las operaciones concedidas. Pero no pueden perjudicar al cliente puesto que los documentos de recepción de dinero son breves y concisos, sin más peligro erróneo que la estampación de la cantidad recibida, la cual viene contada generalmente por el imponente, se comprueba en su presencia, y se le entrega un resguardo que concuerda con la misma. Al entregar fondos ocurre aproximadamente lo mismo, se recuenta una cantidad que concuerda con lo pactado y se formulan los documentos reglamentarios, que nunca pueden ser más en número que los usuales, ni contener más cláusulas que las corrientes, ni ser más comprometedores para el acreedor de lo que corresponda a la clase de operación.

“Todos los errores, como es lógico, son de omisión, descartando que el límite de las cifras que afecten al cliente son comprobadas por éste, y las omisiones sólo puede perjudicar al que las comete; en este caso, el Banco y su personal.

“Resulta obvio que los quebrantos y riesgos más frecuentes y evitables parten del trabajo de las oficinas, así que es ahí donde se deben prevenir males futuros, la mayor parte, como queda dicho, de los que se pueden presentar; una entidad en la que no existan deficiencias en el trabajo de sus oficinas hace falta que tenga unos directivos muy mediocres para que se le presenten frecuentes incidencias con sus clientes.

“Las emergencias más delicadas son las de origen político, tanto por su estentórea presentación como por lo inevitable de sus consecuencias posteriores. Muy poco se puede decir de ellas ya que las medidas a adoptar en cada crisis dependen de los infinitos matices con que aparecen, de la repercusión que tengan sobre nuestros intereses, y de las circunstancias por las que atraviese la entidad. En ésta, como en todas las situaciones delicadas que se presenten, habrá de ponerse a prueba la sensatez y el alcance de miras de quienes hayan de terciar los vaivenes que se produzcan.

“Como acontecimientos impersonales de cierta frecuencia deben catalogarse varios reveses, tanto de nuestra hacienda como de la de nuestros clientes, que surgen de manera fortuita, como fruto del azar veleidoso de algunas situaciones que mutan de forma inesperada e imprevisible. Pueden tener origen humano, pueden engendrarse de un metamorfoseo de cosas y casos que se creían normales, puede ser el filón que se agota, puede ser la industria que sufre competencias o variaciones en los gustos del consumidor, puede ser el descubrimiento de nuevos procedimientos que rezague la producción de la empresa haciéndola anticuada e inoportuna, pueden ser infinidad de motivos cuyo contra efecto ha de aplicarse en el momento oportuno de producirse, no antes, ya que no suelen ser previsibles.

“Acerca de las emergencias sociales y económicas no voy a tratar ya que vuestros conocimientos sobre la materia pueden daros suficiente material para el enfoque de esta cuestión, y además es muy probable que se elija este asunto como tema principal, amplificativo, de otra conferencia.

“Ya veis que he procurado ser breve para daros un buen margen de tiempo para discurrir por cuenta propia y extenderos en la cuestión cuyo esqueleto acabo de diseñar”.

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Gómez Vilabella, Xosé M.
Gómez Vilabella, Xosé M.


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