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A la espera del arco iris sobre la desembocadura del Eume

jueves, 19 de septiembre de 2019
A la espera del arco iris sobre la desembocadura del Eume Por la mañana, antes de llover, una fina neblina se extendía sobre el agua de esta orilla dejando ver con velada claridad los barcos del pantalán; pero al otro lado de la desembocadura del río una espesa niebla no dejaba ver nada, era como un cuerpo sólido, ella misma era el único paisaje. Emanaba de él una magia inquietante, que se diluyó al comenzar la lluvia, entonces el cielo era de un gris denso y oscuro con nubarrones, el vaho del río se despejó; el silencio en la habitación se cambió por el sonar de la lluvia en los cristales, mientras brillaba la piedra en las aceras y sobre el asfalto de la calle.

Pasó la mañana con las nubes yendo y viniendo de acá para allá, sueltas o cargadas de agua. Y a eso de la media tarde la calle se secó el paisaje, entre unas y otros cúmulos se abrió paso la luz, y, de repente, se iluminó el cielo y el agua con un inmenso arco iris, tan cerca que casi se podía tocar con las manos, nada de en el horizonte, encima del puente y del río, a cien metros más o menos.

Sí, es cierto que en Galicia llueve bastante, lo cual es fastidioso los días de verano, ¡ y ya desde la mañana parece que no hay esperanza… bah!, pero, por ver salir el arco iris por la tarde entre las nubes soleadas que trae y lleva el viento en días como este, pago: entonces la lluvia me parece maravillosa.

¿Por qué será que desde esa ventana se ve entero el arco iris, de una punta a la otra, del suelo al cielo, apoyado mágicamente en la tierra?, ¡qué tontería!, pues porque está al nivel exacto para esa visión: elevada sobre el nivel del agua, pero no mucho, de tal manera que se contempla el rio Eume descendiendo hacia el mar, ancheando más y un poco más, y un poco más, hasta ser penetrado por el agua de la ría que lo invade definitivamente. Desde esta ventana el agua parece remansada, aunque por debajo se percibe que aún va corriendo el río a gran velocidad, porque la corriente no ha logrado ser detenida en su bajada desde la montaña y los bosque llenos de pájaros de Caveiro.

El paisaje con arco iris tiene un punto de demasiado bonito, con tanto colorin y tan dibujadito puede pecar de un poco cursi, sin embargo ante su contemplación retomamos la sorpresa de aquella primera visión infantil del mismo: después de aquellos oscuros celajes y de la lluvia se hace la luz y la calma con una geometría semicircular de compás y una orgía cromática en una ordenada secuencia.

Por eso fue tan querida su imagen por los paisajistas románticos, desde el bucólico, amable y cotidiano Constable al sublime alemán Caspar David Friedrich, y mucho antes, en el siglo XVII por el apasionado Rubens, iluminando sus bucólicos campos tras el aguacero.
Pena López, Carmen
Pena López, Carmen


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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